Por Julián Guarino - Alberto Fernández piensa la
economía en clave ortodoxa. Independientemente del anuncio de ayer, sobre la
designación de Silvina Batakis como flamante Ministra de Economía en reemplazo
de Martín Guzmán. Déficit, emisión y gasto suelen mantener mayor presencia en sus
discursos antes que salarios, inflación o distribución del ingreso. Esto
implica que en el tramo que resta a su mandato, el presidente imagina varios
puntos de contacto entre su plan económico y el programa del FMI. Guzmán
cumplía un rol clave para Alberto Fernández: no sólo era el interlocutor ideal
con el organismo, sino que también era el garante de impulsar una reforma de la
economía como la piensa el primer mandatario.
El presidente confía en Kristalina Georgieva. No por nada, en las
primeras horas después de anunciada la salida de Guzmán, lo primero que hizo el
entorno presidencial es dejar en claro que el derrotero marcado con el
organismo internacional en el programa vigente seguirá su curso. Fernández
quiere cumplir con lo pautado.
El problema es que lo pautado con el FMI está evidenciando serios tropiezos para poder ser honrado. Por
empezar, pero no lo único, las cuentas fiscales no terminan de acomodarse a lo
comprometido. Ni la pauta de inflación, ni el acumulado de reservas y mucho
menos, los registros de emisión monetaria y profundidad del mercado de deuda en
pesos. Es decir, Guzmán se fue con la foto del segundo trimestre “cumplido”
mediante volantazos de último minuto, pero un segundo después, en la foto
siguiente, todo retornó a un camino de incumplimiento del cual será muy difícil
salir. De hecho, las flamantes restricciones del Gobierno llevaron al dólar
financiero por encima de los $250 y al blue en los $239. La pregunta que
regresará una y otra vez es simple: ¿le alcanza con este paquete de medidas al
Gobierno para comenzar a acumular reservas? En apenas una semana de
restricciones duras a las importaciones logró cumplirle al FMI en la
acumulación de reservas, aunque el viernes el BCRA debió ceder unos u$s190
millones. ¿Pesce llegó a utilizar algunos dólares del swap con China para pagar
las importaciones que llegan de ese país? Todo hace pensar que sí. ¿Fue ese el
punto de partida para cerrar el pago de importaciones? Es probable.
No
es impensado que el Gobierno deba negociar con el FMI lo que viene. Es
decir, que el FMI le pedirá al Gobierno alguna prenda a cambio de perdonarle
los incumplimientos y hacer los desembolsos correspondientes. ¿Unificación del
frente cambiario? ¿Recortes en el gasto público? ¿Definiciones concretas del
universo que deberá pagar tarifa plena en servicios públicos? ¿Reformas? Si
esto es lo que pedirá el FMI, es probable que el Gobierno lo ponga en marcha
antes.
En el mientras tanto, habrá trabajo que hacer. No sólo suturar el hilván
de cortocircuitos que ofrece la gestión pública de las distintas carteras de
Gobierno, sino también reconducir las principales políticas económicas, con
especial mención de la cuestión energética. Porque si algo quedará en evidencia
con la salida de Guzmán y el recambio en la arquitectura de Gobierno, es que el
programa del FMI y el consecuente plan económico en marcha pareciera haber
fracasado no sólo en la meta trazada, sino también en el impacto que tiene en
amplios sectores de la sociedad.
Hay varios elementos. La noticia es que, a pesar de las restricciones en
la última semana, junio habría cerrado con una cifra cercana a los u$s9.000
millones. Huelga decir que sólo dos registros (energía) explican casi el 40%
del incremento de las importaciones, por lo que el operativo montado para
administrar la escasez deberá esmerarse para generar impacto suficiente.
A medida que avanza este esquema, si bien las pautas del primer semestre
se cumplieron, como se esperaba, el programa del FMI se ha revelado como
altamente inflacionario. Dicho de otra forma, el FMI produce más inflación en
la Argentina, no menos. ¿Puede un Gobierno que se considera atento a la
problemática socioeconómica de millones de argentinos avanzar en políticas que
generan mayores incertidumbres en la vida cotidiana de las personas de ingresos
más bajos? He ahí una decisión más política que económica.
Con todo, los problemas abundan. Hace rato que los inversores
institucionales del exterior le bajaron el pulgar a la posibilidad de que los
bonos soberanos argentinos se paguen en tiempo y forma (por eso el riesgo-país
supera niveles insólitos). A ello hay que sumar un esquema donde el BCRA y
Tesoro emiten deuda atada a inflación y ofrecen cada vez mayores tasas y ese
mecanismo comienza a generar desconfianza, al punto que una parte de los
tenedores de esa deuda pidieron salirse de la inversión contra emisión del
BCRA.
Si bien es harto complejo el escenario y sería imposible de incluir cada
uno de los puntos, basta decir que lo que depare el futuro tendrá menos de
discrecional para el flamante gabinete. Es decir que habrá que decidir,
primero, si se quiere mantener el acuerdo con el FMI o se busca una vía
alternativa, renegociación o postergación del cumplimiento. Perdones y afines.
Esto es así porque si bien el Gobierno cumplió con la foto al 30 de junio de la
meta en reservas del BCRA acordada con el FMI en el segundo semestre,
sobreviven elementos que dan para el análisis. Mencionemos dos más. El primero,
producto de la apreciación del 24% del nivel del Tipo de Cambio Real
Multilateral que lleva el gobierno de Alberto Fernández, ya hay casi 10% de
brecha con respecto al compromiso asumido con el FMI de mantener los niveles de
competitividad cambiaria fijados en diciembre de 2021. Es decir que, si quiere
cumplir con Georgieva, debería acelerarse la devaluación. El segundo elemento
es más impactante: si se lo piensa con cuidado, el programa firmado con el FMI
ya dejó de funcionar como garante macroeconómico del Gobierno. He ahí una de
las razones por la cual sube el riesgo-país y caen las cotizaciones de los
bonos soberanos.
De fondo, el fantasma que recorre la Casa Rosada es el de una discusión
más profunda. ¿Qué tipo de matriz económica quedará consolidada en la
Argentina? ¿Será de ahora en más una economía signada por la comercialización
de materias primas? ¿Dependerá la Argentina de su frente externo para poder
salir adelante? ¿Cómo puede transformar eso en un modelo más igualitario e
inclusivo?
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