Sábado 23 - Por Joaquín
Morales Solá - Decían que sería en septiembre. Pero la dinámica de las crisis
económicas y sociales no figura entre las ciencias exactas; establece su ritmo
y su tiempo según su propio desorden. ya está entre nosotros. El país sufrió en
la semana que pasó la devaluación más fulminante del dólar paralelo desde la
hiperinflación de los 80; alcanzó el riesgo país de una nación en default, cuando
la Argentina no lo está, y los bonos argentinos valencomo valen los bonos
basura.
Industriales y comerciantes se niegan a seguir vendiendo
electrodomésticos porque no saben a qué precio podrán reponerlos. La clase
media se había refugiado en la compra de esos productos para deshacerse de los
pesos y ante la imposibilidad de acceder al dólar, la moneda de ahorro de los
argentinos. Algunas industrias podrían cesar su producción en los próximos días
si no logran una certeza sobre la provisión de elementales insumos importados.
El Banco Central no logra recomponer sus reservas en dólares y lo único que se
le ocurrió, tarde y mal, es un sistema para que turistas extranjeros puedan
cambiar hasta 5000 dólares a un precio más real que el oficial. Demasiado poco.
El Presidente, que siempre tiene un culpable en la mira y una
conspiración al acecho, responsabilizó a los productores rurales porque –dijo–
no liquidan 20.000 millones de dólares en mercadería almacenada. El campo ya le
dio al país, en el primer semestre del año, el mayor ingreso histórico de
dólares; no quedó nada de ese enorme caudal de reservas. Eso es culpa del
Gobierno, no de los productores. Las medias verdades saben a mentiras. Alberto
Fernández sigue las malas lecciones políticas de la jefa de la coalición
gobernante: hace política pateando puertas. Los productores son dueños de su
producción; debería, por lo tanto, seducirlos para que liquiden sus
exportaciones en lugar de culparlos, acusarlos y difamarlos. Necesita
seducirlos no solo con palabras, sino con actos de gobierno. Las palabras
debería cuidarlas. Rozó la incitación a la destrucción de las silobolsas en un
país donde ese delito se comete impunemente.
La crisis económica ahonda el conflicto social en una nación con casi la
mitad de su sociedad bajo la línea de pobreza. Nadie fue más agorero que el
oficialista dirigente de los movimientos sociales Juan Grabois, quien
pronosticó que correrá sangre y habrá asaltos a supermercados si no se
establece un ingreso básico universal. La condición que pone Grabois agravaría
los números ya muy enfermos del déficit fiscal, pero llama la atención la
advertencia tremendista de quien se siente muy cercano a Cristina Kirchner. La
vicepresidenta lo deja hablar; no hizo nada para contener sus apocalípticos pronósticos.
De todos modos, las profecías de Grabois coinciden con la mayoría de las
encuestas que se conocen. El Gobierno perdió 10 puntos de imagen positiva desde
el 15 de mayo hasta el 15 de julio en el conurbano bonaerense, el núcleo social
donde el kirchnerismo pervive a pesar de todo. Pero ¿pervive? Según las
mediciones de Federico Aurelio, esa imagen está ahora en apenas el 25%, aunque
sigue siendo más alta que el promedio nacional del oficialismo. La medición de
julio de Poliarquía advirtió que se produjo en ese mes una de las mayores
caídas intermensuales, y gran parte de los valores lo ubican al Gobierno en su
piso histórico. La imagen personal del Presidente se reduce solo al 24%, que
es, por primera vez, inferior a la de Cristina Kirchner. Sin embargo, la
vicepresidenta tocó el pico máximo de imagen personal negativa. El índice de
optimismo ciudadano de Poliarquía alcanzó el puntaje más bajo de su serie
histórica. Se lo mire por donde se lo mire, el conurbano ya no es lo que era
para el kirchnerismo.
La deriva alarmante de la crisis sucedió luego de la renuncia de Martín
Guzmán al Ministerio de Economía. No ocurrió porque se fuera un ministro
brillante y creíble, que no lo fue. Sucedió porque el mercado y la sociedad
creyeron que había sido eyectado por los caprichos de Cristina Kirchner (y no
se equivocaron) y porque se convencieron de que Silvina Batakis llegó con el
aval de la vicepresidenta (y tampoco erraron). En su desesperada huida de la
hoguera, Cristina Kirchner tomó distancia de la renuncia de Guzmán (que buscó
tenazmente) y, por el contrario, lo hizo llamar “irresponsable” por la decisión
de dimitir. Se niega hasta ahora a darle su apoyo público a Batakis, que
necesita ese respaldo para mostrar una aparente, al menos, cohesión política en
la cima. Cristina dejó a un presidente ya irresoluto y fluctuante más débil que
antes. ¿Habrá vacancia presidencial? ¿Llegará un nuevo y poderoso jefe de
Gabinete? Todo es posible. El interminable y brutal minué en la cumbre política
es lo que explica la profundidad de la crisis económica. No hay solución hasta
dónde llega la mirada: Cristina Kirchner es así y nada ni nadie la cambiará.
¿Otro ejemplo? Axel Kicillof es cuando habla un compendio de oxímoron.
En un mismo discurso puede criticar con la dureza de un martillo a la oposición
y, al mismo tiempo, convocarla a un acuerdo para salvar al país de la crisis.
El gobernador no habla de tales cosas sin la aprobación de Cristina Kirchner.
También hubo gestiones más reservadas (y también más coherentes) para un acercamiento
entre el Gobierno y la oposición ante la dimensión del conflicto nacional.
Tales gestiones chocaron contra un muro. La unanimidad de Juntos por el Cambio
no está dispuesta a intentar un acuerdo con el oficialismo, porque
sencillamente no existe ninguna de las condiciones necesarias. Toda negociación
entre personas diferentes requiere de un clima previo propicio a la
conversación. Desde Cristina Kirchner hasta el Presidente, pasando por
funcionarios de segunda o de cuarta categoría, todos hablan permanentemente mal
de la oposición. Tampoco está la confianza necesaria en la palabra del
Gobierno. “El Presidente empezó a devaluar su palabra no bien asumió. ¿Con qué
confianza podemos hablar con él?”, se pregunta uno de los principales
dirigentes opositores. El ejemplo es Horacio Rodríguez Larreta, que intentó al
principio un diálogo institucional entre el gobierno de la Capital y el
gobierno federal. Lo recibieron y lo halagaron, pero un buen día lo madrugaron
con una quita importante de los recursos federales que recibía la Capital. La
discrecional y arbitraria quita está ahora en la Corte Suprema. Menos
coincidencia puede haber con un gobierno que, según su Presidente y su
vicepresidenta, se propone voltear a la Corte Suprema. “¿Se imaginan a los dirigentes
de Juntos por el Cambio al lado de Cristina Kirchner pidiéndoles a los
argentinos que no compren dólares? El alud nos arrastraría también a nosotros”,
dice otro referente fundamental de la coalición opositora.
Importantes industriales señalaron que el Gobierno tiene todavía una
herramienta para torcer el rumbo de la tragedia. Consiste en anunciar que no
emitirá más pesos y que bajará el déficit fiscal. ¿Esas medidas provocarán
recesión? Sí, pero la recesión será peor, aseguran, si la industria y el comercio
empiezan a bajar las persianas. El problema es que el derroche del Estado es
inherente a los ideales del kirchnerismo. Entre las dos últimas semanas de
junio y las dos primeras de julio, el déficit fiscal total fue del 7,5%
interanual. Una enormidad. El Banco Central emitió más de 500.000 millones de
pesos en los últimos dos meses para financiar el déficit del Estado. Todavía
falta lo peor: hasta septiembre vencerán 2 billones de pesos en bonos, una
montaña inalcanzable de deuda en pesos que Guzmán solía despreciar. Luego,
habrá vencimientos de unos 500.000 millones de pesos por mes. Esa cordillera de
pesos está presionando sobre el precio del dólar. Es lo que Guzmán nunca vio.
Las crisis tienen su propia dinámica, en efecto, pero la historia enseña
que no hay crisis económicas y sociales disociadas de la política. El
Presidente es una figura frágil y aislada; la vicepresidenta solo busca la
puerta de emergencia para fugarse cuanto antes del conflicto (no del cargo).
Ese paisaje sombrío convierte a la Argentina en un país estrafalario, en un
territorio donde todo puede suceder en cualquier momento.ß
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