Una
de las cuestiones más criticadas del segundo gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner fue la compleja manipulación o el ocultamiento
de datos estadísticos. Entre 2007 y 2013 se consideró que las cifras de
pobreza eran subestimadas. En 2013 directamente el Indec dejó de publicar los
datos que relevaban la cantidad de personas pobres e indigentes en la
Argentina.
En
ese momento, el Poder Ejecutivo señaló que el dato fue discontinuado porque los
sistemas de medición debían ser adaptados a las nuevas mediciones de precios
que acababan de ser acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Dos
años después trascendió que un equipo de técnicos del organismo trabajaba en la
tarea de elaborar un “índice multidimensional de pobreza”, pero cuando vieron
los resultados, las autoridades del ministerio de Economía decidieron frenarlo. El
cálculo que llegaron a hacer en 2013 —que no fue difundido— habría mostrado que había un 25,8% de hogares en situación de pobreza.
Es decir, 3.019.563 familias, unas cinco veces más que la medición que el
propio Indec daba a conocer oficialmente, según la cual apenas 449.090 hogares
del país estaban en esa condición.
En
2015, durante la 39° conferencia de la FAO (el organismo de las Naciones Unidas
dedicado a la alimentación y la agricultura), la presidenta Cristina Fernández
de Kirchner mencionó que la pobreza en la Argentina estaba por debajo del 5%. Frente
a los cuestionamientos, salió a defenderla quién entonces ocupada el cargo de
jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. “En la Argentina hay menos pobres que
en Alemania”, fue la recordada frase del exministro.
Durante
una conferencia de la FAO la entonces presidenta Cristina Fernández dijo que la
pobreza estaba por debajo del 5% (NA).
En
una entrevista radial también realizada en 2015, el entonces ministro de
Economía Axel Kicillof intentó explicar por qué no se publicaban esos
datos. “Cuántos pobres hay es una pregunta bastante complicada. Yo no tengo el
número de pobres, me parece que es una medida bastante estigmatizante”, argumentó el actual
gobernador de la provincia de Buenos Aires.
En
ese momento, en medio de polémicas, la Argentina se había convertido en el
único país de Latinoamérica que había dejado de medir el porcentaje de personas
con ingresos menores al nivel necesario para evitar la pobreza.
Kicillof
explicó que era “complejo” de hacer converger el índice de precios al
consumidor (IPC) que se medía hasta 2013 y el nuevo IPC nacional, que comenzó a
regir en 2014 y que arrojaba una cifra menor a la real, según criticaban otros
organismos e instituciones que también relevaban precios.
Hasta
2013, los números arrojaban un irreal 4,7% de pobreza. Con el cambio de
Gobierno, en 2016, el durante la presidencia de Mauricio Macri se volvieron a
divulgar los datos que correspondían al segundo trimestre de ese año: según el
Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), un 32,2% de los argentinos
en núcleos urbanos eran pobres (8,7 millones) y un 6,3% (1,7 millones) vivían
en la indigencia.
Manipulación
de los datos estadísticos
Se
estima que la manipulación de los datos estadísticos comenzó en 2007, con el
desplazamiento de Graciela Bevacqua, directora del IPC y la difusión de
cifras de inflación por debajo de las estimadas. Esa maniobra se extendió más
adelante sobre la mayoría de los indicadores relevantes del Indec entre 2007 y
fines del 2015: primero fueron los precios minoristas, luego las estadísticas
sociales y también el dato del PBI.
Según una nota publicada en Infobae en enero de 2022, el
secretario de Comercio de ese momento, Guillermo Moreno, estaba convencido
—y así se lo transmitió al entonces jefe de gabinete, Alberto Fernández y
al presidente Néstor Kirchner— que la mejor manera de anclar las
expectativas no era tomar medidas de fondo, sino modificar el resultado del
IPC. Desde un principio, el Gobierno negó cualquier irregularidad y afirmó que
era “imposible” cambiar los índices.
El
secretario de Comercio Interior creía que el IPC se inflaba para favorecer a
los tenedores de los bonos ajustados por inflación (CER) y, al promover un
cambio en el resultado, terminó destruyendo el único instrumento de ahorro en
pesos que había logrado construir el Gobierno después de la explosión de la
convertibilidad.
Las
cifras de pobreza dejaron de ser publicadas por el INDEC
El
beneficio financiero teórico de la subestimación del IPC fue el ahorro de USD
600 millones anuales en los bonos ajustables por CER, que fue más
que compensado por dos factores: el aumento del riesgo país —que le cerró el
acceso al mercado de capitales voluntario y colocó la prima de riesgo por
encima del promedio regional— y mayores pagos por la sobreestimación del PBI.
En
paralelo, Guillermo
Moreno impulsó una serie de causas penales contra los consultores privados que
medían la inflación con sus propios índices, incluyendo a Jorge
Todesca (quien se convirtió en director del Indec con Mauricio Macri)
y a Marco Lavagna (al frente del organismo con el actual Gobierno), entre
otros.
El
problema de las estadísticas públicas argentinas trascendió las fronteras
y se convirtió en otra fuente de tensión con el Fondo Monetario
Internacional (FMI), que, muy lentamente, comenzó a analizar el desvío de las
cifras oficiales y aplicó un voto de censura en su directorio, en un hecho
inédito para un país democrático.
Para
tratar de suavizar las presiones, el gobierno de Cristina Fernández de
Kirchner permitió que una serie de misiones del Fondo conversaran con las
autoridades del Indec manejado por Guillermo Moreno y generó un ámbito de
discusión con las universidades públicas argentinas, que dictaminaron que las
estadísticas no eran confiables, una conclusión que no fue tomada en cuenta por
el kirchnerismo.
Cuando
asumió el Ministerio de Economía en 2013, Axel Kicillof logró
desplazar a Moreno pero no solucionó el problema; por el contrario, cuando la
distorsión se hizo demasiado evidente, se dejaron de publicar las cifras de
pobreza. Curiosamente, antes de asumir ese cargo, Kicillof manejaba un centro
de estudios (Cenda) que exhibía cifras diferentes a las del Indec al considerar
que éstas no reflejaban la realidad.
Entre
2007 y fines del 2015, el Indec informó una inflación acumulada del 159,5%,
mientras que el relevamiento de precios minoristas (RPM) de Eco Go, la consultora
de Marina Dal Poggetto, llegó a 489,5%. La brecha se acumuló en las
gestiones de Felisa Miceli, Miguel Peirano, Martín Lousteau —que
intentaron cambiar la situación y fracasaron—, Carlos Fernández, Amado
Boudou, Hernán Lorenzino y Axel Kicillof. |