Por Maia Jastreblansky - Sergio Massa estiró el brazo y agarró un vaso
de plástico y tragó el agua rápidamente. Con gesto adusto, se secó la cara con
un pañuelo de papel. Dirigentes, concejales, legisladores y militantes le
tironeaban del saco, lo abrazaban y le pedían fotos. “Borombombón, borombombón,
somos el Frente Renovador”, comenzaron a cantar sus fieles. Massa rechazó con
el dedo. “Dije que no”, los silenció.
Minutos atrás, Massa acababa de jurar como ministro de Economía ante
Alberto Fernández. Ninguno podía disimular lo que estaba pasando: además de
asumir el cargo, el tigrense inauguraba la última aventura del Frente de Todos
para intentar revertir una crisis terminal y torcer un final cantado.
Con esa expectativa lo vivieron, no solo los massistas, sino muchos
funcionarios, dirigentes del kirchnerismo y del panperonismo que asistieron.
Varios colaboradores de la Casa Rosada calculaban que ni cuando asumió el
primer gabinete de Fernández hubo tanta gente en el Museo del Bicentenario. Se
estimaban más de 700 personas.
Mientras los invitados se agolpaban para entrar, Massa subió al despacho
presidencial con su esposa, Malena Galmarini, y sus hijos. Allí Fernández
estaba con la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el secretario
general de la Presidencia, Julio Vitobello; el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel
Olmos; la portavoz Gabriela Cerruti, y el ministro de Seguridad, Aníbal
Fernández, cada vez más integrado a la mesa chica presidencial. Luego Fernández
y Massa se quedaron a solas para repasar el discurso que Massa daría en el
Palacio de Hacienda y las medidas.
“Veo a muchos empresarios, a gremialistas y a gente de la política.
Tenemos una gran oportunidad como país. No la dejemos pasar por alto”, dijo
Fernández en el discurso de tres minutos que luego, en el Museo, emitió para
entronizar a Massa y entregar, en ese instante, una enorme cuota de poder. El
Presidente le dedicó un especial agradecimiento a Silvina Batakis y a Daniel
Scioli, quienes se habían zambullido en la gestión sin saber que eran ministros
de transición, además de a Julián Domínguez.
Cuando la cuestión protocolar terminó, Fernández bajó del escenario y el
lugar fue todo de Massa, quien no quiso hablar hasta los anuncios en el Palacio
de Hacienda. Sí lo hizo su esposa, Malena Galmarini, que se quedó conversando
con grupos de periodistas. Muy cerca se habían ubicado el suegro de Massa, Pato
Galmarini, y su pareja, Moria Casán. Ella optó por un barbijo con la bandera de
la Argentina para la ocasión.
La fracción del círculo rojo que desde hace décadas orbita alrededor de
Massa desfiló sonriente. José Luis Manzano, que reside en Ginebra, no se perdió
el momento más importante de la carrera de Massa, a quien apadrinó cuando
enfrentó al kirchnerismo, hace casi una década, junto a Daniel Vila, también
presente. Tampoco faltó Francisco De Narváez, figura del “mundo Massa”.
Cerca se ubicó Jorge Brito Jr., hijo del fallecido banquero que fue
padrino, consejero y mecenas para el líder del Frente Renovador durante treinta
años. Los une un vínculo casi familiar. La platea empresaria se completó con Marcelo
Mindlin y Javier Timerman, la tercera pata del establishment promotor de la
carrera del tigrense. Hubo dos exponentes importantes de los mercados y la
industria: Adelmo Gabbi (Bolsa de Comercio de Buenos Aires) y Daniel Funes de
Rioja (UIA).
“Nos estamos jugando una ficha importante “, dijo a la salida el titular
del gremio de los canillitas, Omar Plaini. Junto a él asistieron Hugo y Pablo
Moyano (increpado con carteles) y Antonio Caló.
Cristina Kirchner, con quien Massa inauguró una dinámica cotidiana de
reuniones en las últimas dos semanas, no estuvo. Hizo la gestualidad el lunes,
con la foto que subió con el flamante ministro desde la cuenta oficial del
Senado. Aún tienen que cerrarmuchas cláusulas y condiciones. Entre otras,
definir qué harán con la política energética.
Tampoco asistió Máximo Kirchner. Había hecho una demostración de apoyo
el martes, en Diputados, cuando se acercó al palco de la Cámara para saludar
afectuosamente a Massa. Difícilmente el diputado asista a la Casa Rosada,
territorio de Fernández, con quien rompió vínculo (para muchos, de forma
irreversible). Sí asistió Martín Insaurralde, el aliado más importante del hijo
de los Kirchner.
Elk ir ch nerismo, no obstante, estuvo. Asistió el vi ce ministro de
Justicia, Juan Martín Mena, con quien Massa se estrechó en un abrazo detrás del
escenario, cuando terminó todo. El procurador del Tesoro, Carlos Zannini, que
elige bien a qué actos ir, conversó animadamente con varios de los presentes.
Axel Kicillof fue uno de los once gobernadores.
Sorprendió también la presencia de legisladores y dirigentes del Frente
Patria Grande, la pata política del sector de Juan Grabois, a pesar de que se
descuenta que el salario básico universal quedará herido de muerte con el “plan
Massa”.
Cuando el lugar comenzó a vaciarse y Malena Galmarini era retenida por
periodistas, el personal de la Casa Militar quiso dar por terminado el evento. Sonó “My Heart Will Go On”, de la película Titanic.
La
banda sonora fue perfecta para ambientar el salvataje que todo el oficialismo
espera encontrar en el flamante ministro. Aunque él
rechace la metáfora. ● |