Por Francisco Olivera - Sobre la calle Hipólito Yrigoyen, a la hora del regreso laboral de
transeúntes indiferentes a lo que estaba pasando en el Museo del Bicentenario,
la extensa fila de autos oficiales y los bombos y pancartas de militantes del
Frente Renovador fueron lo más elocuente de una tarde de contrastes. Igual que
la extensión del acto de jura de Sergio Massa: brevísima en relación con tanta
pompa.
El nuevo ministro inicia la gestión cercado por
múltiples dificultades. La más elemental es inherente a las extravagancias de
esta administración: debe trabajar con un reparto de poder invertido, debajo de
un presidente al que duplica en capacidad de maniobra. “Para esto lo convoqué a
Sergio”, lo presentó ayer Alberto Fernández, como para contribuir con la
ficción.
El otro escollo de Massa es obra de su estilo
personal: tiene que conformar con resultados concretos la enorme expectativa
que generó. A parte de la dirigencia política que se acercó en la tarde de ayer
a ovacionarlo le bastará probablemente con que frene la corrida; para el resto,
incluidos algunos empresarios que estaban ahí, y ni hablar de los asalariados,
ese objetivo es demasiado exiguo ante la magnitud de los problemas y lo que queda
del mandato. “No viene a cumplir un plan; en todo caso, a tomar medidas
parciales”, dijo a la nacion el dueño de un grupo nacional.
Lo primero que los anuncios dejan entrever es
urgencia por conseguir dólares. Eso ya se advirtió no solo en la confección de
la próxima gira de Massa por el exterior, sino también en recientes sondeos
para decisiones que en estos días ya encontraron inconvenientes. Entre ellas,
una que había trascendido la semana pasada: la posibilidad de ofrecerles a
empresas las acciones que, después de la estatización del sistema previsional,
quedaron en poder de la Anses. Hay dificultades jurídicas para esas operaciones,
que combinan desembolsos al contado y compras a futuro. El ministro apuntará,
en cambio, a revalorizar la cartera financiera de la Anses recomprando bonos
dolarizados que están en poder de los bancos.
Tampoco le fue sencillo conformar su equipo. Hay
economistas que, ante las exigencias que incluían convocatorias para áreas
específicas –la Comisión Nacional de Valores, la Superintendencia de Seguros,
etc.–, rechazaron la invitación. Todavía falta, por ejemplo, definir quién
sería el secretario de Política Económica.
La impresión es entonces que Massa deberá contar
con lo que hay. Y que ese menú incluye un aspecto medular: el humor que cada
una de sus decisiones provocará
¿Qué margen habrá para concretar correcciones
impopulares?
en el Instituto Patria. “Ya sabemos lo que hace el
escorpión, no bien junto con la rana empiezan a cruzar el río –contestó a la
nacion uno de los nuevos secretarios–. ¿Pero entonces qué íbamos a hacer? ¿No
asumir?”.
Poco margen
Algunas de las respuestas son obvias, y otras,
prematuras. ¿Qué margen habrá, por ejemplo, para concretar en adelante
correcciones impopulares como quitas de subsidios o una mayor depreciación del
tipo de cambio? “No se crea, Kicillof ya devaluó en 2014”, se esperanzó uno de
los funcionarios que acompañan desde el principio a Alberto Fernández.
Pero son las mismas incógnitas que tuvieron Martín
Guzmán y Silvina Batakis. La diferencia consiste en que esta vez Cristina
Kirchner parece haber tomado nota de la gravedad de sus objeciones. ¿Pasará
entonces del silencio al respaldo explícito? Hasta ahora, el aliado más
inmediato de Massa parece estar fuera del Frente de Todos: Horacio Rodríguez
Larreta, que lo viene definiendo como un dirigente decisivo para construir
consenso en un eventual gobierno de Juntos por el Cambio.
Es algo. Pero también una doble tentación para
kirchneristas propensos a observar los pasos de la nueva gestión a la
distancia, sin involucrarse, y a resguardarse en todo caso para tiempos mejores
o aventuras electorales propias. Llegado el caso, si Massa fracasa, perdido por
perdido, habrá incluso un candidato menos. ●
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