Por Fernando Bertello - El
fenómeno La Niña, que por tercer año consecutivo afecta al país y que se
expresa en lluvias por debajo de lo normal, podría representar una pérdida de
hasta US$3300 millones considerando su efecto sobre el trigo ya sembrado y el
maíz y la soja que se plantarán, de haber condiciones, desde septiembre y
octubre próximos.
Como informó la nacion en una
recorrida por algunos lugares de la zona agrícola núcleo, con una visita a
Bigand (Santa Fe), Los Surgentes y Monte Buey (Córdoba) y Pergamino (Buenos
Aires), no solo se sembró menos trigo y ocurrirá lo mismo con el maíz, sino que
se aguarda una pérdida de rendimiento que terminará de agravar la situación.
Podría haber más soja respecto del ciclo agrícola pasado, que, no obstante, no
llegaría a compensar el impacto económico proyectado para la campaña.
Vale recordar que, según un
informe del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la
probabilidad de que continúe el fenómeno La Niña es de entre un 70% y un 80%
aproximadamente. El organismo reconoció que existe “un panorama crítico en
cuanto a la disponibilidad hídrica, particularmente en regiones del oeste y
norte de la región triguera”. Pablo Mercuri, director del Centro de
Investigación de Recursos Naturales del INTA, le dijo a este medio que el
efecto La Niña “claramente estará hasta fin de año”. De acuerdo con el experto,
el fenómeno “se comenzaría a debilitar” en enero próximo. Anteayer se
registraron precipitaciones sobre el sur de Entre Ríos y zonas del centro-este
bonaerense, pero no llegaron a la región agrícola núcleo afectada.
Según la Bolsa de Comercio de
Rosario (BCR), la siembra de trigo a nivel nacional se recortó de 6,9 millones
a 5,9 millones de hectáreas respecto del ciclo agrícola pasado, lo que
representa una merma de un millón de hectáreas. En la entidad consideran que, a
rindes promedio, un millón de hectáreas en el cereal puede dar por lo general
3,3 millones de toneladas. Además del recorte en trigo, la BCR ya prevé una
reducción de 400.000 hectáreas en maíz, a ocho millones de hectáreas. Para
tener en cuenta, en este cultivo 400.000 hectáreas pueden generar 3,2 millones
de toneladas, de acuerdo con los cálculos de la entidad. En este contexto, solo
con estos dos cultivos, y considerando la menor área sembrada y la producción
equivalente, hay que hablar de US$2100 millones. “Es lo que se deja de ganar”,
señaló Emilce Terré, jefa de la Dirección de Informaciones y Estudios
Económicos de la Bolsa rosarina.
En este contexto, Néstor
Roulet, productor agropecuario, consultor y secretario de Agregado de Valor
durante la gestión de Mauricio Macri, realizó un informe en el que estima una
pérdida de unos US$3300 millones, entre trigo, maíz y soja.
Roulet no sólo evaluó el
efecto de la menor siembra de trigo y maíz en hectáreas, sino también la
incidencia del factor Niña en cuanto a la pérdida de los rindes. En soja, en
tanto, tomó más área proyectada, pero menor rendimiento.
En cuanto al trigo, con un
recorte de 15% en el rinde versus el año pasado, y si la producción baja de los
23 millones de toneladas del último ciclo 2021/22 a los 17,7 millones de
toneladas proyectadas por la Bolsa rosarina para 2022/23 (5,3 millones de
toneladas menos), habría una pérdida de ingresos en divisas para el país de
US$1457,5 millones. Esto, considerando además que se pierde mercadería de
exportación.
En cuanto al maíz, el análisis
de Roulet habla de una merma productiva que podría superar los 7 millones de
toneladas contra la campaña pasada (de 51 millones a 43,3 millones de
toneladas), lo que en divisas representaría US$1771 millones menos.
Por otra parte, en el caso de
la soja se viene proyectando un aumento del área sembrada. Esto porque el
cultivo tomaría superficie que no se
pudo sembrar con trigo y que
se dejará de hacer con maíz. Vale tener en cuenta que la soja demanda entre el
50% y el 60% de la inversión que requiere el maíz y es un producto que está al
margen de las intervenciones del Gobierno para la “mesa de los argentinos”,
cosa que sí ocurre con el trigo y el maíz, cuyas exportaciones están
controladas.
En números, la oleaginosa
pasaría de 16,1 millones de hectáreas del ciclo agrícola pasado a 16,8 millones
de hectáreas en la campaña 2022/2023 [700.000 hectáreas más], pero, aun así,
con un 10% menos en el rinde previsto, se cosecharían 42 millones de toneladas,
200.000 toneladas menos que en la última campaña. Traducido todo lo anterior a
divisas, la pérdida económica en este cultivo significaría US$106 millones.
Para Roulet, la incertidumbre
generada por el Gobierno en el sector [en los últimos meses diferentes voces,
entre ellas la del presidente Alberto Fernández, amenazaron con un incremento
de las retenciones al trigo y el maíz] y la sequía llevaron a un “cambio en la
matriz productiva” del productor. “La gente va más a la soja”, apuntó Roulet.
“La incertidumbre planteada a
partir de las versiones de cambio en la política agropecuaria por parte del
gobierno nacional, sumada al evento climático de La Niña, tendrán un efecto
negativo para el ingreso de dólares en el país en el año 2023”, alertó.
Compensación por precios
En enero pasado, en plena
sequía que afectó a los cultivos de soja y maíz, la BCR calculó en US$2930 millones
el impacto negativo para los productores por causa de la caída del potencial de
rendimiento. Pese al efecto sobre la producción, hubo una cierta compensación
por el lado de los precios internacionales, algo que se ve en las estimaciones
de exportaciones. Considerando todas las exportaciones agroindustriales, cuando
finalice 2022 podrían entrar al país, según la entidad, US$41.716 millones,
US$3667 millones por encima del valor de 2021.
A los productores, más allá de
los números generales, la sequía les significa un impacto directo para su
economía particular. Para ejemplificar, el ingeniero agrónomo y productor
agropecuario Gabriel Pellizzon, que tiene un campo a cinco kilómetros de Los
Surgentes, Córdoba, estima que, de no haber un cambio significativo en el
panorama productivo, su rinde en trigo sería de 22 quintales por hectárea (en
la región el promedio suele estar en 45 quintales) y podría perder US$300
brutos por hectárea. “De ocurrir esto, estaremos trabajando a pérdida porque la
inversión que hice en insumos (fertilizantes, herbicidas, semillas y labores)
por hectárea fue de US$299,83, de los cuales las labores se llevan US$91,38 y
los insumos, US$208,44”, precisó.
Esto a pesar de que, aclaró,
la inversión de este año fue acotada, porque antes de iniciar la campaña se
planificaba una inversión de US$450 por hectárea. En rigor, a medida que las
condiciones del clima fueron empeorando se ajustó el presupuesto a los casi
US$300. Pellizzon redujo en torno de un 50% la superficie sembrada respecto de la
campaña pasada. Solo hizo 290 hectáreas.
Por su parte, el productor
José Luis Roca todos los años destina en su campo ubicado en las afueras de la
localidad de Bigand (Santa Fe) 33 de las 120 hectáreas que produce [25 propias
y el resto alquiladas a su familia] al trigo. En el resto suele hacer maíz y
soja. Este año, por la falta de humedad, no sembró el cultivo invernal. Estima
que dejó de tener un ingreso de unos US$36.000 netos.
Con la colaboración de Pilar
Vazquez |