Por Claudio Jacquelin - Llegó precedido por el calificativo mayúsculo de
superministro, pero de a poco, como el peso argentino, se fue encogiendo. Un
poco por decisión propia, para bajar expectativas, pero mucho más por la
constatación empírica de los límites que la realidad y sus propios socios
políticos le imponen. Sergio Massa suma una, negocia dos y recalibra tres. La
ecuación cabe para políticas, nombres y proyectos.
La designación, al final del domingo, de Gabriel Rubinstein como
viceministro de Economía, después de dos semanas de haber lanzado su nombre, es
un ejemplo cabal de las complejidades que debe sortear.
Pero mucho mejor lo expone el tuit del flamante funcionario, que expresó
un verdadero acto de contrición en busca de expiar y ser perdonado del pecado
de haber denostado a los principales referentes del gobierno que ahora
integrará, empezando por Cristina Kirchner y Alberto Fernández. En algo hay que
ceder. Ya lo dijo Groucho Marx.
La confirmación del reconocido economista y ácido tuitero conviene
mirarla así en el contexto en el que ocurre, de forma amplia.
La liberación de la vía para su llegada está precedida de una sucesión
de cabinas de peaje, advertencias y concesiones instaladas por el peronismo en
sociedad o coincidencia con el ultrakirchnerismo por las que se procura o se
exige a Massa pasar obligatoriamente. Cada uno aporta su madero destinado a la
construcción del corralito para contener al nuevo macho alfa de la manada
oficialista. Ante cada solución siempre hay un problema para ofrecer.
La semana que pasó dejó en evidencia que los recortes, ajustes o
“redistribución” (elijan ustedes su definición o eufemismo preferido) que tiene
que hacer la flamante gestión económica no admiten cirugía mayor, a pesar de la
gravedad y la urgencia de la situación. Caso por caso, porción por porción. Es
el mandato.
En la larga lista que conforman los gobernadores e intendentes oficialistas,
los gremios de todo pelo y color, los movimientos sociales y, sobre todo, el
cristicamporismo aparece un mantra que se contrapone al “ordenamiento fiscal”
que Massa promete y que, con la llegada de Rubinstein, se pretende acelerar.
“Con la mía no, Sergio”, es la coincidencia que los une y sobre la que no hay
controversias. Una reversión de “la patria es el otro”.
La reunión de la Liga de gobernadores y gobernadoras (Coqui Capitanich
dixit en el pie de una foto solo masculina), realizada el viernes en La Plata,
corporizó las barreras que el equipo económico debe sortear y en las que ha ido
dejando ya algunas cuotas de su ímpetu.
El melifluo y ambiguo apoyo al Gobierno que se manifiesta en el
documento de los mandatarios oficialistas no oculta sino que resalta la
exigencia de que no se corte el flujo de fondos ni se detengan la obras para
las provincias, entre otras manifestaciones y reclamos, al tiempo que se
demanda una lucha más eficaz contra la inflación. Todo muy explícito.
La realización del acto en la residencia que ocupa Axel Kicillof y la
precisión en algunos puntos del pliego de condiciones que suscribió “la peña de
los 13” revelan tanto el rol protagónico del anfitrión como la decisión de
marcarle el territorio a Massa desde adentro y a lo largo y ancho del país.
También, y tal vez más importante, expresa que Cristina Kirchner no es
ajena a la fijación de esas restricciones al ministro, al que avala desde el
silencio y con el que solo se mostró cuando todavía era presidente de la Cámara
de Diputados y no había asumido para manejar la economía. El gobernador
bonaerense no es un librepensador del equipo cristinista.
Es un hecho que Kicillof necesita un reaseguro para el envío de los
fondos que le dan viabilidad a su gestión y que el equipo de Massa prometió
sostener, a pesar de la necesidad de avanzar con “el ordenamiento fiscal”.
El gobernador bonaerense depende de ese flujo vital no solo para
mantener la gobernabilidad de la provincia, sino para sostener el futuro
político del cristinismo, amenazado en varios frentes, y para mantener vivos
sus sueños de ser reelegido.
Kicillof suele decir que la historia provincial le enseñó que los buenos
gobernadores son los que hicieron obras públicas. Y para eso necesita fondos de
la Nación. En su lista de ejemplos aparecen desde el conservador Manuel Fresco
hasta los peronistas Domingo Mercante y Eduardo Duhalde. Mensaje a los que
dicen que es dogmático.
Cristina presidenta
Para Kicillof aquellas son misiones irrenunciables. Más aún cuando
empieza a instalarse la idea de que “Cristina presidenta” puede ser un eslogan
del futuro y no solo un dato histórico. No importa que se trate de un acto
destinado a la acumulación de recursos de supervivencia, mientras desde el
Poder Judicial se avanza en la demolición de la inocencia de “la jefa”.
A esta altura del juicio oral en la causa Vialidad, la acusación de los
fiscales Diego Luciani y Sergio Mola parece devastadora en el plano ético, al
margen de las consecuencias penales que vaya a tener la acumulamás ción de evidencias
y pruebas.
Cada vez resulta menos verosímil hasta para los propios la afirmación de
que la fortuna de la expresidenta (y de sus hijos) es el fruto de la actividad
profesional de una “abogada exitosa”. Así es que muchos que conocen bien la
entretela de los tribunales ya dan por descontada una condena antes de fin de
año. Entre ellos parece contarse también la dirigencia cristicamporista, cuyos
creativos se han lanzado a instalar una campaña propagandística de defensa, que
incluye descalificaciones y virtuales amenazas.
No hay margen en tal contexto para poner en riesgo recursos que afectan
al capital simbólico de la vicepresidenta. Es tiempo de acumular y no de
ajustar. También en ese plano se exige una política expansiva. Massa ya sabe
que debe calibrar esa puja distributiva y no puede confiar en halagos o apoyos
retóricos. Aunque sigue confiando en su vínculo con el hijo Máximo, cada vez
hermético. Santa Cruz queda lejos y allí él parece tener puesta su mira ahora.
Por eso, el encuentro platense también opera como respuesta a las
advertencias de Massa para que ajusten o reduzcan sus demandas de fondos todos
los estamentos públicos que tienen una situación de holgura financiera.
Detrás de los mandatarios provinciales hacen fila para resistir la embestida
recortadora los intendentes y funcionarios de organismos que cuentan con fondos
líquidos. Plazos fijos, resumió el ministro. Son intentos de desafilar todos
los instrumentos punzocortantes de la valija de herramientas massista que
puedan atentar contra las cajas que controla el cristicamporismo.
Stanley o Cristina
Tan estrecho es el margen de tolerancia que tienen los
ultrakirchneristas que rápidamente salieron al cruce en manada de una
sugerencia o demanda (no muy diplomática) del embajador de Estados Unidos.
Marc Stanley había reclamado que se concrete pronto y no después de 2023
la amplia alianza política propuesta por Horacio Rodríguez Larreta, que
permitiría adoptar medidas que faciliten la llegada de inversiones
norteamericanas en sectores estratégicos. Lo mismo que impulsa y promete Massa.
El buen amigo Stanley pasó de inmediato a llevar por apellido el de Spruille
Braden, un predecesor suyo, que en 1945 fue instituido como el enemigo a vencer
por Juan Domingo Perón. Entonces, la consigna fue “Braden o Perón”. Tal vez
ahora más que una descalificación es posible que se trate de una expresión de
deseos retro. “¿Stanley o Cristina?”.
Los moderados propios o ajenos no tienen lugar en ese escenario y hay
que cortar cualquier posible acercamiento o refuerzo de viejos vínculos.
Cristinistas, macristas y lilitos a veces tienen más coincidencias operativas
que los principios que los diferencian.
En el mismo sentido se advierten los movimientos en la arena sindical.
La llegada del ultrakirchnerista Walter Correa al gabinete bonaerense se dio en
paralelo al apoyo que desde el Instituto Patria (custodiado por gente del
flamante ministro gremial) baja hacia los sindicalistas más combativos que
cuestionan o resisten cualquier atisbo de “ordenamiento fiscal” que pueda
afectarlos.
La plasticidad que muestran Massa y los suyos para no quedar
encorsetados encuentra siempre un tackle para frenarlos. Desde el canal
público, anteayer la irrefrenable Hebe de Bonafini se encargó de demoler la
definición de “redistribución de subsidios” que pretendió instalar la titular
de AySA y esposa ministerial, Malena Galmarini.
La locuaz e incisiva Madre de Plaza de Mayo advirtió sobre el impacto
que tendrá el ajuste de las tarifas en el precio de bienes básicos, como el
pan, y su efecto en los bolsillos de los sectores populares. Sobran los antecedentes
de voces excéntricas del ultrakirchnerismo que ofician de voceros u oráculos de
lo que se piensa en el centro del poder cristinista. No sería la primera. Ni la
última.
Tal vez esas expresiones no se remitan a lo que ya se decidió, sino que
tal vez tengan carácter preventivo por lo que podría venir. Es una obviedad que
con lo hecho no alcanza y que el impacto de lo realizado será mayor de lo que
se dijo.
Según señala el último informe de la consultora Equilibra, “el impacto
inflacionario directo del incremento de las boletas de electricidad y gas
alcanzaría 1,6 puntos porcentuales distribuidos a lo largo de septiembre,
noviembre y enero de 2023”, y a eso “cabe agregar casi medio punto de presión
inflacionaria por el resto de los ajustes”.
Equilibra, entre cuyos directores se cuentan dos economistas que Massa
intentó, sin éxito, sumar a su equipo, advierte además que “esa cifra no
incluye el impacto indirecto del aumento del costo del suministro de
electricidad de los comercios sobre el precio final de los bienes y servicios
que estos venden”. Sobre eso alertaba Bonafini a los propios.
Al mismo tiempo, el documento de la consultora señala que el efecto en
la reducción del déficit de esa reconfiguración tarifaria estará muy lejos de
hacer un aporte sustancial este año para lograr lo que exige el acuerdo firmado
con el FMI.
La liberación de otro tramo de los fondos de ese organismo en la próxima
revisión es crucial para el plan de Massa. Para ello deberían cumplirse o estar
más cerca de cumplirse los compromisos asumidos. O contar con un tratamiento
excepcional.
De cualquier manera, se necesita buena voluntad de parte de los mismos a
los que el cristicamporismo destrató duramente esta última semana. Doble
esfuerzo.
El viaje que el lunes próximo emprenderá Massa a Estados Unidos puede
resultar decisivo. Aunque allí ya conocen bien a la Argentina y a la actual
administración. Deberá llevar algo más que promesas.
Entre otras cosas, tendría que demostrar que está en condiciones de
ampliar o saltar el corralito en el que lo quieren recluir sus propios socios.
Y que, efectivamente, el humo que se abatió sobre la ciudad es solo de los
pastizales quemados en el Delta.ß
“La peña de los 13” gobernadores, con la venia cristinista, fijó
condiciones al ajuste massista
Avanza la instalación de la candidatura de Cristina Kirchner
Los aumentos
tarifarios impactarán en la inflación, pero reducen poco el déficit |