Sábado 30 - Por
Néstor O. Scibona - Como tantos países emergentes, la Argentina necesita que la
economía crezca sostenidamente durante años para crear empleos formales y
reducir la pobreza. También, exportar más para generar divisas, sin las cuales
no es posible importar insumos ni aumentar la producción.
A diferencia de otros países
cuenta con gran potencial en muchas áreas, que viene siendo desaprovechado a
través de los años. Y si bien movilizarlo requiere mayores inversiones privadas
–locales y extranjeras–, el gobierno del Frente de Todos se ha dedicado a
ponerles palos en la rueda, desalentarlas o ahuyentarlas.
Ahora la perspectiva se
complica aún más por la incertidumbre y el riesgo político que provoca la
fractura expuesta del oficialismo. En menos de tres meses, Cristina Kirchner
rechazó el acuerdo con el FMI, se enfrentó con Alberto Fernández, la Corte
Suprema y alienta la fuerte embestida contra Martín Guzmán por parte de La
Cámpora, que busca reemplazarlo no para mejorar la gestión del área,
caracterizada por la inestabilidad macroeconómica y tributaria, sino por la
peor alternativa de reforzar las políticas populistas, los cepos o controles
sobre la economía y el “capitalismo de amigos”. O sea, una reedición de la
consigna peronista de combatir al capital, aggiornada al siglo XXI y con
similar o mayor imprevisibilidad en un contexto de crisis inflacionaria.
Un rápido repaso de los
sectores con mayor potencial muestra cómo las diferencias ideológicas dentro
del FDT tuvieron como correlato acciones oficiales contradictorias o
descoordinadas que frenan las posibilidades de inversión privada:
•Energía. El ala K cajoneó
prematuramente el plan elaborado en 2019 por Guillermo Nielsen para impulsar la
producción de Vaca Muerta mediante garantías de estabilidad fiscal,
disponibilidad de divisas para nuevas inversiones y precios alineados con la
paridad de importación.
Luego el Gobierno demoró
hasta fines de 2021 el proyecto de nueva ley ómnibus de Hidrocarburos para
conformar a todas sus líneas internas. El resultado fue un complejo engendro de
115 artículos con varios regímenes de promoción sectorial, rechazado por las
provincias productoras y que no llegó al Congreso. Esta semana, Guzmán anticipó
la intención de flexibilizar el cepo cambiario para las petroleras (ante la
evidencia de que si los capitales no pueden salir, tampoco entran), pero
encontraría resistencias en el Banco Central. Y aunque el Gobierno puso en
marcha en 2020 el Plan Gas 4 con subastas de precios para aumentar la
producción, solo ahora adjudicó la primera etapa del gasoducto Néstor Kirchner,
que permitirá sustituir importaciones de gas y combustibles líquidos si –con
suerte– pudiera ser habilitado antes del invierno de 2023. En cambio, los
alcances del ajuste que se aplicará en junio en las tarifas de luz y gas, según
el acuerdo con el Fondo, enfrentan al Ministerio de Economía con La Cámpora y
el Instituto Patria.
•Agroindustria. El frustrado
intento de expropiar Vicentin, a mediados de 2020, puso en guardia al sector en
medio de presiones K para recrear la Junta Nacional de Granos. Para entonces,
el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) había presentado al Gobierno un
proyecto de ley ómnibus para promover nuevas inversiones, más exportaciones y
empleos a cambio de estabilidad fiscal por 10 años. Luego de innumerables
reuniones de trabajo y modificaciones, aún no fue enviado al Congreso. En el
ínterin, y en sentido contrario, se dispusieron el cepo a las exportaciones de
carne; cupos a las de trigo y maíz, y la suba de retenciones a la soja, que
este año alcanzaron a los subproductos (aceites y harinas), pese a la reducción
aplicada en 2021.
•Telecomunicaciones. Tras el
DNU que, en plena cuarentena de 2020, declaró servicio público a la telefonía
móvil, la televisión por cable y accesos a internet para regular sus precios,
las empresas prestadoras obtuvieron amparos judiciales que fueron recurridos
por el Enacom y deberán ser resueltos por la Corte Suprema. Este marco de
inseguridad jurídica inhibe mayores inversiones privadas cuando en la segunda
mitad de este año debería concretarse la licitación del espectro de frecuencias
5G de alta velocidad. En medio de presiones externas e internas y señales
ambivalentes, el Gobierno aún no definió la tecnología a utilizar, que se
disputan los Estados Unidos y China. Cualquiera de ellas requerirá millonarias
inversiones en infraestructura de conectividad digital.
•Exportaciones SBC. Si bien
crecieron 14% en 2021 (a US$6400 millones), las exportaciones de servicios basados
en el conocimiento (SBC) enfrentan el escollo de la brecha cambiaria, que
fomenta ventas no registradas al exterior (calculadas en US$1700 millones) por
profesionales independientes. Esta distorsión neutraliza los beneficios
fiscales otorgados por ley a las empresas del sector, en una de las pocas
políticas de Estado vigentes desde hace 18 años. El ministro de Ciencia y
Tecnología, Daniel Filmus, tampoco anticipa una solución: “No queremos que esos
chicos que se formaron acá y tienen grandes capacidades en el campo de la
programación se vayan del país, pero tampoco queremos que trabajen para
afuera”, dijo esta semana.
•Transporte aéreo. El decreto
que dispuso establecer bandas tarifarias para los vuelos de cabotaje en la
segunda mitad de este año, desalienta las inversiones de las pocas compañías
low cost que aún operan en el país, deberán fijar tarifas más altas y limitar
ofertas. También frena el ingreso de nuevas empresas. Sólo apunta a reforzar el
monopolio en el mercado de Aerolíneas Argentinas, que en 2021 recibió subsidios
estatales equivalentes a $ 200 millones por día, costeados por todos los
argentinos, vuelen o no.
Dentro de este desalentador
panorama, una de las pocas excepciones es la minería, con 87 proyectos en
distintos grados de avance, nuevos empleos y exportaciones por US$3300 millones
en 2021. Principalmente por el boom de los yacimientos de litio en el NOA,
donde sólo dos proyectos en operación ya convierten a la Argentina en el cuarto
productor mundial y con otros 12 en proceso podría pasar a ser el primero en
2030, con miras a la fabricación de baterías para vehículos eléctricos.
Aun así, el analista en economía
internacional Marcelo Elizondo, titular de la consultora DNI, advierte que, en
general, los inversores externos están más preocupados por el futuro del país
que por lo que pueda hacer el Gobierno hasta fin de 2023. Al margen de la
incertidumbre que provocan los cambios sorpresivos de reglas en materia
impositiva, cambiaria y de precios; la inestabilidad macroeconómica; la politización
y judicialización de las medidas oficiales y la errática política exterior,
consideran que falta de sustento político para futuras reformas y muestran poca
paciencia con los cambios graduales.
Otra muestra de este
deterioro político-institucional aparece en un trabajo elaborado por DNI.
Mientras en el mundo se duplicó en los últimos diez años el stock de Inversión
Extranjera Directa (IED) al pasar de 19,9 a 41,3 billones de dólares, en la
Argentina sigue siendo similar al de 2011 (US$85.000 millones). De ahí que su
participación dentro del total mundial descendió de manera notable (de 0,4 a
0,2%), al igual que en la región (de 5,5 a 3,8%) y pasa a ser un dato
preocupante frente a la competitividad surgida de la capacidad tecnológica y la
innovación. En la Argentina solo 58 empresas exportan más de US$100 millones
por año y, si hubiese mayor cantidad de grandes compañías, habría mejores y
mayores actores en esta materia, motorizada por las firmas trasnacionales y que
se traslada a sus proveedores locales, concluye.● |