Por Carlos Burgueño - El Fondo Monetario Internacional (FMI) le dará una tregua corta a la Argentina. No emitirá
opiniones, al menos de fondo, hasta la concreción de la segunda misión del año
dentro del acuerdo de Facilidades Extendidas, la que (por lo menos según se
negoció con el saliente Martín Guzmán) se concretaría entre la última quincena
del mes y la primera de agosto. Serán pocos días, pero servirán para que el Ejecutivo
se ponga de acuerdo sobre a donde quiere llevar el acuerdo vigente con el
organismo que maneja Kristalina Georgieva. Al menos hay
una esperanza: que el FMI acepte durante la misión sin más la aprobación de las
metas del segundo trimestre del año (las que efectivamente se lograron) y que
cualquier crítica directa se concrete luego de que el próximo equipo económico
se estabilice con algún plan de mediano plazo.
Guzmán buscó al cerrar su negociación por la primera misión, que la
segunda se extendiera hacia septiembre (lo más lejos posible en el tiempo),
para que la tercera se concretara hacia fin de año. Sin embargo, desde
Washington hubo una visión diferente. En la sede del Fondo se creyó que las
misiones a la Argentina deberían ser lo más rápidas posible una vez cerrado el
período a fiscalizar, dadas las crónicas dificultades que muestra la economía
criolla. Y que precisamente la próxima misión terminara los controles
correspondientes al primer semestre del año, período en el cual se inauguran
los controles del Facilidades Extendidas firmado el 25 de marzo pasado. Y que,
en consecuencia, fuera necesario cerrar la primera etapa de las misiones con el
tiempo suficiente como para comenzar a realizar la tarea más importante desde
la aprobación del Facilidades Extendidas: discutir metas y objetivos con
posibilidad cierta de incumplimiento, y las condiciones en las que el país
pueda manejar su economía para cerrar 2022 aprobando el primer año del acuerdo.
Algo que, obviamente, las partes (incluyendo a Guzmán) ya consideraban a fines
de junio muy difícil. Más bien, casi imposible. Y que sólo podría salvarse a
partir de una seria negociación que debería comenzar una vez que la segunda
misión del año haya culminado su faena, probablemente ubicada temporalmente en
agosto. Esta promesa se mantendrá en Washington. Pero no
mucho más allá en el tiempo. Terminado el tiempo de las treguas, el Fondo
esperará definiciones.
Hombre
clave
Hay una realidad. Durante todo el mandato de Alberto Fernández, el
responsable de fiscalizar las misiones seguirá siendo el brasileño-israelí Ilan
Goldfajn. El director gerente para el Hemisferio Occidental fue designado en su
cargo en febrero, con el explícito mandato (aceptado por él mismo) de llevar
detenidamente el caso argentino bajo su custodia.
Y desde el primer momento, Goldfajn le dejó
claro a los hombres y mujeres de Buenos Aires que es el máximo responsable ante
el board del organismo del éxito o fracaso del Facilidades Extendidas aprobado
(con muchas dudas) el 25 de marzo. El director había afirmado en la reunión de
Primavera del FMI y el Banco Mundial de Washington que ese compromiso sería
cumplido a rajatabla, y que sería duro en la fiscalización. Y que esa tarea
incluiría la recalibración de números y porcentajes para evaluar y descartar
potenciales waivers.
Tendrá que estar agradecido Alberto Fernández. Goldfajn es una barrera
importante entre las crisis argentinas (y sus incumplimientos y falta de
palabra) y el directorio del Board. Un lugar donde esperan al país con las garras
afiladas para demostrar que no había que confiar en Argentina y sus promesas. |