Por Luis Cortina - Ajuste fiscal (con compromiso político de la
coalición de gobierno) y achique de la enorme brecha cambiaria entre el dólar
oficial y los financieros. Tales conceptos, claros en su definición, pero
dificilísimos de resolver en la actual coyuntura de la Argentina, son la
síntesis de las recomendaciones de casi todo el espectro de analistas
económicos. Con el agravante, una vez más, del paso del tiempo. “Actuar tarde
en decisiones de política económica resulta en mayores costos”, resumía Daniel
Artana en el último informe de indicadores de coyuntura de FIEL.
Tras haber alimentado la expectativa sobre su designación y las medidas
que habría de tomar como ministro, Sergio Massa anunció anoche una serie de
iniciativas que van en aquellas direcciones, aunque podría decirse que, por lo
menos, aún les falta volumen (una palabra que adquirió protagonismo en este
gobierno) para evaluar sus alcances.
La mayor apuesta para recortar el gasto, tal como se había anticipado,
está en un recorte más pronunciado de los subsidios a las tarifas de energía.
Quedó de lado la segmentación en tres grupos que había propuesto Martín Guzmán
(y que su fugaz sucesora Silvina Batakis había ratificado) y se optó por
mantener la ayuda estatal solo en el sector de “tarifa social”, con algunos límites:
solo regirá para quienes consuman menos de 400 kw/h por mes. Quienes no ahorren
tendrán tarifa plena en el excedente de ese consumo. Tarifa que regirá desde el
inicio para los cuatro millones de usuarios que ya renunciaron a los subsidios,
según los cálculos de Economía.
Massa evitó dar precisiones sobre el ahorro de subsidios que implicará
este cambio, excusándose en que lo importante es el ahorro de energía que
traería esta medida en un mundo en crisis. La falta de datos fue cuestionada
por más de un analista, igual que en el caso de la revisión de los planes
sociales. “Es una noticia en desarrollo, como se pone ahora en los medios”,
ironizó un experto.
También en materia fiscal, el ministro ratificó el anuncio que había
hecho Batakis en cuanto al congelamiento de las vacantes en todo el sector
público nacional, más allá de que desde aquel anuncio hasta hoy miles de
empleados estatales hayan pasado de carácter temporario a permanente.
El objetivo general es cumplir con la meta de déficit anual pactada con
el Fondo Monetario Internacional (FMI) y ratificada por el ministro, del 2,5%
del PBI. Aquí también faltaron precisiones. La colega Liliana Franco le
preguntó cómo haría para reducir el gasto real en 8 puntos del PBI, como lo
planteó el Fondo en su última revisión. El ministro solo aclaró que se tratará
de “un trabajo conjunto entre la administración central y descentralizada y las
provincias estableciendo prioridades. Tenemos una planificación, y no me
gustaría que en el trabajo coordinado acordado se enteren por los medios”.
Queriendo dar una señal contundente, Massa anunció que el Tesoro no va a
requerir más adelantos transitorios del Banco Central, y que el lunes le
devolverá a la entidad $10.000 millones. Para un analista que mira con lupa los
números fiscales, esto no pasa de un “anuncio formal”. En todo caso, tal
asistencia, utilizada a lo largo de todo el año, ya estaba casi en el límite
establecido en el acuerdo con el FMI. “De todos modos, por lo que vimos en
junio y julio siempre hay formas de disfrazar esa asistencia por otras vías”,
destaca el experto, en referencia al intercambio entre el Tesoro y el Central
de los DEG que entregó el Fondo.
En materia de financiamiento, Massa y su equipo (seguramente con el
apoyo del experto Daniel Marx, en su regreso a la función pública, ahora como
asesor) ofrecerán un canje de deuda “voluntario” por los vencimientos de los
próximos 90 días. El “cuco” allí era el monumental vencimiento de septiembre,
cuando habría que pagar o refinanciar títulos por $1,2 billones.
El ministro anticipó que ya tiene el compromiso de adhesión equivalente
a “más del 60%” de esa deuda. No aclaró si esos compromisos fueron tomados por
acreedores privados (las conversaciones con bancos de los últimos días habrían
ido en ese sentido), dado que buena parte de esos títulos, a esta altura, están
en manos de organismos públicos (la Anses y el Banco Central, sobre todo).
La intención sería evitar verse sometidos a nuevos tests de deuda en lo
sucesivo, como una señal. Con una advertencia: el plazo estipulado se cumple a
principios de noviembre, y ya se sabe que el último mes del año siempre trae
algo de estrés a las finanzas públicas.
Las medidas que apuntan a fortalecer las reservas y achicar la brecha
cambiaria se basan, por ahora, en un “compromiso” de algunos sectores
exportadores de anticipar liquidaciones de divisas por US$5000 millones, con un
mecanismo similar al establecido para el llamado “dólar soja”. Al menos desde
el sector agropecuario ya manifestaron sus reparos por las complicaciones
técnicas y financieras que tiene el sistema. De allí que la Mesa de Enlace, si
bien valoró la convocatoria al diálogo, expresó la necesidad de “medidas
concretas”.
Lo delicado de la situación en esta materia se manifiesta en que el
BCRA, en los últimos días, está vendiendo unos US$140 millones por jornada.
Cuáles son los incentivos a esos productores para que anticipen sus
liquidaciones de dólares es aún una incógnita, pero de no ser efectivos cabe
esperar que siga habiendo presión sobre la brecha. “Estas medidas en mayo
hubieran evitado varios disgustos, en agosto parece que no atacan todos los
frentes al mismo tiempo ni con la misma contundencia”, evalúa un estudioso de
las cuentas externas. Es que hace tres meses las reservas netas del BCRA
estaban en US$3900 millones y ahora quedan 2000 millones, según sus cálculos.
“Si no se comprime la brecha cambiaria, la demanda de dólares oficiales
va a ser infinita”, previene el informe de EcoGo. ß |