Domingo 1 - Por Pablo Wende - En apenas tres meses lo que era un
acuerdo light o para salir del paso hasta llegar las
elecciones se volvió imposible de cumplir. Ahora el Staff del
FMI y el equipo económico deberán definir qué camino seguir: si solicitar una
serie de waivers, o dispensas, para seguir recibiendo los
desembolsos o directamente se dispone una modificación sobre la marcha de las
exigencias planteadas inicialmente. El peor escenario –para el Fondo y para el
Gobierno- sería dejarlo caer y condenar al país a un nuevo default
Si bien falta que arranque la
revisión formal, a partir del 10 de mayo próximo, ya es un secreto a voces
que la reducción del déficit fiscal hasta 2,5% no se alcanzará. Con suerte se
podría repetir el 3% del año pasado. Además, empezaron las primeras señales de
que la emisión monetaria para financiar al Tesoro tampoco disminuirá como
estaba previsto en las metas asumidas ante el Fondo.
Lo propio sucederá con la meta
de reservas netas. Existe un compromiso anual de acumulación de casi USD
6.000 millones, pero que al igual que el resto de las exigencias debe irse
cumpliendo en forma trimestral. Por ejemplo, en los próximos dos meses el
Central debería comprar USD 2.300 millones. Pero en los cuatro primeros meses
del año apenas consiguió unos USD 100 millones con intervenciones en el mercado
cambiario. Ni siquiera una soja arriba de USD 600 alcanza hoy para lograr ese
objetivo.
El acuerdo arrancó viejo en
enero y hoy es letra muerta. La proyección de inflación quedó también
totalmente desactualizada. Se había estipulado un techo de 48%, pero será al
menos 15 puntos más alta. Podría ser más, ya que ahora se estima un nivel más
cercano al 70% para todo el 2022. Tal como viene haciendo Martín Guzmán en
los últimos años, el FMI subestimó notablemente la aceleración de precios, que
hoy pone a la Argentina incluso por encima de Venezuela.
El “corazón” del arreglo con
el Fondo pasaba justamente por ordenar las variables fiscales y financieras
para promover una baja de la inflación. Pero requiere de mucha disciplina y
tiempo y ninguna de las dos está disponible para un Gobierno asediado por
internas y por el deterioro social.
Duro de refinanciar
También empezó a haber
“ruido” con la meta monetaria. El Tesoro consiguió un buen “colchón” en
el primer trimestre del año, pero ya en abril no pudo renovar todos los
vencimientos en moneda local. En la medida que no pueda conseguir más
dinero fresco, dependerá en forma creciente de la ayuda del Banco Central. Los
cálculos de economistas privados estiman que la reducción de la emisión al 1%
del PBI es inviable (es “la meta” para este año) y que en realidad podría
superar el 2 por ciento.
“Abril es el primer mes desde
la reestructuración de la deuda del 2020 en el que el Tesoro no consigue
renovar vencimientos por un monto significativo”, señaló un informe de Consultatio
Asset Management. El informe agrega otra dimensión al evaluar las consecuencias
de los problemas para conseguir dinero fresco: “Habrá dificultades
crecientes para colocar deuda en pesos con vencimiento más allá de 2023 sin un
acuerdo político amplio que disminuya el riesgo de reperfilamiento”.
El arreglo cumplió el objetivo
de evitar un desborde del tipo de cambio. Los distintos dólares financieros hoy
siguen por debajo de los niveles de fin de 2021, a pesar de que la inflación
acumulada superó el 20%. Sin embargo, le pasó algo similar al arreglo con los
bonistas, porque no consiguió mejorar las expectativas.
El riesgo país sigue por
encima de los 1.700 puntos básicos y nada indica que vaya a mejorar al menos en
lo que resta del mandato de Alberto Fernández. Los bonos volvieron a caer
debajo de los USD 30. En diciembre de 2023 se cumplirán más de cinco años sin
acceso a los mercados financieros.
Igual que con los
acreedores privados
En definitiva, el
acuerdo con el FMI terminó igual que la renegociación de la deuda que realizó
Guzmán en 2020. Fue un alivio financiero que despejó el horizonte de corto
plazo, pero no logró encauzar expectativas ni reducir la fuerte
desconfianza de los mercados.
La Argentina no sólo es
defaulteador serial, también es incumplidor serial. En general este tipo de
acuerdos con el Fondo se iban deteriorando progresivamente hasta que se
terminaban suspendiendo los desembolsos. Lo que no es habitual es que todo
ocurra con tanta rapidez.
Los efectos de la guerra
entre Rusia y Ucrania serán utilizados como justificación. Por un lado, porque
el salto de los precios de los alimentos le agregará varios puntos a la
inflación del 2022. A su vez, el encarecimiento de la energía no sólo le
pega a los precios, como en todo el mundo; en el caso local también tiene un
efecto directo sobre las cuentas fiscales y las reservas.
La necesidad de usar más
dólares para comprar energía es un fuerte condicionante para el invierno. Por
eso las dificultades para las importaciones continuarán o incluso podrían
agravarse en los próximos meses. Las quejas de los sectores industriales que no
pueden acceder a insumos van en aumento, pese a que el Central liberó
importaciones por más de USD 7.000 millones en marzo, una cifra récord, que se
repetiría en abril.
Aunque se abrió más el grifo
de las importaciones en los últimos meses, los incrementos de precios en
dólares y el encarecimiento de los fletes provocan que varios sectores
enfrenten dificultades para abastecerse. Por eso no alcanza el esquema
establecido por el Central, de autorizar ventas por el mismo valor en dólares
que el año pasado más un 5% adicional como máximo.
La brecha cambiaria hace el
resto. Los exportadores demoran todo lo posible para vender a la espera de una
mejor cotización del dólar oficial. Y los importadores buscan acopiar todo lo
posible justamente para aplicar rápidamente los pesos. Determinar desde el BCRA
o la AFIP qué es lo realmente imprescindible para la actividad productiva y qué
ingresa por una mera cobertura especulativa es una tarea imposible.
Así las cosas, la Argentina
se encamina a un invierno que estará marcado por la escasez en modo amplio.
Aunque el Gobierno niega que esté previsto cortarle el suministro al sector
industrial, las empresas comenzaron con los aumentos de precios
“preventivos”, ante el riesgo de tener que parar la producción por falta de
energía en los próximos meses.
¿Dónde están los dólares?
También faltarán divisas. Le
quedan dos meses al Central para acumular dólares durante la liquidación de la
cosecha gruesa y enfrentar con un poco más de margen la segunda mitad del año.
No parece una tarea sencilla, teniendo en cuenta que hasta ahora no lo
consiguió, aún con una suba más acelerada del tipo de cambio oficial.
La escasez también será de
ingresos. La última encuesta de opinión pública de Synopsis arrojó que el
76% de los votantes del Frente de Todos considera que la inflación es hoy el
principal problema del país. El dato revela cómo la suba de precios le pega
sobre todo a los segmentos bajos de la sociedad, que son la principal base de
sustentación del Gobierno.
Con un escenario por delante
de mucha mediocridad, alta inflación y recaída de la actividad económica, es
esperable que continúen los ataques del kirchnerismo duro sobre Martín Guzmán.La
intención ya ni siquiera es echarlo, aún a pesar de sus pobres resultados, sino
diferenciarse rápido de la gestión oficial y llegar lo mejor parado posible al
2023.
Aún está por verse si
Cristina Kirchner logra este divorcio de un Presidente y un ministro de
Economía que ella misma eligió, pero al menos evitó la caída abrupta de imagen
que hoy sufre Alberto Fernández y su gestión.
Por lo pronto, los
inversores no están dispuestos a comprar ninguna historia de cambio en la
Argentina –léase una nueva derrota electoral del kirchnerismo- hasta que no
suceda. Ya se quemaron demasiadas veces como para darse el lujo de volver a
equivocarse. |