Por Mariano Boettner - En el Gobierno reconocen que tendría
dificultades para cumplir este mes con la segunda meta trimestral de
acumulación de reservas acordada en una primera instancia con el Fondo
Monetario Internacional y asegura el acopio
de divisas es menor lo esperado por la lenta liquidación del sector
agroexportador -en el sector privado aseguran que fue récord-, los precios más
altos de importaciones de energía por la invasión de Rusia a Ucrania y lo que
considera un “atraso” en la llegada de dólares prestados por otros organismos
internacionales, algo que estaba incluido en el pacto con el FMI. Por eso, el
Poder Ejecutivo apuesta a
que una modificación de los objetivos trimestrales que acordó con el FMI alejen
esa probabilidad de incumplimiento.
La Casa Rosada sacó pecho por haber pasado la primera evaluación del
Fondo Monetario con las metas trimestrales hasta marzo, aunque desde Buenos
Aires y Washington creen que la guerra en Ucrania cambió algunas de las
perspectivas principales incluidas en el acuerdo, como la estimación de
inflación y de recorte de subsidios.
Habrá una serie de indicadores que marcarán las posibilidad que tendrá
el Gobierno de alcanzar la segunda serie de metas acordadas con el organismo
financiero. La principal será el ritmo de acopio de divisas en el BCRA, junto
con el ritmo de actividad económica, la desaceleración (o no) de la
inflación, el gasto público y déficit primario y, por último, más como síntoma
que como causa, indicadores sociales como el empleo o el salario.
El más crítico, en ese sentido, coinciden en los despachos oficiales y
análisis privados, está en el Banco Central. Cuando termine este mes, la
autoridad monetaria debería tener, según el programa original, en sus reservas
USD 4.100 millones más en términos netos de lo que tenía a diciembre del
año pasado, tal la definición que acordaron la Casa Rosada y el Fondo
Monetario.
Es, de todas formas, un objetivo que ahora quedó relativizado. Las
conversaciones técnicas entre Buenos Aires y Washington dejó como conclusión
que si bien no se modificarán las metas anuales, habrá espacio para “muñequear”
los objetivos intermedios cada tres meses. Según estimaciones privadas, el
Gobierno solo logró acumular a esta altura un cuarto de todo ese monto de
divisas que necesitaría para superar la evaluación del FMI.
En algunos despachos oficiales consideran que la lentitud de la
autoridad monetaria (Miguel Pesce) para acopiar dólares está explicada en un
menú de elementos que responden más a factores ajenos que a la propia gestión
de gobierno.
En algunos despachos oficiales consideran que la lentitud de la
autoridad monetaria para acopiar dólares está explicada en un menú de elementos
que responden más a factores ajenos que a la propia gestión de gobierno. Uno de
ellos es la escalada de valores internacionales de la energía. La
Argentina salió a comprar gas natural licuado para que las fábricas y hogares
tengan calefacción en los meses más fríos pero tuvo que pagar
precios de hasta 40 dólares por millón de BTU en las primeras licitaciones del
año cuando en 2021 pagó en promedio 8 dólares.
Esa cuenta implicó una erosión considerable, explican desde Gobierno,
para la perspectiva de acumulación de reservas. Y además todavía no finalizaron
las compras internacionales del fluido, por lo que el impacto por este
carril continuará. No es la única razón que esgrimen. También identifican que
hubo una liquidación de divisas del circuito agroexportador más lento de
lo que esperaban, lo que implicó lógicamente una entrada menor de dólares.
Luego citan como explicación una demora de un grupo de organismos
internacionales para concretar préstamos al país, que forman parte de la hoja
de ruta de financiamiento acordado entre el Gobierno nacional y el Fondo
Monetario. Según aseguran en despachos oficiales, hay trabas burocráticas que
impidieron que se cristalicen envíos que fortalecerían la posición de reservas,
y que típicamente se destraban durante la segunda mitad del año.
También reconocen en el Ejecutivo que hubiera sido difícil llegar a los
USD 4.100 millones de la meta original. “La meta anual está garantizada”,
reiteran en distintas áreas de Gobierno. “Los USD 4.100 millones no eran solo
compras de mercado, sino que también están incluidos organismos
internacionales, parte de la devolución de dólares que hizo el FMI por pagos
hechos en 2021 y una parte de operaciones con el mercado”, explicaron.
“El FMI se llevó los números del primer trimestre al directorio. Como
este segundo trimestre está avanzado, el staff va a tener que explicar cómo
viene el cumplimiento de la segunda meta de junio y seguramente explicarán que
viene dentro del rango pero por distintas razones no se llegaría, pero
que no compromete la meta anual y no hay nada que altere el contenido del
acuerdo”, mencionó una fuente al tanto de las conversaciones con el FMI.
Ahí es cuando entra en discusión técnica si esto requerirá o no un waiver (dispensa)
por incumplimiento. Según estiman desde un área de Gobierno, ese riesgo no es
tan claro por la meta de reservas para el segundo trimestre porque un
pedido así debería corresponder a un incumplimiento que ponga en riesgo general
el programa económico acordado, una posibilidad que por ahora en despachos oficiales
intentan mantener lejos de los análisis.
Respecto a la actividad económica, el
Gobierno celebró los datos de industria y construcción de abril,
principalmente porque revirtieron la última caída que habían tenido en marzo.
La información de abril dio cuenta de un repunte de 5,4% en la construcción
respecto al mes anterior y de 5% en la industria manufacturera.
Para la consultora LCG, “se espera un crecimiento modesto en la industria
en un contexto internacional de mayor inflación y una actividad económica
que se recupera a un ritmo más lento que el del año pasado (como es el caso de
Brasil, uno de nuestros principales socios comerciales). De este modo, es
factible que, en la comparación interanual, la industria se encuentre a fines
de 2022 creciendo por debajo del arrastre estadístico del 2,8 por ciento. A
esta situación internacional, se le adiciona el atraso cambiario y la necesidad
que tiene Argentina de sumar reservas internacionales, que restringe la
capacidad de importar insumos y bienes intermedios, ralentizando la actividad
industrial”.
“Para la construcción esperamos un crecimiento por debajo del 3% anual
promedio, aunque con una marcada desaceleración anual hacia el final del año
(diciembre/diciembre) a medida que el ritmo global de la actividad vaya
desacelerando. Asimismo, una inflación en los costos de la construcción con un
dólar paralelo estable encarece los insumos del sector, aunque continúa siendo
compensado por los niveles de brecha cambiaria superiores al 70 por ciento”.
En el Poder Ejecutivo no arriesgan alguna modificación, por ahora,
de sus estimaciones de crecimiento del PBI para este año y sostienen una cifra
testigo que ronda el 5 por ciento, aunque admiten que existen algunos factores
que impondrán un techo a esa tendencia. Dos de ellos: la falta de divisas
para alimentar al crecimiento económico, que requiere de divisas para importar
insumos y bienes de capital, y, por otro lado, una inflación sostenida que resienta
la demanda interna, el consumo y, por ende, que ralentice la producción. El
Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), por su parte, solo estima un
3,3% de crecimiento, que responde en buena parte al efecto de arrastre
estadístico del año pasado.
Precisamente la inflación es otro indicador macro que marcará la marcha
de la economía y, en menor medida, las posibilidades de cumplir el acuerdo con
el FMI. El vínculo que guarda con el programa consensuado con el organismo es
diagonal al diseño del programa e incide de una forma menos directa. Incluso
para algunos analistas como Emmanuel Álvarez Agis, el propio acuerdo con
el Fondo no tiene como prioridad bajar la inflación, porque medidas como el
recorte de subsidios y la suba de tarifas podrían eventualmente recalentar la
suba de precios.
Por lo pronto, el Gobierno se aferra a la chance de que, como consuelo a
un índice anual que con seguridad terminará siendo el más alto en tres décadas,
al menos pueda encontrar en la segunda mitad del año un sendero de
desaceleración más o menos marcado. Aunque con un equilibrio delicado de variables
macro, como un dólar sin mayores volatilidades o una expansión por fuera
de lo previsto en la emisión de pesos y en la aceleración del gasto público.
El acuerdo con el FMI, además, es permisivo con mantener el gasto
público por encima de la inflación. Algunas dificultades ya registró el
Gobierno esta semana con el horizonte de financiamiento en pesos por el
desplome de los bonos atados a la suba de precios, lo que preanuncia un
escenario más áspero para el programa de cobertura de vencimientos en moneda
local. La dinámica de las licitaciones marcará, de manera decisiva, cuántos
pesos puede recolectar Economía de la plaza local y, por ende, cuánto deberá
pedirle al Banco Central.
Más como síntoma que como causa, la marcha del poder de compra del salario
y el empleo funcionará en los próximos meses como reflejo de todo lo anterior.
Los últimos datos oficiales laborales, que corresponden a marzo, son todavía
positivos: hubo un crecimiento de 0,3% en la cantidad de puestos de
trabajo privados asalariados, en línea con febrero. Aunque en abril, según otro
informe del Ministerio de Trabajo con un mes menos de rezago, el avance de esta
métrica -aunque en un universo más acotado de empresas- desaceleró desde
0,3% a 0,1 por ciento. |