Domingo 29 - Por Fernando
Gutiérrez - Hay signos de "normalización" que todos los días se suman
a vida argentina. Por ejemplo, que la gente vuelve a su gusto por los recitales
masivos y ya se vendieron siete fechas de Coldplay en el estadio de River. O
que en el evento promocional Hot Sale el rubro estrella vuelven a
ser los viajes al exterior. Y eso, que en muchos sentidos es una
buena noticia, tiene un lado oscuro para la economía: es un recordatorio
de que se recupera con fuerza la "fuga" de dólares.
Porque, en
definitiva, la ansiada recuperación del consumo implica la salida de
divisas. El cachet de los músicos extranjeros no es en pesos argentinos,
como tampoco es en pesos el boleto de los aviones y la tarifa hotelera de
quienes están planificando sus vacaciones de invierno en el hemisferio norte.
Prueba de ello es que la demanda de divisas por parte de los individuos
aumenta mes a mes, y las últimas cifras de la recaudación de impuesto
PAIS permiten adelantar que ya se ubica en u$s600 millones por
mes. De hecho, rubros como el turismo o la compra en el exterior con
tarjeta de crédito se encaminan aceleradamente a recuperar sus niveles
pre-pandemia, cuando insumían más de u$s8.000 millones cada año.
Pero hay un problema: los dólares no alcanzan para todo, y el gran
debate que se está dando en estas horas en el Gobierno es cómo y a quién
priorizar en el reparto de esos escasos billetes verdes. Después de todo,
el propio Alberto Fernández fue quien marcó el criterio oficial al
inicio de su gestión, tras
restringir el cupo de u$s200 para los ahorristas: "Los dólares hacen
falta para producir, no para guardar".
Dólares, ¿para producir o para stockear?
Esa situación contradictoria se evidencia en el sector empresarial, que
a medida que recupera su capacidad
productiva aumenta su demanda de dólares. El caso emblemático fue el
del sector automotor: toda la cadena -autopartistas, terminales y el
propio sindicato- habían advertido sobre el riesgo de que la actividad -que
crece a un ritmo de 17%- se
paralizara por falta de divisas para importar insumos con los que fabricar
autopartes.
Esto es lo que deja a los funcionarios del equipo económico en la
incómoda situación de tener que elegir a quién priorizar a la hora del reparto
de dólares escasos. Y entre los aspirantes a quedarse con los dólares
figura el propio Banco Central, que se comprometió con el Fondo
Monetario Internacional a cumplir el objetivo de aumentar en u$s5.800
millones las reservas.
Era un objetivo
que, en primera instancia, parecía fácil de cumplir, dado que buena parte de
esas divisas las aporta el propio organismo, pero que se empezó a complicar aun
cuando el complejo agroexportador ya dejó ingresos por
u$s17.532 millones en lo que va del año -según cifras del Consejo
Agroindustrial Argentino (CAA).
Sin embargo, pese a ese boom agrícola y a que la balanza comercial del
último mes dejó un saldo positivo de u$s1.444 millones, el problema de la falta
de dólares se agudiza. A tal punto que el Banco Central no logra
consolidar un ritmo de ingresos continuo y sufre frecuentes
"tropezones". Por ejemplo, el jueves pasado tuvo que vender
u$s50 millones.
A la búsqueda de los proveedores de dólares
Es en este contexto que el Gobierno está intentando nuevas medidas para
maximizar la entrada y minimizar la salida de dólares.
Una acaba de ser anunciada por
el propio Alberto Fernández, y apuesta al sector petrolero. Paradójicamente,
la iniciativa fue presentada como una flexibilización del cepo, ya
que se le permitirá a las compañías que inviertan en el país y aumenten su
nivel de exportación, un más amplio acceso a las divisas. Se les permitirá,
incluso, que esos dólares sean destinados a remisión de dividendos a las casas
matrices.
Hay una justificación oficial para esta medida es la necesidad de
incrementar las inversiones en el sector energético, sobre todo si se tiene en
cuenta que, por la dependencia del gas importado, este año podrían sacrificarse
unos u$s8.000 millones.
Pero hay, además, otro efecto positivo de más corto plazo que el de las
inversiones en nueva infraestructura energética: esas petroleras aportarán
divisas, que es algo que el Gobierno necesita con más urgencia que el propio
gas.
De hecho, lo que hizo el Gobierno fue escuchar el reclamo que
economistas de alto perfil venían reclamando:
por caso, Martín Redrado, uno de los "ministeriables" del
espacio oficialista, había pedido "bajar el techo de la brecha cambiaria generando más oferta de divisas,
mediante incentivos a los sectores que pueden ampliar la oferta de divisas, por
ejemplo el sector de hidrocarburos".
Cómo repartir los "pocos" dólares
que hay
Incluso economistas más alineados con la postura ortodoxa habían
sugerido una política en la que la mano estatal marcara prioridades a la hora
de distribuir las divisas.
"La clave
pasa por administrar inteligentemente los pocos dólares que hay, regulando los
sectores que están recibiendo más de lo que debieran, pero asignándolos a otros
estratégicos, como Vaca Muerta, con
capacidad de multiplicarlos", sostuvo Rodrigo Álvarez, economista
jefe de la consultora Analytica.
Y enfatiza que, del otro lado, hay sectores como comercio, que accede al
mercado cambiario "de manera muy irrestricta", de tal forma que su
déficit de divisas actual casi duplica al nivel previo a la pandemia.
"En otros términos, consumió los mismos dólares que toda la
industria. Con la gran diferencia que se trata de un sector que no produce
bienes finales, que no es intensivo en la utilización de capital y que por lo
tanto no requiere de la importación de bienes intermedios y
repuestos y maquinaria para su funcionamiento. A la hora de administrar
divisas, es un misterio por qué fue tan demandante en los últimos años y en
2021 en particular, mostrando una elasticidad similar a la de la
industria", apunta el economista.
Y otros colegas, como Rodolfo Santángelo, plantean que hay motivos
para sospechar de sobrefacturaciones en la importación, incentivadas por el
retraso cambiario.
"Con una brecha tan alta como la que tuvimos en estos años,
los incentivos a comportamientos ilegales para hacerse de dólares
extras baratos y dejarlos en el exterior son altísimos. Es como decir que parte
del ‘faltan dólares’ tiene que ver con la alta brecha. Y la alta brecha es
consecuencia del desorden macroeconómico, ya sea fiscal, monetario, financiero,
deuda o externo", remarcó.
Recurriendo al bolsillo de la casa matriz
Lo cierto es que el Gobierno está empezando a tomar esas
recomendaciones. Por lo pronto, reflotó un esquema ya utilizado en otras épocas
con la industria automotriz: les pide a las terminales locales que se
financien con sus casas matrices a la hora de prefinanciar exportaciones.
De esa manera, queda un "cupo" liberado para que el Central pueda
incrementar la cantidad de divisas asignadas a las autopartistas locales, que cuentan
con menor espalda financiera.
La promesa oficial es que, mediante esta fórmula, se podrá sostener
el ritmo de incremento en la producción automotriz -que crece a un
ritmo de 17% interanual- sin que implique una mayor erosión en la posición de
reservas del Banco Central.
Claro
que hay antecedentes históricos que ponen una nota de duda sobre la efectividad
con la que funcione este
esquema: en la industria se recuerda que, durante la gestión de Cristina
Kirchner, la entonces presidente puso restricciones
al repago de los préstamos de las filiales locales con sus respectivas casas matrices, con el argumento de que no
sufrirían consecuencias porque no podía asimilarse un crédito interno a uno con
el mercado de capitales.
De hecho, en 2014 se produjo un conflicto porque Cristina acusaba a las
automotrices de retacear la entrega de vehículos para un plan de compras a
precio bajo, mientras los empresarios reclamaban que tenían deudas por u$s2.500
millones y reclamaban acceso a divisas al precio oficial, que la entonces
presidente no quería habilitar.
¿Guzmán coincide con Cristina?
En definitiva, la escasez de dólares puede ser, para algunos, un síntoma
de recuperación y normalización de la economía, ya que implica un mayor
movimiento industrial. Para otros, una evidencia del retraso cambiario -que
incentiva a los importadores a hacer compras por adelantado para acumular
stock, mientras desestimula a que los exportadores se desprendan más rápido de
su producto-.
Y para otros, como Cristina Kirchner, la
culpa de que no se pueda acumular reservas en el Banco Central es de
"funcionarios que no funcionan". Más específicamente, de Miguel
Pesce, por no ser más restrictivo a la hora de habilitar el acceso a
las divisas por parte de las empresas privadas endeudadas en dólares.
Curiosamente, es un punto en el que el criticado ministro de
Economía, Martín Guzmán, parece coincidir con la vicepresidente. En una
reciente entrevista en C5N con Alejandro Bercovich, reconoció que cuando en
2020 se discutió la forma de abordar el problema del endeudamiento privado, él
propuso una fórmula diferente, que no fue aprobada.
Guzmán recordó
que en aquel momento "las propuestas no se discutían tan en público
como ahora, había una que consistía en que hubiera
mercados cambiarios diferentes para el pago de esas deudas para evitar el
impacto en las reservas, pero se decidió ir por el camino que está vigente
ahora".
En otras palabras, el ministro reconoció que él quería venderles a
los empresarios endeudados un dólar más caro que el oficial, pero se
impuso la visión de Pesce, que consistió en una reestructuración para las
empresas que tuvieran vencimientos mayores a u$s1 millón mensual. La medida
imponía un tope de 40% para cancelar, mientras el restante 60% se refinanciaba
a un plazo promedio de dos años.
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