Domingo 24 - Por Pablo
Wende - El Banco Central ya no sabe cómo rascar la olla. No hay cómo disimular
la falta de dólares, aunque el nivel de reservas brutas siga marcando que
quedan casi USD 40.000 millones. La mayoría de las empresas argentinas se
enfrentan a un inédito default comercial: no pueden cumplirles a sus
proveedores el pago de insumos importados que ya fueron embarcados y muchos de
los cuales ya ingresaron al país.
El Gobierno y la economía argentina están pagando todos los costos de
una devaluación sin que haya ocurrido. La política de atrasar el tipo de
cambio oficial tuvo históricamente dos objetivos primordiales. Uno de ellos es
abaratar artificialmente el ingreso de productos importados, con el objetivo de
mantener la inflación bajo control. El otro es mejorar el salario en dólares
del trabajador, generando una sensación de bienestar.
Pero nada de eso es lo que está sucediendo ahora. La inflación de este
año ya apunta a tres dígitos y el poder adquisitivo de los ingresos se derrumba
mes a mes. La brecha cambiaria ya llegó al 150%, lo que provoca que las
familias y las empresas ya no tomen en cuenta el tipo de cambio oficial y se
manejen con los dólares financieros.
En una situación mucho menos desesperante, Cristina Kirchner acordó en
enero de 2014 con el entonces titular del Central, Juan Carlos Fábrega, un
salto devaluatorio del 22%: el tipo de cambio oficial saltó entonces del $ 6,50
a $ 8 y achicó sustancialmente la brecha. Eso le permitió al Gobierno ganar
tiempo para llegar a las elecciones del 2015 con lo justo, pero sin explosiones
ni desbordes.
Cuando todavía faltan más de 16 meses para el recambio
presidencial, no se termina de entender por qué el Gobierno resiste un
sinceramiento del tipo de cambio, que no sólo podría reducir la brecha
cambiaria. También alentaría a los productores a liquidar parte de la cosecha
de soja que no quieren vender por el magro rendimiento que obtienen al ingresar
la producción a un dólar de $ 130 y posterior pago de retenciones.
Un productor agropecuario controla la carga de semillas de soja en la
localidad de Olivera, a unos 100 kilómetros de Buenos Aires. EFE/Cézaro De
Luca/Archivo
Con un tono destemplado, Alberto Fernández se refirió a los “especuladores”
que especulan y no quieren liquidar, para luego destacar que no le “torcerán el
brazo”. Reavivar una suerte de guerra con el campo al estilo 2008 no parece el
mejor planteo para conseguir esas divisas.
Aunque el Presidente habló de U$S 20.000 millones que restarían vender,
en el Banco Central oficialmente reconocen que la cifra es menor: entre USD
13.000 y USD 18.000 millones. Los productores no liquidan en primer lugar
porque no están satisfechos con el tipo de cambio, pero además porque les
resulta muy barato financiarse a tasas reales negativas con los bancos
locales. El “ajuste” de manual para estos casos pasaría por subir el tipo
de cambio y al mismo tiempo elevar las tasas de interés para aumentar
fuertemente el costo de quedarse con la soja sin liquidar.
Posiblemente un sinceramiento del tipo de cambio, pasando de los $ 130
actuales a quizás $ 180, tendría impacto en la tasa de inflación. ¿Pero no se
está asumiendo ya un gran costo con un índice que llegaría al 8% en julio y
manteniendo un ritmo lento de devaluación del dólar oficial?
Las cartas sobre la mesa
El futuro del régimen cambiario estará en la mesa del encuentro en
Washington entre la titular del FMI, Kristalina Georgieva, y Silvina Batakis.La
ministra de Economía mostrará su compromiso de cumplir con el programa
establecido con el FMI, en particular en lo que respecta a las metas fiscales.
Pero el organismo también exigirá revisar lo que está sucediendo con el dólar y
en particular las dificultades del Banco Central para acumular reservas, uno de
los aspectos principales del acuerdo.
Desde el BCRA insisten en que se trata de dificultades “transitorias”.
La guerra entre Rusia y Ucrania encareció la importación de energía, que
demandaría más de USD 8.000 millones, más del doble que el año pasado. La
esperanza está puesta en que los sojeros finalmente liquiden lo que retienen en
silobolsas,lo que le permitiría al Central cumplir holgadamente con la
acumulación de divisas comprometida y por supuesto abastecer de sobra la demanda
de los importadores.
Sin embargo, no parece posible lograrlo en las actuales condiciones. El
propio BCRA abrió la puerta a un desdoblamiento cambiario, al permitirle a los
turistas extranjeros a cambiar hasta USD 5.000 a la cotización del dólar MEP.
Así el propio Estado ya reconoce un dólar de USD 300 en vez de USD 130. De allí
a incorporar a más sectores a una medida similar hay un paso muy corto.
La gira de Batakis también incluirá citas con los representantes de
organismos internacionales como el Banco Mundial. Sucede que estas
instituciones frenaron desembolsos a lo largo del segundo trimestre, por
alrededor de USD 1.000 millones. La excusa del Gobierno argentino es que esto
sucedió porque la prioridad está puesta en ayudar a los más damnificados por efectos
de la guerra. En la práctica, estos préstamos que no llegaron aislaron aún más
a la Argentina en el plano financiero. El BID y el Banco Mundial sólo habían
tomado medidas similares a principios de los años 2.000, cuando la Argentina
demoraba una solución para el problema de la deuda entre inversores privados.
Si otros organismos le quitaron apoyo a la Argentina, la posibilidad que
esto suceda también con el FMI está latente. Una decisión del organismo de
romper el acuerdo firmado por falta de cumplimiento por parte del Gobierno
dejaría al país al borde de un descalabro cambiario y la
hiperinflación. Existe un antecedente que aún está fresco: en diciembre de
2001 la decisión del Fondo de suspender los desembolsos a la Argentina provocó
que la Convertibilidad (ya herida de muerte) estallara en pedazos.
Las cuentas impagas de Guzmán
Martín Guzmán cumplió con las metas fiscales del segundo trimestre
pactadas con el FMI a un duro costo. El nuevo equipo económico se encontró con
una millonaria deuda en el pago de subsidios, del orden de los $ 200.000
millones. La decisión de las cámaras de colectivos de reducir al 50% la
prestación del servicio en el AMBA en la última semana por falta de pago de
esos subsidios fue la mejor muestra del problema. Pero lo mismo está sucediendo
con Cammesa, la administradora del mercado eléctrico mayorista de la Argentina.
Los costos de no sincerar el mercado cambiario ya se empiezan a notar en
las góndolas, con faltantes de productos o subas exageradas de precios ante la
escasez de la oferta.También empiezan a escasear productos electrónicos y línea
blanca, como heladeras, televisores y calefones, pese a que son producidos en
la Argentina.
Todos estos productos poseen un alto componente importado, por lo que el
nivel de fabricación se desaceleró notablemente en el último mes. Las fábricas
redujeron los turnos de producción de 9 a 6 horas. El objetivo es, mientras se
pueda, evitar suspensiones. Pero si no hay un giro rápido la situación se
volvería insostenible.
Mientras tanto, se insiste con los errores de siempre. El
secretario de Comercio Interior, Martín Pollera, divulgó un comunicado para
anunciar inspecciones a supermercados para “controlar el abastecimiento y que
se cumplan con el pago de obligaciones tributarias”, solicitando además la
colaboración de provincias y municipios. Una suerte de revival Guillermo Moreno
y Roberto Feletti, que sólo reflejan el estado de confusión que reina en el
Gobierno. Y sobre todo la inoperancia para encarar soluciones ante una crisis
que se agrava y que exige una reacción mucho más contundente que los parches
definidos por Batakis en sus primeras semanas de gestión. I |