Por Claudio Jacquelin - La luna de miel concluyó en la noche de bodas.
La semana que empieza Sergio Massa afrontará el primer test que están esperando
los tomadores de decisiones económicas, financieras y políticas.
Hasta dónde llegará el recorte del gasto público y qué áreas afectará es
la prueba ácida que deberá atravesar el ministro para demostrar cuál es el
nivel de soporte político y capacidad de acción con que cuenta.
El resultado de la reunión que tendrá Massa pasado mañana con los responsables
administrativos de todos los ministerios y un detalle de los gastos que
limitará es el termómetro que todos quieren ver.
Las dificultades y demoras para completar el equipo, integrado hasta hoy
por debutantes en las grandes ligas, el anuncio de medidas aisladas y la
declaración de (buenas) intenciones, sin llegar a conformar un plan económico,
no lograron despejar las dudas de los escépticos y ejercen un efecto
devaluatorio sobre el entusiasmo inicial de los ilusionados. Queda la confianza
de los interesados.
Las reacciones positivas de las primeras 48 horas en el universo
financiero, que Massa y su equipo adjudican celebratoriamente a su llegada a
Economía y a sus anuncios iniciales, son matizadas fuertemente por los
operadores. El entusiasmo massista tiende a ser relativizado. Esta vez (como
otras) con argumentos que el massismo suele desechar. La historia, el
currículum y el prontuario generan sesgos cognitivos.
La conjunción de situaciones internacionales coincidente con la asunción
del ministro es considerada tan influyente (o más) en la suba de los activos
argentinos y en la baja de los dólares alternativos y del riego país como la
decisión de ajustar las tarifas por encima de lo esperado y subir la tasa de
interés anunciada por Massa. Un cóctel de aspirinas, paracetamol e ibuprofeno y
una sesión leve de radioterapia. Es todo por ahora. Los efectos adversos no
tocan ningún órgano vital de la coalición gobernante. Eso debería empezar esta
semana.
Por eso, quienes toman decisiones e influyen en la marcha de la
economía, las finanzas y la política tienen puestas ahí sus miradas. Tanto como
en los avances de las negociaciones para obtener liquidaciones anticipadas de
divisas por parte de los exportadores de los sectores agroindustrial, minero y
petrolero. A los 310 millones de dólares que ya prometieron empresarios
pesqueros, el massismo espera sumar 800 millones de las economías regionales,
más de 2000 millones del complejo cerealero-oleaginoso y el resto del sector
extractivo para llegar a los 5000 millones que se anunciaron como meta.
El equipo económico deja trascender conversaciones avanzadas con algunos
grandes empresarios de esos sectores para que estrenen las cuentas especiales
que se crearán para depositar los adelantos de exportaciones con algunas
ventajas y garantías a la hora de recuperarlos. Casi un desdoblamiento.
El optimismo que emana al respecto tiene visos de verosimilitud en los
casos puntuales a los que se refieren en Economía. Algunos de los mencionados
vienen invirtiendo ca desde hace casi una década en la carrera política del
tigrense. Su esponsoreado está ahora en mejores condiciones que nunca (el
futuro siempre es incierto) de tomar decisiones que podrían darle un buen
retorno a esa extensa inversión.
En el caso del sector agropecuario las conversaciones se han limitado a
las entidades de la Mesa de Enlace, que, salvo algunas excepciones, representan
a un abanico heterogéneo de productores sobre los que no tienen autoridad para
determinar sus decisiones.
En cambio, no se ha formalizado la negociación con la poderosa
Ciara-CEC, que reúne a la industria aceitera y a los exportadores de cereales,
y estaría en mejores condiciones de desatar el nudo. Todo indica que Massa
prefiere charlas personalizadas. De todas maneras, si logra que anticipen la
liquidación será una apuesta de corto plazo, ya que significaría un aumento
transitorio de las reservas. Capital simbólico. Algo hay que mostrar.
La demora en la conformación del equipo de Energía y en la designación
del viceministro de Economía también ha sido motivo de inquietud. Aunque la
primera fue saldada anoche a favor de Massa. No obstante, el proceso ha estado
viciado por los zigzagueos, reafirmatorios de los prejuicios que rodean al
líder del Frente Renovador.
La promesa de que mañana se develará el nombre del segundo de Economía
es otro test de ingreso que Massa tiene pendiente. Con malicia, un economista
opositor advierte que sobre el riesgo de no tener aún un secretario de Política
Económica de envergadura porque “así como Alberto (Fernández) se cree un buen
abogado, Sergio parece creerse un buen economista”.
El carácter estratégico de esos cargos y áreas, de acuerdo con los
lineamientos del propio ministro debutante, demandaba definiciones claras y
urgentes que el ministro no pudo o no supo dar en las primeras 72 horas. El
poder sigue siendo un bien ganancial. Las dilaciones o las idas y venidas son
argumentos que esgrimen a modo de justificación varios convocados para sumarse
a la gestión, que no solo rechazaron la propuesta, sino que se ocupan de hacer
saber la distancia que mantienen con el experimento en marcha. Algunos agregan
que rechazaron tentadoras ofertas de beneficios a futuro. No hay detalles de
las supuestas rentas extraordinarias ofrecidas. La leyenda continúa.
“Hay mucha improvisación y ningún programa”, dice un economista que
Massa contaba como propio antes de llegar al cargo y que niega ahora ser fuente
de consultas en estas horas, como afirman en el entorno del tigrense. Los
nombres de Martín Redrado, Miguel Peirano y Emmanuel Álvarez Agis siguen
ofreciéndose como garantes de calidad. Pero dos de los tres mencionados niegan
haber tenido diálogo sobre las decisiones tomadas o por tomar. El tercero
prefiere un prudente silencio público, y en off the record solo dice: “Tenemos
diálogo y le digo qué opino sobre la economía. Ni mucho más ni mucho menos”.
Los que niegan cualquier vínculo con la gestión naciente coinciden en
cuestionar la ausencia de un programa integral. “Sin un plan discutido a fondo,
del que se evalúen los efectos y consecuencias no deseadas, así como el soporte
político que incluya a la oposición, no es imaginable ningún cambio
sustancial”, dice uno de los que alguna vez el ministro mostró como propios.
La gestión en marcha
En contrapartida, Massa ofrece su hiperactividad y capacidad de decisión
como elementos disuasorios frente a los agnósticos.
Durante el fin de semana, sus colaboradores destacaban la recepción de
mensajes del tigrense casi sin solución de continuidad, con un lapso de
interrupción de apenas cuatro horas: la ventana de sueño no va más allá de las
3 a las 7 AM. Ante tanto desvelo, al eclipsado Alberto Fernández seguramente le
vendrán a la mente los versos de otra canción de Luis Alberto Spinetta: “Ana no
duerme//Juega con nada//Tal vez mañana//Despierte sobre el mar”. Sueños de
justicia poética.
Los primeros resultados que muestra el massismo son las acciones contra
700 empresas por importaciones presuntamente irregulares por más de 1200
millones de dólares. Aunque en el equipo de Massa advierten que aún resta
determinar cuántas son ilícitas, ya que las triangulaciones en sí mismas no lo
son. También le bajan la expectativa al impacto noticioso. Los involucrados no
serían los grandes especuladores, como le gustaría ver a Cristina Kirchner. “Es
una guerra de guerrillas de medianos y chicos”, explicó un funcionario.
Por último, la gran apuesta está centrada en el recorte de los subsidios
en agua y energía. Según Massa, representaría un ahorro anual de $500.000
millones, que es lo que necesita para entrar en el régimen de déficit acordado
con el FMI. El problema es que ya se consumieron dos tercios del año, por lo
que para este período el esfuerzo deberán hacerlo otras áreas del Estado y de
los organismos y empresas públicas.
De todas, maneras, hasta los escépticos auguran días de tranquilidad,
cuya duración nadie se anima a pronosticar. “Entre el ajuste de las tarifas y
la suba de tasas, el mercado se va a moderar”, dice un economista al que no le
sobra optimismo a mediano plazo, que en la Argentina de estos días no llega a
fin de año.
Otro de los expertos que Massa dice consultar pronostica una estabilidad
temporal de las variables financieras. Aunque rápidamente advierte que si se
logra, el efecto será “un estancamiento con alta inflación. La mediocridad
económica es el mejor escenario posible que le espera”, sentencia.
No es eso lo que soñaron los socios mayoritarios de la coalición
gobernante. Cristina Kirchner y La Cámpora dieron aval a la llegada de Massa
con la expectativa no solo de estabilizar la economía. Menos a fuerza de ajuste
del consumo, los salarios y las obras públicas, como parece ineludible. La puja
distributiva solo está silenciada. Expectante.
No es el mejor escenario para un año electoral que empezará pronto. Por
eso muchos se preguntan si Massa intentará ir por la recuperación económica o
dará por cumplida su misión con la estabilización. Se trata de objetivos y
tiempos muy distintos. El reloj ya avanza hacia la hora de la verdad.ß
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