Por Javier Blanco - El directorio del Banco Central (BCRA) aprobó dos
nuevas medidas para intentar alentar el ingreso y la liquidación de dólares,
iniciativas que, espera, ayuden a cambiar la inquietante dinámica que muestra
la plaza cambiaria actualmente. Son iniciativas que están vinculadas al acuerdo
que el flamante ministro de Economía, Sergio Massa, dijo tener con las cadenas
de valor de la pesca, el agro y la minería –entre otras- para que adelanten la
liquidación de exportaciones e ingresen “en los próximos 60 días un total de
US$5000 millones”.
En primer lugar, el BCRA aprobó la emisión de una letra en dólares
destinada a estimular el ingreso de fondos externos para prefinanciación de
grandes exportadores, un mecanismo por el que los bancos que operen en comercio
exterior y pujen por captar divisas ingresadas en el marco de este esquema puedan
calzar el depósito captado por un monto equivalente con dicho instrumento y
obtener del BCRA además una remuneración, al estilo de la que ya reciben
mediante las letras de liquidez (Leliq) en pesos para costear el pago de
intereses de los plazos fijos.
En este caso la precondición es que los dólares captados por el
exportador queden depositados en el sistema financiero local por 180 días
(aunque con posibilidad de precancelar) en una cuenta en moneda extranjera
remunerada con lo que pague el regulador.
Además, habilitó el acceso a las cuentas a la vista con ajuste dollar
linked a los exportadores que “anticipen en más de treinta días la liquidación
respecto del plazo determinado para cada sector”, con lo que amplió el alcance
del beneficio concedido la semana pasada a los productores sojeros. El
mecanismo, explican en la entidad, asegurará que las empresas que anticipen la
fecha de liquidación (lo que le permitirá al ente rector tener una mejor
planificación del ingreso de divisas) “tengan la seguridad de que van a recibir
el cambio a pesos actualizado a la fecha en que efectivamente liquiden esa
exportación”.
Un mar de incertidumbre
Por Claudio Jacquelin – Si la misión primordial de Sergio Massa como
ministro de Economía era la generación de confianza y previsibilidad, el
resultado de las primeras 24 horas indica que deberá seguir trabajando duro
para cumplir con los objetivos. Previsible, pero no tanto.
Los anuncios realizados tras su asunción y el primer día hábil como
titular del Palacio de Hacienda no alcanzaron a cumplir aún con una de sus
prioridades. También en el rubro de la previsibilidad el déficit apenas se
contrajo. Un escenario definido con filosa ironía por un empresario al que le
sobraban expectativas por la llegada de Massa: “Son apenas unas gotas de
certezas sobre un océano de incertidumbre”.
Una mayoría de inversores, empresarios y dirigentes de la oposición
consideran que el mensaje del nuevo ministro dio señales de racionalidad sobre
todo en el plano fiscal, exhibió un diagnóstico realista y mostró la decisión
de adoptar un rumbo en la dirección correcta para corregir los principales
desequilibrios económico-financieros. Sin embargo, la falta de precisión en los
anuncios( a excepción dela reducción de los subsidio sala energía) y el sobre dimensionamiento
ola discutible viabilidad de algunas soluciones presentadas redujeron
expectativas y ahondaron algunas dudas.
“Fueron enunciados de aspiraciones de medidas a las que todavía parece
que no solo le falta la letra chica, sino hasta la letra grande”, resumió un
inversor, que, sin embargo, confía en que el tigrense logrará su objetivo de
mínima: estabilizar un avión que caía en picada. Los de máxima, como reencauzar
la economía o resolver algunos problemas estructurales, aparecen mucho más
borrosos, cuando no casi descartados.
De todas maneras, el desplazamiento del centro de gravedad de las
expectativas, de la deriva procrastinadora de Alberto Fernández a la decisión e
hiperactividad del ministro, implica un cambio de escenario sustancial. Casi un
golpe (de timón). El capital inicial con el que llegó Massa sigue operando como
el mejor soporte para su debut. Su inventiva, su capacidad de trabajo, su
audacia, su ambición, sus contactos con el establishment político, económico y
financiero, de la Argentina y de Estados Unidos, más su apuesta a todo o nada
operan como el gran activo para contrapesar algunos hechos que defraudaron o
moderaron ilusiones.
También hicieron su aporte el silencio o el moderado apoyo del
cristicamporismo. La puesta de la radicalización en el freezer frente a los
anuncios de ajustes mejoró el clima a favor del nuevo ministro.
Empero, el largo tiempo en el que Massa se instaló como aspirante a
“superministro de Economía” había generado expectativas sobre la envergadura de
los integrantes de su equipo así como sobre las soluciones que podría tener
preparadas para cuando le llegara la hora. Las preguntas de la conferencia de
prensa tras la jura desnudaron varias precariedades y cierta improvisación. La
sostenida dificultad para encontrar un secretario de Política Económica
profundizó la sensación de cierta endeblez. La necesidad de contar con un
macroeconomista en el rol de viceministro, que compense baches técnicos del
político y abogado, adquirió carácter de clamor.
Las decisiones más celebradas, así como las ausencias más destacadas, de
las primeras medidas resaltan tanto las cualidades como las falencias del nuevo
equipo económico. La combinación de decisión política y expertise específico
parece explicar la profundidad del ahorro del gasto en subsidios que se
presentó, mucho más duro que el que no pudo llevar a cabo Martín Guzmán.
La contracara de esa moneda es la falta de precisiones de las medidas
para angostar la brecha cambiaria o las menciones sin detalles de posibles
soluciones para reforzar las reservas y para obtener los recursos que permitan
financiar el déficit.
Los especialistas consideran viables de alcanzar las metas inmediatas de
ingreso de divisas o los índices de refinanciación de los pasivos que Massa
dio, aunque no todo por mérito propio y de sus medidas. En el primer caso
consideran que entre las liquidaciones estacionales habituales de los
exportadores y el desembolso de fondos de organismos multilaterales ya
acordados se podría llegar al monto de alrededor de siete mil millones de
dólares que anunció.
En segundo lugar, a nadie sorprende la disposición a aceptar un bono de
más largo plazo para la renovación de la deuda en pesos de parte de los
tenedores del 60% del monto por vencer, a la que se refirió Massa.
Casi todos esos papeles están en manos estatales. A sus administradores
no les quedan más remedios, incluidos los que pertenecen a los sectores más
refractarios a las ideas de Massa. En La Cámpora ya empezó el operativo
justificación. Habrá que ver qué pasa cuando los recortes lleguen a sus cajas.
Por ahora todos confían en la destreza para la gambeta de Massa.
En cambio, asoman más improbables las supuestas ofertas de
financiamiento externo. “En Wall Street no quieren oír hablar de la Argentina
al menos por seis meses. Mucho más después de que muchos dueños o ejecutivos de
fondos interrumpieron sus vacaciones para escuchar a una ministra (por Silvina
Batakis) que estaba renunciada antes de volver a su país”, explica un argentino
que opera en esa plaza y que pasó por esa circunstancia sin poder explicarles a
sus pares norteamericanos la tragicomedia puesta en escena por el Gobierno, que
los tuvo de espectadores. “Veníamos demasiado mal y terminaron de arruinarla”,
explica el inversor.
Igual de improbables son vistas las operaciones conocidas como RIPO a
las que se refirió el ministro, que consisten en la venta de activos a cambio
de dinero con el compromiso de recomprarlos posteriormente. Los especialistas
en la materia aducen que dada la situación de la Argentina sería muy
complicada, lenta y muy cara, ante el escaso valor de los bonos soberanos o de
los activos argentinos en manos del Estado que se necesitarían entregar para
obtener un monto significativo de los tan deseados dólares. Mucho para muy
poco.
La excepción para destrabar más rápido y con menos costo un RIPO serían,
según los especialistas, algunos activos que podrían tener cierto atractivo
para algunos fondos. La contraindicación es que para el cristicamporismo
resultarían equiparables a las joyas de la abuela. Como las acciones (aunque
devaluadas) en poder del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de la Anses
y, sobre todo, las reservas en oro.
Nadie imagina que el giro pragmático de Cristina Kirchner y los suyos
pueda llegar a tanto. Aunque a Massa, otra vez, no le temblará el pulso. Podría
encontrar argumentos en sus orígenes políticos en el liberalismo de Álvaro
Alsogaray y en el menemismo privatista. No sería el momento para esgrimir esos
antecedentes frente a los ahora silentes ultrakirchneristas. No hay tolerancia
a la sobredosis de sapos. De a uno por vez, mientras dura el pánico.
De todas maneras, los observadores no descartan que la inventiva de
Massa pueda guardar más jugadas temerarias. Su sola asunción es vista como un
acto de audacia y no solo como su última jugada posible. Algunos inversores y
empresarios cercanos lo celebran y otros más lejanos admiran su arrojo tanto
como son muy cautos respecto de sus resultados finales.
Un rezo por Massa
“Lo de Massa es un auténtico Hail Mary, como se llama en el fútbol
americano a un pase desesperado, de muy larga distancia y en última instancia,
con bajas probabilidades de terminar en una anotación. Es la última chance y es
probable que para durar y llegar a puerto le alcance. Aunque parece difícil que
le sirva para ganar el partido”, sostiene un fanático del deporte
estadounidense con fuertes intereses en el país.
Hail Mary es para los católicos de habla inglesa el Ave María, rezo
católico a la madre de Jesús para que interceda por las almas de los orantes
“ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. Última instancia. Aunque nadie
espera un milagro. Todos se contentan con evitar el infierno. De allí la
tolerancia a esta medicina amarga que para la grey cristinista significan
algunos anuncios.
El explícito aval que dio Massa en su presentación a las auditorías a
los movimientos sociales que había lanzado sin demasiados apoyos el ministro de
Desarrollo Social, Juan Zabaleta, suena como un leading case que celebran los
que claman por un manejo transparente y eficiente de los recursos públicos y
recelan o directamente rechazan las organizaciones propias y ajenas.
Las inspecciones, cuyos primeros resultados se esperan para fines de
este mes, pueden tener efectos colaterales. Un sector de los movimientos es uno
de los pocos soportes que le quedan al degradado Presidente. Todo un desafío.
Fernández aún conserva el principal atributo presidencial: la lapicera. Tanto
para usarla como para no usarla, que es lo que mejor ha sabido hacer. La viralización
por parte de allegados al ministro de la foto en la que Fernández se va
cabizbajo y solitario del acto de entronización de Massa no pareció un gesto de
prudencia.
Frente a tantas incógnitas, el pronunciamiento con algunas críticas
moderadas de la oposición cambiemita a los primeros anuncios tuvo ecos
disímiles, incluso puertas adentro de esa alianza. Algunas dirigentes preferían
el silencio hasta contar con más elementos y resultados para opinar. La
expectativa de éxito es baja en el mediano plazo, pero un poco mejor en el
corto. Al menos hasta el Mundial, como quiere el nuevo ministro.
Esos cambiemitas moderados quieren evitar darle la razón a un hombre de
negocios que sostiene que “la grieta es como la brecha cambiaria: paraliza
todas las operaciones”.
Esperar y ver es para muchos la consigna. Tiene lógica. La tenue
llovizna de certezas sobre el océano de incertidumbre obliga a la cautela. Si
lo que necesitaba Massa era tiempo, lo está logrando. Aunque no sea por las
mejores razones. |