El
ministro, en vuelo. En la semana, volará a Washington y se verá con el FMI.
Algunos quieren, simplemente, volarlo
Por
Pablo Wende - Como era esperable, el elevado dato de inflación generó todo tipo
de reacciones tanto desde el punto de vista político como económico. Pocas
horas antes de que el Indec diera a conocer el pico de 6,7% de marzo, Cristina
Kirchner arremetió contra el presidente y dijo, aunque sin mencionarlo de
manera explícita, que “no hace bien las cosas”. Por su parte el Banco
Central subió otros 2,5 puntos porcentuales la tasa de interés de referencia y
aceleró la suba diaria del dólar oficial, cumpliendo con el compromiso asumido
ante el FMI.
Luego
de rumores de todo tipo, desde el entorno presidencial confirmaron a
Martín Guzmán. El ministro de Economía ya dio señales bien claras de que
no piensa renunciar y pidió un alineamiento detrás del programa económico
diseñado con el Fondo.
Claro
que quienes se oponen al ministro y sus medidas provienen del propio
kirchnerismo duro. Esto implica un margen muy estrecho para moverse: por un
lado tratar de cumplir con el acuerdo firmado con el FMI, pero al mismo
tiempo evitar que se siga profundizando la grieta. Ya no con la oposición,
sino dentro de su propio espacio de Gobierno.
La
inflación muestra en la Argentina un crecimiento gradual pero constante en los
últimos 20 años. Más allá de las distintas explicaciones de los gobiernos
de turno, existe un aspecto común a lo largo de los años: los recurrentes
déficit fiscales acompañados de una gran emisión monetaria para financiarlos.
Los
programas que fueron exitosos en combatir la inflación consiguieron justamente
equilibrar las cuentas al menos por un período de tiempo. Así sucedió con
el Plan Austral en 1985, pero los desequilibrios posteriores derivaron en
el Plan Primavera y posteriormente la hiperinflación de 1989.
También
sucedió con la Convertibilidad en 1991, que no sólo tenía una regla
estricta impuesta por una suerte de “caja de conversión”, que funcionaba de
manera imperfecta y además requería de un estricto equilibrio de las cuentas
públicas.
El
tercer período de baja inflación fue durante la presidencia de Néstor
Kirchner (2003-2007), cuando se consiguió un superávit fiscal histórico luego
de una suba récord del dólar.
En
esas tres experiencias, los correspondientes gobiernos tenían un amplio
respaldo popular y cohesión interna. Pero ahora no existen ninguna de esas dos
condiciones. Por lo tanto, para Guzmán resulta inviable poner en marcha un plan
antiinflacionario que resulte creíble y sostenible en el tiempo.
Las
presiones para que el ministro de Economía deje su lugar de parte de Cristina
Kirchner y La Cámpora tienen un problema básico: no proponen una alternativa
medianamente potable. El “plan antiinflacionario” que presentó el gobernador Axel
Kicillof junto al secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti,
fue la mejor comprobación. Más controles y listas de precios, fórmulas
repetidas que vienen fracasando hace décadas.
Con
un acumulado de 16,1% en el primer trimestre, la inflación para el 2022
está prácticamente jugada. Por delante aún quedan fuertes aumentos de tarifas,
paritarias y más suba del dólar oficial. Además, el fuerte aumento de la
energía también seguirá impactando en los costos de producción de las empresas.
Sin anclas nominales, la inflación se encamina en cerrar alrededor del 60%,
siempre y cuando no ocurra nada disruptivo que provoque que el dólar libre
levante vuelo, luego de mantenerse varios meses planchado en la zona de los $
200 (ahora incluso levemente por debajo).
La
pregunta válida es si entre Alberto Fernández y Martín Guzmán encontrarán
realmente una fórmula para que descienda gradualmente a partir del segundo
semestre y llegar al 2023 con niveles de inflación más controlados. De eso
depende las chances de que el kirchnerismo llegue con chances a las elecciones
presidenciales.
Operación
despegue
Desde
que decidió votar en contra del acuerdo con el Fondo, Cristina viene llevando
adelante su “operación despegue”. El objetivo es despegarse todo lo posible de
la gestión de Alberto Fernández, tal como lo dejó claro en la última semana.
Pero no le resultará fácil, desde el momento en que fue ella misma quien lo
eligió para ser candidato presidencial.
El
ministro y su principal respaldo, el presidente Alberto Fernández
Todas
las encuestas muestran, además, que la gente responsabiliza mayoritariamente a
este gobierno por la escalada inflacionaria. Y además los problemas para llegar
a fin de mes ante ingresos que no alcanzan aparecen como el principal tema de
preocupación en los hogares, por encima de la inseguridad, el desempleo o la
corrupción.
Guzmán
participará en Washington de la reunión de Primavera del FMI, que este año
tendrá un formato “híbrido”. Los funcionarios de los distintos países que
integran el organismo volverán a la presencialidad, pero habrá una opción de
seguir las deliberaciones por streaming.
El
ministro se reunirá con la titular del FMI, Kristalina Georgieva, para
evaluar la marcha del programa. La Argentina cumplió con las metas fiscales,
monetarias y de acumulación de reservas en el primer trimestre. Pero la
inflación fue mucho más alta que lo esperado y ya dejó obsoleto el rango de 38%
a 48% que se fijó con el Fondo. Aunque no se trata de una meta a cumplir
para recibir desembolsos, todo indica que se avanzará con cambios para poder
acercarse a los “targets” negociados en el acuerdo.
Uno
de los puntos centrales de la discusión seguramente pasará por el impacto de la
guerra en Ucrania, la suba en las materias primas y su impacto en la Argentina.
La inflación es hoy un problema global, al punto que Estados Unidos terminó
marzo con un acumulado de 8,5% en los últimos doce meses, el nivel más alto de
los últimos 40 años.
Guzmán
y la directora del FMI, Kristalina Georgieva, cuando estrecharse las manos era
menos costoso
No
poner en el radar esta situación que hoy es un dolor de cabeza en todo el mundo
no sería lógico. Pero al mismo tiempo también es un hecho que la inflación
acumulada del 55% en la Argentina sólo refleja marginalmente los impactos de la
guerra.
La
economía ya dejó atrás su mejor momento, que llegó entre fines de 2021 y el
arranque de 2022, con un repunte del orden del 10%. Sin embargo, la inflación
ya provoca estragos, especialmente en la caída de la capacidad de compra de
productos de la canasta básica.
Martín
Guzmán enfrentó quizás su peor semana desde que es ministro. Al pico
inflacionario se sumó la presión dentro del propio Gobierno para removerlo. Presiones
inflacionarias, falta de gasoil, paro de transportistas de granos,
estancamiento económico, necesidad de cumplir con la meta fiscal negociada con
el FMI son una combinación de por sí complicada. Pero lo más desafiante será
mantener la gobernabilidad en medio del aumento de la pobreza, escasa
generación de empleo y una dura oposición dentro del propio oficialismo.
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