Sábado 18 - Por Carlos Burgueño - Martín Guzmán respira tranquilo. Con el alza de las tarifas de electricidad y gas desde el 1 de junio en
ejecución y firmados los decretos de segmentación -mecanismo por el cual el
teórico 10% de consumidores con mayor poder adquisitivo del país ya no vivirá
con subsidios en ambos
servicios-; la esperanza del Ministerio de Economía de lograr un objetivo clave
con el FMI está más cerca.
El titular del Palacio de Hacienda se había comprometido ante el
organismo financiero internacional a una reducción de 0,6% del PBI en subsidios
para los servicios públicos, para lo cual la segmentación anunciada ayer
resultaba clave e indispensable. Sin esta decisión, cuestionada en algún
momento dentro del Ejecutivo de manera semipública, haber logrado esa meta
hubiera sido imposible. Lo que no quiere decir que con el decreto conocido ayer
se logrará. Pero al menos Guzmán le puede mostrar al FMI en las próximas
negociaciones vinculadas a la segunda misión comprometida por el Facilidades
Extendidas vigente, que su promesa más importante para ajustar el gasto público
este año está en marcha. Y que en todo caso el cálculo
final del impacto sobre el déficit deberá esperar al 2023 para saber si se
cumplió o no la meta de 0,6%. Dicho en dinero, sería una contracción
en los subsidios por unos $400.000 millones, la partida más importante de todas
las anunciadas para este ejercicio.
Si bien el Gobierno se comprometió ayer a no volver a ajustar las
tarifas por encima del 20% ejecutado en junio, para lograr el 0,6% podría no
alcanzar con la eliminación del 100% del beneficio a los sectores de mayores
ingresos y propiedades. El cuadro conocido hasta ahora con un alza tarifaria de
20% y la eliminación de los subsidios totales para algunas zonas favorecidas de
CABA y el conurbano bonaerense, sólo llegaba al 0,2% del monto acordado con el
Fondo, con lo que debió acelerar el nivel de ajuste; mirando la meta de déficit
fiscal de 2,5% de PBI comprometida para todo el 2022.
Si hacia septiembre Guzmán se acerca a ese nivel, el ajuste podría ser
menor. Si se aleja, el alza tarifaria se profundizará, y combatirá contra el
incremento de la inflación. En este caso, para saber el ajuste final de las
tarifas eléctricas y del gas, habrá que esperar el incremento que muestren los
salarios privados y públicos en blanco.
Pero el capítulo de los incrementos no quedaría allí. Hay un compromiso
explícito del Gobierno ante el organismo que conduce Kristalina Georgieva, por
el cual la eliminación de los subsidios directos deber pasar del 0,08% ya
anunciado a un 0,1% del PBI. Esto es, de unos $6.500 millones a 65.000
millones. ¿Cómo se logrará este incremento? Aplicando el mismo criterio que se
anunció para la Capital Federal y algunas, pocas, zonas del conurbano; a unas 9
regiones de todo el país; entre las que se incluyen el resto de la provincia de
Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos, la Patagonia y el norte
argentino. La idea de Guzmán es esperar al segundo semestre o, en el mejor de
los casos, al primero del 2023 para analizar con el FMI el impacto final de la
reducción de los subsidios. Y en caso de no haberse logrado el 0,6%
comprometido, corregir en el próximo año la distorsión. El Fondo podría avalar
el requerimiento ya que se trata de un objetivo y no un meta; una diferencia
con matices importantes ante lo firmado. Los primeros pueden negociarse. Los
segundos (como el déficit fiscal máximo de 2,5%) no. El organismo financiero
internacional podría negociar, suponen desde Buenos Aires, que el objetivo de
0,6% no se cumpla, siempre que el 2,5% de desequilibrio se logre. Y que el
próximo año se corrija al alza lo que no se logró este año. Hay un problema en
esta alternativa. El 2023 es electoral, y el ministro tendrá que tener en
cuenta lo contrarios que son en la alianza oficialista para ejecutar alzar
tarifarias en tiempos de elecciones. |