Por Jorge Herrera - Que el Tesoro no haya podido
cubrir todos los vencimientos de deuda en pesos en la última subasta, por
primera vez en mucho tiempo, fue una señal de atención. Sobre todo por lo que
viene por delante, y no precisamente por este año sino por el próximo. Ocurre
que el devenir de las últimas semanas reflejó que el apetito de los inversores mostró
cuál era su preferencia revelada: nadie quiere quedar sobre expuesto en bonos
en pesos en medio de la transición política del 2023.
O
sea, en buen romance cada vez hay menos interesados en quedar “pegados” a las
turbulencias que, se anticipan, emergerán en la previa electoral y en la
transición presidencial. Basta un solo número para entender el porqué de la
inquietud de los inversores: antes del cierre del primer semestre del 2023
vence, aproximadamente, la mitad de la deuda en pesos del Tesoro y toda la
deuda del BCRA.
Hasta
ahora el “mercado de pesos” fue un noble corcel para los jinetes de la Secretaría
de Finanzas, a cargo de Rafael Brigo. Pero ya empezó a mostrar otros bríos. Al
parecer ya no digerirá todo lo que le tiren, ni ayudado con ingentes dosis de
algún protector hepático. Desde hace meses los analistas intentan desentrañar
los peligros inherentes al creciente stock de deuda en pesos del Tesoro. Como
en algún momento ocurrió con las añoradas Lebac, y otro tanto con las Leliq,
ahora el consenso procura calmar las ansiedades de los inversores que ven que
el taxímetro de la deuda no para. Al fin de cuentas, todos se preguntan hasta
adónde aguanta. Es decir, cuándo la estrategia de financiamiento oficial
empezará a crujir o experimentará serios signos de agotamiento.
Diferencial
Entonces,
¿qué están mirando los inversores, además del roll-over de la deuda en pesos?.
Al respecto los analistas de 1816 dan una pista al sintetizar los temores del
mercado a la transición presidencial en el diferencial (spread) de rendimiento
entre el bono del Tesoro en pesos ajustado por CER que vence en marzo 2023
(TX23) y su par que vence en marzo 2024 (TX24). Este spread cerró la semana
pasada muy cerca de los 1.100 puntos básicos cuando un mes atrás estaba en unos
200 puntos. Otro tanto ocurre con las posiciones a futuro o forward donde la
tasa pasó de 3% al 14%. Vale señalar que el spread entre el forward del TX24,
que vence en marzo 2023 y el del TX23, que vence a mediados de agosto 2023, o
sea, luego de las PASO pero antes del traspaso presidencial llegó a trepar al
18%. Lo cual muestra que el apetito o interés de los inversores es asumir
riesgo en este mandato presidencial pero al mismo tiempo bien alejado del período
de transición.
¿Cómo
hará en tal caso el Tesoro para transitar esos meses? Esa es la cuestión.
Porque, hasta el momento, los distintos tipos de cambio informales no están
expresando los miedos a través de la brecha, lo que sí ya se está solidificando
a través del spread de los rendimientos de los bonos en pesos que vencen en el
mandato de Alberto Fernández y en el que lo suceda. Hoy por hoy, el calendario
de vencimientos de deuda en pesos, del Tesoro, muestra que en agosto de este
año, en marzo y en agosto del año que viene los compromisos en dichos meses
rozan en promedio los $900.000 millones (al dólar oficial unos u$s8.000
millones cada mes). Por eso no extraña que en medio de todo el ruido político
reinante, tanto oficial como opositor, sobrevuelen, nuevamente, los fantasmas
“reperfiladores” o similares en las mentes de los inversores. Está claro que el
cepo no es negociable, por lo menos, en este gobierno, y dejar todo en manos de
una licuación, vía devaluación, es una frazada corta porque gran parte de la
deuda pública está indexada a la inflación y tipo de cambio.
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