Por Marcelo Elizondo - Como ocurre cada año, el Banco Mundial ha
publicado sus datos comparando la intensidad de la participación del comercio
internacional en las diversas economías del planeta. Argentina fue, en el
último registro anual (2021), el país de menor relación del comercio
internacional (exportaciones más importaciones) con su producto bruto en
nuestra región (28,7%, contra 49,3% en el total de Latinoamérica). Nuestra
participación en el comercio internacional planetario de bienes ronda 0,3% (era
0,4% cuando comenzó el siglo y 0,8% en la mitad del siglo pasado). Y a esa
debilidad debe agregársele la relativa al comercio internacional de servicios,
en el que nuestra participación planetaria fue de apenas 0,15% (la mitad de la
lograda en el no muy generoso de bienes).
Las relaciones económicas internacionales son múltiples y dinámicas, e
integran numerosos flujos. Por caso: tenemos una cuasiobsesión con
la balanza comercial de bienes, que en 2021 logró un superávit de más de
US$14.000 millones, pero que en el primer semestre de 2022 solo ha llegado a
unos 3000 millones -aun con un alza de las exportaciones, que es menor que el
de las importaciones-. Y ello hace suponer que el saldo favorable de
este año será de la mitad que año anterior.
No debe descuidarse la balanza comercial de servicios (deficitaria), que
resta a aquel saldo en los bienes. En realidad, los países que funcionan
normalmente generan procesos de ingreso y salida de divisas múltiples:
comercio internacional de bienes, comercio internacional de servicios, flujos
por rentas y por transferencias internacionales, movimientos de capitales y
operaciones financieras transfronterizos. Pero la Argentina padece
disfuncionalidades que la hacen muy débil en muchos de estos movimientos y
extremadamente dependiente de uno: la balanza comercial de bienes.
Así, padecemos la consolidación de un sistema de débil vinculación
externa. Nuestro stock de inversión extranjera directa representa (en 2021)
solo 0,22% del total mundial (unos US$98.000 millones, una cifra
absoluta inferior a las de México, Brasil, Chile, Colombia y Perú). A la vez
que nuestra marginalidad financiera nos aleja de los mercados
respectivos.
Padecemos una doble restricción: los argentinos que cuentan con dólares
prefieren alejarlos de un ámbito público opresivo; y los que quedan dentro del
sistema lo hacen forzados y basados en que no tienen más opciones fácticas.
Las causas
Hay, principalmente, cuatro causas de estos malos resultados en el
ambiente público:
Debilidad institucional que no garantiza derechos subjetivos
(inseguridad en términos de propiedad privada, plena vigencia de contratos
autónomos, resolución de controversias con garantía de objetividad legal).
Desorden macroeconómico (especialmente en los planos fiscal, monetario,
cambiario) que desincentiva proyectos empresarios de mediano y largo plazo
Un sistema regulativo rigidizado incompatible con una economía mundial
innovativa (el índice internacional de calidad regulativa apenas nos pone una
calificación de 3 en un rango de 0 a 10)
Una ausencia de arquitectura vincular internacional, especialmente por
escasez de alianzas económicas con otros mercados. El 60% del comercio
internacional planetario se genera entre países que han celebrado acuerdos de
apertura reciproca, mientras solo 15% de nuestras exportaciones ingresan en
mercados con esas preferencias. Más de 350 acuerdos de integración entre países
están vigentes ya en el planeta y más de la mitad de ellos se firmó en los
últimos 20 años, mientras que la Argentina no ha participado mayormente del
este proceso.
Pero a ello hay que agregar razones propias del ámbito privado:
padecemos una bajísima tasa de inversión que nos desacopla de la evolución
tecnológica, apenas contamos con 6 de las 100 mayores
multinacionales latinoamericanas, solo unas 60 empresas exportan
más de 100 millones de dólares por año y nuestra competitividad sistémica cae
año a año.
Para competir
Hay, al menos, siete atributos competitivos propios de las empresas
exitosas en la nueva economía internacional:
-Desarrollo de estrategias acertadas con tácticas flexibles
-Participación efectiva en redes sistémicas de alianzas transfronterizas
-Una oferta innovativa de prestaciones y no solo de productos (y esas
prestaciones están enfocadas a la generación de valor en el cliente -outcomes-
y no solo en la venta de algo -outputs)
-Capacidad creciente de acción dentro de los parámetros de la nueva
economía de los intangibles
-Acreditación de estándares de calidad a través de la certificación para
requisitos públicos pero también privados
-Generación de reputación empresarial (la empresa es mas importante que
el producto)
-Presencia permanente (no ocasional).
-Pues nuestro sistema desincentiva lograr estas
virtudes.
El planeta asiste a una profunda transformación económica en la que
conviven cinco tendencias simultaneas: una sustancial transformación
tecnológico-productiva a través del desarrollo de la economía del capital
intelectual; el poderoso liderazgo de las empresas más innovativas (aun por sobre
el poder político nacional) que -además- conforman “ecosistemas”
internacionales creativos múltiples; una creciente incidencia de la geopolítica
en los negocios que obliga a los países a generar nuevas estrategias; una mayor
exigencia en materia de estándares y requisitos de calidad para competir dentro
de las “global innovation netwoks” y la consecuente volatilidad e inestabilidad
que son efecto de movimientos coyunturales pero también estructurares.
La
mejora en la posición argentina en el índice del Banco Mundial (lo que
generaría mejoras en la condición general de nuestra economía) requerirá, pues,
de mucho mas que una mera corrección de desajustes de la coyuntura (requisito
necesario) y dependerá de la implementación de un nuevo
modelo. |