Por Julián Guarino - La inflación, que está frenando el crecimiento económico en el mundo, Domingo 29 - también lo hace en la Argentina. Y si miramos la
prospectiva, poco hay que pueda augurar un nuevo impulso, un cambio de
tendencia, más bien lo contrario. Las últimas cifras hablan: según el Indec, la
actividad económica creció 4,8% en marzo en términos interanuales, pero
registró una caída de 0,7% en comparación con febrero. Cualquiera podría
argumentar que este dato, el interanual, lleva 13 meses consecutivos de suba.
Pero sin embargo habrá que pensar mejor en una especie de “serrucho”: en
diciembre, este indicador, en términos mensuales, había terminado el 2021 con
una suba de 1,1 por ciento. Pero inició el 2022 con un retroceso de 0,7% en
enero, una recuperación de 1,2% en febrero y una nueva caída de 0,7% en marzo.
Si alguien quisiese hacer una comparación de ese ciclo, podría pensar que la
economía “se enfría”, ya que hasta mitad del año pasado avanzaba todos los
meses a ritmo de 0,6%, terminó el 2021 en 0,3% y ahora ya se ubica en torno a
0,2 por ciento.
Dos elementos que hay que mencionar y que ya juegan su partido: la falta de dólares y el impacto del shock externo en la
economía local, esto es, una sucesión de mayores costos en fletes,
obturación de las cadenas de valor, escalamiento de los precios internacionales
y profecías autocumplidas, al cerrar los países productores de alimentos las
líneas de exportación y generar una nueva ola de incrementos y mayor inflación.
Uno más: la suba de tasas de interés global y local. Como
se sabe, no hay divisas suficientes para financiar importaciones lo que le pone
un límite a la velocidad de la expansión económica, porque a mayor nivel de
avance de la actividad, mayores divisas requeridas para la compra de insumos y
bienes de capital en el exterior. El Índice de producción industrial
manufacturero (IPI manufacturero) mostró una caída de 1,9% en marzo respecto a
febrero mientras que la construcción registró un retroceso de 1,9 por ciento
(ambos indicadores tuvieron subas en la medición interanual).
Súmese a eso un detalle: el Banco Central cerrará mayo
con u$s 935 millones a favor. Pero a la entidad monetaria se le
viene haciendo difícil la compra de dólares, ya que en lo que va de 2022, el saldo neto a favor apenas alcanza los u$s 1.047 millones, una
cifra que luce mucho más baja que los u$s 5.728 millones adquiridos en el mismo
periodo del año pasado.
¿Razones? El pago de la
factura de importación de energía y la liquidación de los
vencimientos de deuda que tienen las empresas, además de las
importaciones indispensables para sostener el aparato productivo y algo más de
dólar turista. Ah, también algo más: por dólar ahorro, se adquieren ahora
cuatro veces más cantidad de billetes verdes de la que demandaban hace un
año. Guzmán sabe todo,
pero no dice demasiado. Prefiere el voluntarismo y la retórica política
mientras administra su relación con Georgieva. Confía en que, de presentarse
algún cuestionamiento, podrá solventarlo. Lo mismo cavila el presidente
Fernández.
Lo relevante en todo esto es la propia definición del Gobierno y
el FMI, de lo que
tienen pensado para el país: la economía tiene que crecer a
una velocidad que sea compatible con el objetivo de acumulación de reservas,
donde, lo primero, para el Fondo, es la acumulación de reservas… Por
ende, en la próxima revisión del organismo pesarán los condicionantes. La
inflación de mayo podría desacelerar, en algo, los niveles previos de marzo y
abril. Pero en el año, las proyecciones marcan un promedio que se ubicará por
encima del 4% mensual. Nada bueno para el peso argentino, cuya demanda se
debilita por ese argumento. La compensación pensada es la misma que en el resto
del mundo, una suba de tasas. El BCRA ya lleva cinco en el año, llevó el tasa
de referencia a 49%, lo que arroja un depósito bancario en plazo fijo ofrecería
un rendimiento anual de 60%. Para el final, conviene recordar que el propio
ministro Guzmán había homologado con el FMI un aterrizaje suave del crecimiento
económico. Había sellado un crecimiento de 4% para este año (es la proyección
oficial del FMI), seguido de uno mucho más magro, de apenas el 3% para 2023.
Hay que recordar que el programa del organismo con la Argentina prevé
una expansión del PBI de entre el 3,5% y el 4,5% en 2022; de entre el 2,5% y el
3,5% en 2023 y entre el 2,5% y el 3% en 2024. Ese pronóstico pareciera estar
pensado a la medida del ahorro de divisas necesario para acumular reservas y la
baja intensidad en materia del motor del consumo en el PBI, para no demandar
importaciones adicionales. De alguna forma, y en esos
aspectos, el Gobierno sigue por la ruta que imaginó hace algunos meses, a pesar
de la guerra, que pondrá más presión de ahora en más para cumplir con lo
comprometido con Kristalina
Georgieva, la
directora gerente del FMI. |