Por
Sol Narosky - “Si una empresa que opera en el país pagara todos los impuestos,
es muy probable que no pueda seguir funcionando. Comparado con los países
OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), Argentina
se encuentra en el último puesto en términos de déficit fiscal y complejidad
del sistema”.
El
análisis se desprende de un trabajo académico elaborado por el Centro de
Estudios Tributarios (CET), de la Facultad de Ciencias Empresariales, de
la Universidad Austral.
En
el documento se lanzó un indicador de performance del sistema tributario
argentino, basado esencialmente en evaluar si se aportan recursos suficientes
para financiar los gastos del Estado (suficiencia) y si se promueve la
actividad económica (eficiencia); en términos de crecimiento, competitividad y
productividad. Vale aclarar que el indicador tiene una periodicidad anual y una
actualización de dos años atrás.
El
informe -cuya autoría es del economista Mauricio Grotz, profesor e
investigador de la Facultad de Ciencias Empresariales- planteó que “El
índice a nivel global muestra un deterioro de la performance”. Mientras en
el año 2005 el país se ubicaba en los casi 5 puntos, en 2020 el resultado
arroja 3,4 con una clara tendencia decreciente.
De
acuerdo con el reporte, el índice a nivel global muestra un deterioro de la
performance.
Estos
puntajes ubican a la Argentina en una escala de “logro parcial de los
objetivos” del sistema. Sin embargo, el estudio advirtió que “de continuar la
tendencia”, el país podría ingresar en la zona de “no logra los
objetivos”.
“No
se está alcanzando el objetivo en suficiencia, mientras que el objetivo de eficiencia
también está comprometido”, subrayó el documento titulado “Performance del
sistema tributario argentino”. Y asimismo indicó que los recursos tributarios
no generan los recursos suficientes para financiar el gasto público, mientras
que la complejidad del sistema obstaculiza el desarrollo productivo.
De
acuerdo con el análisis, los niveles de complejidad del sistema tributario
muestran que “la Argentina se encuentra muy lejos de los estándares
internacionales de los países OCDE” en ese indicador. Y aseveró: “Los datos
sugieren que si una empresa pagara todos los impuestos, es muy probable que no
pueda seguir funcionando”.
El
trabajo resaltó que “La similitud de Argentina con los países avanzados se
limita solo a los niveles de presión tributaria (alrededor del 30%), no así en
la estructura”. Los principales impuestos priorizan la facilidad de cobro,
“pero son altamente distorsivos destruyendo los incentivos a la inversión y el
crecimiento. El IVA es el corazón del sistema, seguido por los Aportes y
Contribuciones a la Seguridad Social, los impuestos provinciales (Ingresos
Brutos), el Impuesto a las Ganancias y los Derechos de Exportación”.
El
sistema extrae una enorme cantidad de recursos del sector privado para
transferirlos al Estado, según la Universidad Austral, pero
en
el puesto número 8 en alícuota máxima de impuestos sobre la renta a personas.
“Cabe recordar aquí que los países OCDE tienen mayores alícuotas sobre estas
últimas y por ello está dentro del rango típico de valores”.
Lejos
de brindar un mensaje esperanzador, al finalizar el estudio, desde el CET
concluyeron: “Los problemas subyacentes de déficit fiscal, inflación, impuestos
sin contrapartida en condiciones socioeconómicas más favorables.
“El
impuesto inflacionario potencia las características negativas del sistema. La
inflación ha generado una importante redistribución de ingresos y representa
una fuente relevante de obtención de recursos para el Gobierno”, apuntó.
Además, precisó, la inflación potencia los efectos regresivos del sistema
tributario argentino ya que, al erosionar el valor del dinero, los sectores más
vulnerables con escasa de capacidad de ahorro o acceso a instrumentos de
protección contra la inflación, son los más castigados.
En
síntesis, la inflación no solo aumenta la presión tributaria, sino que también
impide el desarrollo productivo con una fuerte extracción de recursos desde el
sector privado hacia el público, “generando severas complicaciones económicas,
además de afectar fundamentalmente a los sectores sociales más desfavorecidos
con mayor pobreza y peor distribución del ingreso”.
La
inflación generó una importante redistribución de ingresos y representa una
fuente relevante de obtención de recursos para el Gobierno, según la Austral
(REUTERS).
El
análisis descriptivo del sistema tributario señala que “está diseñado con fines
recaudatorios y se transformó en una institución extractiva”. En términos de
presión tributaria (ratio recaudación tributaria a PIB), “Argentina experimentó
un fuerte crecimiento a partir del año 2002, que ubicó al país en valores
cercanos al de los países OCDE o de las economías avanzadas, alrededor del 30%,
aunque muy lejos de sus niveles de PIB per cápita”, detalló el informe.
Finalmente,
se hizo hincapié en que la presión tributaria se ubica por encima de su
potencial y los altos niveles de déficit fiscal y endeudamiento coinciden
con los períodos de mayor presión tributaria mostrando signos de un esquema que
no es sostenible.
Si
se compara con los países OCDE, Argentina se ubica en el último puesto en
términos de déficit fiscal y complejidad del sistema, también entre los
últimos cuatro países en alícuota de Impuesto a las Ganancias a empresas. A su
vez, el país se encuentra excesivos que distorsionan la economía son conocidos,
pero lo que se observa aquí es una profundización de los problemas y
escasas perspectivas de solución, al menos en el corto plazo”. |