Por Rafael Mathus Ruiz - CORRESPONSAL EN EE.UU.- WASHINGTON.– Borrón y
cuenta nueva. Luego de una seguidilla de cruces y cortocircuitos, el ministro
de Economía, Sergio Massa, y el presidente del Banco Interamericano de
Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, quien ha tenido una relación tirante
con el oficialismo, intercambiaron elogios, dieron vuelta la página y abrieron
una nueva etapa en la relación de la Argentina con el organismo multilateral,
una de las principales fuentes de fondos frescos del país. El resultado: el BID
ampliará el financiamiento para la Argentina en un momento crítico para la
economía.
Massa y Claver-Carone acordaron elevar los créditos del BID a la
Argentina a un total de casi US$5000 millones para este año y el próximo. Los
préstamos atados al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que
sumaban US$800 millones y estaban trabados por Claver-Carone, se ampliaron a
US$1200 millones de libre disponibilidad que llegarán antes de fin de año para
reforzar las reservas, indicaron fuentes oficiales. Además, se acordó trabajar
en nuevos programas por casi US$1933 millones para este año y por otros US$1800
millones para el año próximo.
El acuerdo forjado por Massa y Claver-Carone marcó un notable cambio en
la relación de la Casa Rosada con el presidente del BID. Hace apenas dos meses,
Claver-Carone, quien criticó la política económica “errática” del Gobierno,
había publicado una dura carta en el periódico The Wall Street Journal
fustigando el “historial financiero tumultuoso” del país y exigiendo el
cumplimiento de las metas con el FMI y que los fondos tuvieran “un impacto en
el desarrollo” para liberarlos. La misiva cayó muy mal en el Gobierno, aunque
no hubo respuesta pública.
“Creo que si la misión del ministro era venir a destrabar lo que era no
solamente la relación, sino operativamente el programa con el BID, podemos
decir que el ministro tiene la misión cumplida. Hemos podido destrabar lo que
estaba trabado y ver cómo no solamente lo destrabamos sino lo aumentábamos, y
con una vía directa”, dijo Claver-Carone, con un Massa sonriente a su lado.
Claver-Carone dijo ahora que el Gobierno tiene una “política
macroeconómica cohesiva”, que tuvo una “muy buena reunión” con Massa, y que la
Argentina ahora habla con “una voz” cuando antes –presumiblemente en la gestión
de Martín Guzmán y Gustavo Beliz, ambos afuera del Gobierno– “se cruzaban los
cables” y “no había claridad”.
“Vamos a traer credibilidad a los mercados. Ha habido una falta de
credibilidad”, dijo Claver-Carone. “Ahora podemos hablar claramente,
honestamente y poderlo hacer con una voz, y que el gobierno argentino hable con
una voz, para mí ha sido muy importante”, insistió.
Massa le dio una palmada en la espalda y devolvió el gesto: “Simplemente
agradecerle a Mauricio porque además ha sido desde el primer momento que asumimos
muy generoso, se puso a disposición, y realmente el paso que damos hoy [por
ayer] es un paso muy importante para la Argentina y para el trabajo que tenemos
que llevar adelante en la relación con el BID”.
Bajo una lluvia copiosa, Massa arrancó su paso por Washington con un
primer día muy fuerte y tres reuniones de alto nivel. Se moverá en Washington
con una agenda casi calcada a la que el embajador, Jorge Argüello, armó para
Silvina Batakis a mediados de julio.
A diferencia de Batakis, Massa trae par mostrar a la capital
norteamericana más caudal político y un fuerte ajuste. Su llegada al Palacio de
Hacienda generó expectativa, aunque sin llegar a despejar del todo el profundo
escepticismo que despierta la Argentina. Massa ganó tiempo y es el primer ministro
de Economía con envergadura propia y el control total de la botonera, algo que
Guzmán y Batakis no tenían. Pero los problemas son los mismos, y algunos, como
la inflación, han empeorado marcadamente. Economistas y analistas de Wall
Street mostraron frustración ante la ausencia de un plan de estabilización
integral luego de los primeros anuncios de Massa, a los que el banco de
inversión J.P. Morgan describió como un “esfuerzo de curita”. La ausencia de
ese plan integral y la crispación política que late en Buenos Aires son las
principales preocupaciones entre quienes miran a la Argentina.
La primera parada de Massa fue el Departamento de Estado, en el barrio
Foggy Bottom, ubicado entre el río Potomac, la Casa Blanca y el tradicional
Mall de la ciudad. Fue recibido por Zúñiga, un diplomático de
Se convino trabajar en nuevos programas por casi US$1933 millones para
este año
Massa comía anoche con Juan González, asesor de Joe Biden para América
Latina
carrera que ocupa un espacio saliente en el equipo de Biden que lleva
los vínculos con América Latina. Biden le dio a Zúñiga una tarea sensible: es
el enviado especial para el Triángulo Norte –Guatemala, Honduras y El Salvador–
y trabaja estrechamente con la Casa Blanca en el plan para frenar la migración
desde Centroamérica, un problema candente en la política norteamericana.
La reunión sirvió para analizar la agenda bilateral y trabajar la agenda
de seguridad alimentaria y energética global con el gobierno de Biden, que ganó
relevancia luego de la invasión de Rusia a Ucrania. Estados Unidos ve con sumo
interés las reservas de gas y litio de la Argentina. En ese encuentro
estuvieron también Argüello, el embajador norteamericano en la Argentina, Marc
Stanley; Gustavo Martínez Pandiani, asesor de Massa, y Mark Wells, secretario
de Estado adjunto. El ministro vio además a Brian Nichols, el jefe diplomático
de Biden para la región.
El segundo punto alto de la jornada fue la reunión con Claver-Carone.
Fue una cumbre de deshielo. Claver-Carone, bajo investigación por un escándalo
ético en el BID que puede llegar a costarle el puesto, mantenía una puja con el
Gobierno hasta el ascenso de Massa al Palacio de Hacienda.
La llegada de Massa marcó una nueva etapa. Claver-Carone le dio la
bienvenida en un mensaje en Twitter en el que dijo que esperaba “colaborar
estrechamente” con su gestión. El mensaje de Claver-Carone, quien en la
Argentina cobró fama por haber participado de la aprobación del primer préstamo
del FMI al gobierno de Mauricio Macri, llegó días después de que publicó la
mencionada carta de lectores en el Wall Street Journal en la cual le exigió al
gobierno argentino que cumpliera con las metas acordadas con el Fondo para
recibir dos préstamos, un crédito de US$500 millones y otra línea de US$300
millones. Esos fondos se esperaban para el trimestre pasado y nunca llegaron.
Luego de ese mensaje, hubo una conversación telefónica y los equipos aceleraron
los trabajos para apurar los desembolsos. Ayer finalmente se vieron cara a cara
y se concretó el anuncio.
El último encuentro fue el más importante: al cierre de esta edición,
Massa comía con Juan González, el principal asesor de Biden para América
Latina, y el más relevante punto de contacto del Gobierno en la Casa Blanca. El
embajador, Jorge Argüello, y Beliz, en su momento, cultivaron una relación muy
estrecha y fluida con González. La Casa Blanca de Biden siempre mostró una
predisposición aparentemente inmutable para ayudar a la Argentina, y jugó un
papel en la aprobación del programa vigente con el FMI, imponiendo su mirada
ante una postura más dura del Tesoro. Massa también mantiene un vínculo cercano
con el asesor de Biden, a quien recibió incluso en su casa de Tigre cuando
visitó Buenos Aires, el año pasado.
La comida de trabajo en la residencia de Argüello será una oportunidad
para repasar la relación bilateral, el presente de América Latina, pero también
la delicada situación política en la Argentina tras el intento de asesinato de
la vicepresidenta Cristina Kirchner. Estados Unidos condenó “enérgicamente” el
intento de magnicidio. |