Por Jaime Rosemberg - Luego de lograr la renuncia de Martín Guzmánen el
Ministeriode Economía, la vicepresidenta Cristina Kirchner le pidió al
presidente Alberto Fernández un replanteo del rumbo económico durante la cena
que ambos compartieron el lunes en la quinta de Olivos.
El encuentro intentó blindarse de hermetismo, pero con el paso de las
horas diversas fuentes reconstruyeron ayer los ejes centrales de la
conversación. Además de los reproches mutuos, la vicepresidenta planteó una
serie de medidas que, a su criterio, deberían implementarse en los primeros
días de Silvina Batakis como ministra de Economía. Por un lado, subrayó la
necesidad de “patear” el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que
implicaría una renegociación de las metas. Por el otro, la vicepresidenta pidió
medidas para inyectar recursos entre los votantes, como la implementación del
salario básico universal.
La incertidumbre siguió afectando ayer a los comerciantes. Ante la
disparada del dólar, muchos remarcaron los precios con un 20% de aumento, según
se advertía en el ingreso de varios locales.
La intención fue, de manera consensuada, evitar filtraciones que
desnuden el contenido y el tono de los diálogos, y así lo hicieron saber
voceros de uno y de otro lado, que repitieron como un mantra durante todo la
jornada: “No hay nada para comunicar por ahora”.
De todos modos, trascendió de diversas fuentes que el extenso cara a
cara que el presidente Alberto Fernández y su vice, Cristina Kirchner,
sostuvieron el lunes en la residencia presidencial de Olivos tuvo la tensión
que se esperaba, luego de semanas de fulminantes ataques y contraataques
verbales desde uno y otro lado. Además de los previsibles pases mutuos de
factura, distintas fuentes afirmaron que la vicepresidenta verbalizó durante la
cena una serie de medidas que, a su criterio, deberían implementarse en los
primeros días de Silvina Batakis como ministra de Economía. Básicamente un
replanteo del rumbo económico que llevó Martín Guzmán.
Por un lado, Cristina Kirchner subrayó la necesidad de “patear” el
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que implicaría una
renegociación de las metas.
Por el otro, la vicepresidenta planteó medidas que considera
“redistributivas”, como la implementación del salario básico universal, el
mismo que reclamó el dirigente social Juan Grabois a Batakis minutos después de
asumir el cargo.
Ambos ejes fueron parte de la lista de reclamos de Cristina Kirchner
durante la cena que el lunes siguió al diálogo telefónico que ambos habían
mantenido el domingo para acordar el nombre de Batakis como nueva titular del
Palacio de Hacienda. “Fue una reunión mucho mejor que la anterior. Está todo
más ordenado”, habría hecho trascender ayer el Presidente a un par de amigos de
confianza.
A solas, luego de meses de frialdad y ataques, Presidente y vice
dialogaron con vehemencia, pero no rompieron puentes, según una fuente cercana
a la vicepresidenta. “El diálogo quedó abierto”, aseguró una fuente que
sostiene lazos con el sector de la vicepresidenta, sin agregar más datos de un
encuentro que no tuvo comunicado oficial posterior, ni mucho menos imágenes que
retrataran el semblante de los comensales. “Cristina le marcó la cancha, le
dijo lo que quiere que se haga de acá en más”, dramatizó una fuente del
albertismo, en un contexto de hermetismo y silencio.
Los reclamos de la vicepresidenta no son, por cierto, novedosos. Cuando
compartieron el acto del centenario de YPF, la vicepresidenta le exigió al
Presidente que “use la lapicera” ante los empresarios. La crítica de la
vicepresidenta terminó con la presencia en el gabinete de Matías Kulfas, quien
enojado por las críticas replicó con acusaciones al kirchnerismo. Terminó
echado.
Antes y después de aquel acto, la vicepresidenta desplegó su arsenal
verbal contra el Presidente y varios de sus ministros importantes cada vez que
se dio la oportunidad. En la reunión de abril en el CCK con diputados de la
Eurolat, por caso, Cristina afirmó: “Que te pongan una banda y que te den el
bastón no significa que tengas el poder, y si no hacés lo que tenés que hacer,
peor todavía”, afirmó, ante los aplausos de un auditorio colmado de
kirchnerismo de paladar negro.
En Avellaneda, el 20 de junio pasado, apuntó otra vez a su compañero de
fórmula y afirmó que “ganar las elecciones para no cambiar nada... mejor
quedarse en casa”. Y el sábado pasado, día en el que Martín Guzmán renunció vía
Twitter a su puesto de ministro de Economía, la vicepresidenta volvió a
embestir contra el Presidente al afirmar que “cuando Perón cazó la lapicera no
la largó más, y la usaba en función del pueblo”. Un día antes, junto a los
líderes de la CGT, el Presidente había afirmado que “el poder no pasa por ver
quién tiene la lapicera, sino por el que tiene la capacidad de convencer, y
convencer es una tarea mucho más ardua, pero más segura”.
“La decisión de ambos fue no hablar. Esa es la noticia. Ninguno de los
dos que estuvo habló. El resto es inventado”, afirmaron a la nacion desde la
oficina de la portavoz Gabriela Cerruti cuando las versiones sobre la tensión y
los pedidos de la vicepresidenta durante la cena ya habían circulado. Lo
hicieron de boca de dirigentes cercanos a los dos protagonistas de una saga
que, a pesar de mensajes que buscaron minimizar los conflictos, amenaza con
extenderse en los próximos días y semanas, al calor de la crisis económica y
política que vive el oficialismo. |