Por Diego
Martínez Burzaco - Si hay algo que caracteriza nuestra profesión de economistas en la
Argentina es que nunca vamos a aburrirnos y eso se lo debemos, en gran parte, a
la pendularidad de la economía doméstica.
Hace
apenas unas semanas atrás estábamos intentando explicar el por qué de la caída
de los dólares libres
(dólar MEP, contado con liqui y blue) en un contexto de fuerte
aceleración inflacionaria. Hoy nos encontramos en la
vereda opuesta, tratando de encontrar los argumentos que justifiquen la fuerte reversión de la divisa
norteamericana.
Desde
el 18 de abril a la fecha, la divisa libre, medida por el Contado con Liquidación de los bonos argentinos, experimentó una suba
del 13,4%.
¿Hay
alguna explicación para esto? Sí. A continuación detallamos algunas de estas causas:
Explicando
la coyuntura de cortísimo plazo
En primer lugar, el shock exógeno. Abril
está siendo otro mes de fuerte presión en los mercados globales
con una aversión al riesgo creciente. La gran incertidumbre que
genera el conflicto Rusia-Ucrania, la creciente presión inflacionaria y una
marcada desaceleración de la economía China están armando un peligroso
cocktail de digerir para los inversores.
Bajo
este contexto, la Reserva Federal de Estados Unidos se apresta a ser más
agresiva en el ajuste de su política monetaria (subiendo las tasas de interés y
retirando dólares del sistema financiero), generando el
denominado “vuelo a la calidad”. Una parte importante de los
inversores desarma posiciones más riesgosas en otras monedas para refugiarse en
el dólar. Así hubo una presión sobre las monedas latinoamericanas de la que el
peso argentino no pudo salir inmune.
En segundo término, el shock endógeno. Si bien
el dato de inflación de marzo de 6,7% había sido realmente preocupante, los inversores intentaron ver el vaso “medio lleno”,
posicionándose en un carry para
los activos financieros que ajustan por el CER. Esto
implicó desarmar posiciones en dólares y poner a trabajar los pesos a la par de
la velocidad inflacionaria. Sin embargo, la estrategia encontró su
límite en las primeras mediciones de inflación de abril que hicieron las
consultoras privadas. Se pensaba en una desaceleración más agresiva
de la suba del nivel general de precios, pero la realidad muestra otra cosa: el piso inflacionario “parecería” ser 6% mensual, aumentando
el riesgo de desanclaje de expectativa y generando más riesgos en la inversión.
Así, muchos optaron por dejar el carry a un lado.
En tercer lugar, la duda de la sustentabilidad. Ya
hemos pasado casi el primer mes del trimestre de mayor estacionalidad en
materia de oferta de dólares en Argentina. La liquidación de los
dólares de las exportaciones de la cosecha gruesa del campo debiera ser un
alivio para las arcas del Banco Central de la República Argentina y su objetivo
de acumular reservas internacionales. Sin embargo, por el momento la autoridad
monetaria tiene casi un saldo de cero en los dólares acumulados en lo que va
del año. Esto ocurre incluso en un contexto donde las restricciones
sobre las importaciones persisten. La pregunta existencial es, entonces, ¿podrá el BCRA cumplir con la meta de acumulación de reservas acordada
con el FMI? Sin ese “colchón” de dólares, manejar la política
cambiaria y las expectativas sobre la divisa se convertirá en algo demasiado
difícil de remontar.
Si
bien es cierto que en términos históricos el dólar libre no
se encuentra “barato”, la inercia inflacionaria y la limitada
oferta en plaza son elementos suficientes para mantener el impulso alcista más
allá de la magnitud.
En
definitiva, en este momento nos encontramos con más
compradores que vendedores de dólares. De alguna u otra manera, a
pesar de que muchas veces lo ignoramos, el dólar siempre está en
el inconsciente de cada inversor. |