Por Pablo Wende - Silvina Batakis sabía que tenía que dar una señal
contundente para calmar a los mercados. Y eso fue lo que trató de hacer el
lunes a primera hora, cuando enfatizó la necesidad de avanzar hacia el
equilibrio de las cuentas públicas. Pero hasta ahora sólo enumeró un decálogo
de buenas intenciones. Es un gran misterio cómo se las ingeniará la
flamante ministra de Economía para cumplir con la meta de déficit fiscal de
2,5% máximo que se negoció con el FMI para este año.
Los anuncios casi no se diferenciaron de lo que venía
proponiendo Martín Guzmán. Pero súbitamente acallaron la ola de reclamos y
de reproches del kirchnerismo duro. Se trata de una tregua que nadie sabe
por cuánto tiempo durará, pero probablemente culmine cuando ocurra un nuevo
sacudón financiero o cambiario. La falta de un apoyo explícito de Cristina
Kirchner lo dice todo.
La ministra al menos leyó bien el problema más acuciante que tiene la
Argentina y que pasa por el agujero fiscal que sólo se financia con más
inflación. Sin financiamiento externo y con escaso espacio para tomar deuda en
el mercado interno, el rojo de las cuentas públicas sólo puede ser cubierto con
más emisión monetaria. Sin demanda genuina en el mercado, esos pesos terminan
presionando sobre los precios y el tipo de cambio.
El problema del “plan Batakis”, si es que cabe tal denominación, no pasa
por sus objetivos, sino por la implementación. En concreto, no anunció una
sola medida hasta ahora que permita vislumbrar un mayor control del gasto o un
achicamiento del déficit. Salvo que se trate de una política silenciosa para no
hacer enojar a los más heterodoxos. Pero no parece el caso.
La segmentación de tarifas, que finalmente arrancó tal cual como lo
había planificado Guzmán, es parte del problema y no de la solución. Para la
gran mayoría, el ajuste anual no superará el 43%, apenas la mitad de la
inflación proyectada. Por lo tanto, este año habrá más subsidios y no menos.
Exactamente al revés de lo comprometido con el FMI.
Por supuesto habrá un 10%, que se encuentra en la escala más alta de la
pirámide de ingresos, que sí sufrirá un durísimo aumento de tarifas que podría
superar en el caso de la electricidad un 200%. Pero aún así no alcanzaría para
compensar lo que no se le terminará cobrando al resto.
Mala señal
La suba de la percepción del 10% para gastos en dólares tampoco
contribuirá demasiado a la cuestión fiscal y envió una pésima señal: este
equipo económico –al igual que el anterior- tampoco tiene idea de cómo lidiar
con los serios desafíos del frente cambiario.
La emisión monetaria de la primera parte de julio es enorme. En los
últimos 11 días el Cenral emitió, según la estimación del economista Diego
Giacomini, $ 665.000 millones, el equivalente al 15% de la base monetaria. Sin
decisión drásticas de recorte de gasto, el panorama sólo puede agravarse.
El nuevo "equipo económico", igual que el anterior, no sabe
lidiar con los mercados
Una estimación realizada por el economista Hernán Hirsch, de la
consultora FyE, concluyó que la baja real del gasto debería ser del 7,8%
en lo que resta del año. Sólo así se podría llegar al 2,5% de déficit primario
comprometido ante el FMI.El problema es que el gasto no sólo no cae, sino que
incluso viene aumentando en relación a la inflación mes a mes. El ajuste
prometido por Batakis exigiría un esfuerzo desconocido para un gobierno
kirchnerista en 15 años de gestión.
En una situación de fuerte inestabilidad y desconfianza, entre la
ministra de Economía y el titular del BCRA, Miguel Pesce, se dedicaron a
poner parches. Los desequilibrios económicos y financieros que enfrenta la
Argentina son enormes, pero no hay margen político para hacer nada muy
diferente. Además, se trata de un gobierno que tiene cero credibilidad en los
mercados, como lo refleja la cotización de los bonos, que se desplomaron por
debajo de los 20 dólares y no levantan. Para los inversores, es un hecho que la
Argentina avanzará con una nueva reestructuración de la deuda, mucho más dura
que la efectuada por Guzmán. La tarea quedaría para la administración que asuma
el 10 de diciembre del año que viene.
La continuidad del actual esquema cambiario está cada vez más en duda, a
pesar de las permanentes desmentidas de modificaciones por parte de Pesce y
ahora también de Batakis. Un informe de Delphos Investmenta inversores
plantea con claridad los desafíos que hay por delante. “La dinámica
inflacionaria, la brecha cambiaria en 135% y la reciente caída de los precios
de las materias primas aumentan las chances de un salto discreto del tipo de
cambio oficial, similar al ocurrido en enero de 2014″.
Dólar testimonial
El dólar a $ 130 pasó a ser testimonial, ante el brutal cierre de
importaciones que decidió el Gobierno y que genera crecientes faltantes en las
góndolas de supermercados y en diversores rubros. El ministro de Desarrollo
Productivo, Daniel Scioli,le prometió a distintos sectores que los
problemas de acceso al mercado oficial se irán solucionando. En la lista
incluyó al sector automotor, el campo y las compañías productoras de alimentos.
El Banco Central también flexibilizó algunas reglas de acceso al mercado
para algunos sectores puntuales, reduciendo la obligación de financiar
embarques de 180 días a 60 días. Pero, por ahora, las empresas aseguran
que el torniquete importador continúa.
La expectativa del Central es que a partir de agosto mejore el balance
cambiario, aunque históricamente arrancan varios meses de “vacas
flacas”. Por un lado ya no habrá más necesidad de importar energía y por
otro lado se aguarda una mayor liquidación de exportación por parte del campo,
lo que eventualmente podría ayudar a un mayor equilibrio.
Un informe de Fundación Mediterránea arrojó que hasta
principios de julio, la venta de la cosecha de soja apenas había llegado
al 27%, cuando para la misma fecha del año anterior ya se había vendido el
45%.Se trataría del nivel más bajo de los últimos 15 años, lo que obviamente
repercute en una menor liquidación de divisas.
El principal motivo para no vender la soja es, una vez más, la
expectativa de devaluación, alimentada por una brecha cada vez mayor entre el
dólar oficial y los financieros. Además, influyó la menor disponibilidad de gas
oil y en general las turbulencias de la economía.
Las morosas exportaciones de soja complican al gobierno EFE/Cézaro De
Luca/Archivo
Tampoco ayuda a una mayor liquidación la política de tasas de interés
negativas que sostiene el Central, pese a que la propia Batakis aseguró que se
iría a un esquema de rendimientos en pesos positivos. Sin embargo, los bancos
continúan con tasas que se ubican por debajo de la inflación. Esto significa
que los productores prefieren financiarse tomando deuda en pesos con el sistema
bancario o a través de instrumentos bursátiles en vez de salir a liquidar
dólares.
En medio de la emergencia, el BCRA abrió una ventanilla de liquidez para
que los bancos no salgan corriendo de los bonos en pesos. La estrategia dio
resultado al menos de corto plazo. En la licitación de letras de la semana
pasada, el Tesoro consiguió cerca de $ 135.000 millones aunque tuvo que pagar
una tasa de casi 80% anual para colocaciones de corto plazo. Así gana
tiempo, pero la bomba monetaria es cada vez más grande. El temor a un posible
reperfilamiento sigue latente. Lo más probable es que una fuerte devaluación
termine licuando parte de la monumental deuda en moneda local que crearon el
Tesoro y el BCRA. La duda en todo caso es cuándo sucederá.
Fragilidad
El escenario es de extrema fragilidad. Es posible que los dólares
financieros tengan un descanso en los niveles actuales de $ 300, tras haber
subido 40% en un mes y medio. Pero no sería nada para celebrar, porque la
inflación se aceleró notablemente, crecen las expectativas de devaluación y el
nivel de actividad se ve muy resentido por los problemas para producir y la
caída del poder adquisitivo.
La inquietud de los inversores y los empresarios por estos días es hasta
dónde podría llegar el deterioro financiero y cambiario. Porque las chances de
una mejoría son prácticamente nulas.
¿Existe el riesgo de un estallido cambiario e hiperinflación? Nadie
se anima a dar una respuesta contundente. En general, la visión de las
consultoras económicas y los bancos es que por ahora no, pero las condiciones
se deterioraron con gran rapidez. Hace tres meses se calculaba que la inflación
del año rondaría el 60% y ahora la mayoría ya la sitúa arriba del 90%. La
escalada está relacionada con un clima negativo, la continua emisión, las
peleas dentro del Gobierno, pero en particular una situación endeble del
mercado financiero: cada vez hay más pesos pero el Central no logra acumular
dólares. En definitiva, nadie está en condiciones de descartar los peores
escenarios, ante un deterioro que avanza día a día.
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