Por Sergio Serrichio - El dicho viene a cuento de una reciente
“actualización” del FMI de su enfoque sobre los flujos de capital y el riesgo
del endeudamiento en moneda extranjera, pero también de un informe del Ieral de
la Fundación Mediterránea, sobre el exceso de endeudamiento en moneda local
ajustable por inflación.
Cada uno se rasca
donde le pica. La “actualización” del Fondo sabe a nuevo mea culpa de
su crédito de 2018 a la Argentina, por lejos su principal deudor, con el que
recientemente acordó una refinanciación y un programa en el que ninguna de las
partes parece creer demasiado.
“En ciertas
circunstancias, los países deberían tener la opción de restringir
preventivamente las entradas de flujos de deuda para salvaguardar la
estabilidad macroeconómica y financiera”, dice el texto, publicado en el
blog del Fondo con la firma, entre otras, de Gita Gopinath, economista
jefa y número dos en la estructura del FMI, posición a la que la promovió su
directora, Kristalina Georgieva.
“Los flujos de
capitales pueden ayudar a los países a crecer y a repartir los riesgos. Pero
las economías con deudas externas abultadas pueden ser vulnerables a crisis
financieras y profundas recesiones cuando se producen salidas de capitales. Los
pasivos externos revisten máximo riesgo cuando generan descalces de monedas, es
decir, cuando la deuda externa está denominada en moneda extranjera y no tiene
activos en moneda extranjera de contraparte ni coberturas”, dice el texto, que
en buena medida suscribe el concepto de “pecado original”, como el historiador
de finanzas Barry Eichengreen, profesor de la Universidad de Berkeley,
y Ricardo Hausmann, execonomista jefe del BID, ahora en Harvard, llamaron
al endeudamiento en divisas de economías emergentes y de moneda inestable.
Trayectoria
explosiva
El informe del
Ieral, de los economistas Mariano Devita y Franco González, apunta más a
la trayectoria de la deuda pública, en la medida que, señala, refleja las
medidas del gobierno y condiciona las políticas futuras, y al explosivo
crecimiento de la deuda en pesos.
“Para el staff del
FMI la deuda pública argentina es ‘sustentable pero no con alta probabilidad’,
un lenguaje encriptado pero, a la vez, demasiado explícito para un defaulteador
serial como es nuestro país”, escribieron Devita y González, y precisaron
que de los ejercicios para medir la sustentabilidad, surge que en el “mejor
escenario”, la deuda pública de la Argentina, que en 2021 equivalía a 80,6 %
del PIB, pasaría a 63,0% en 2027; mientras que la deuda externa, también en la
proyección más optimista, pasaría de 58,3 % del PIB en 2021 a 41,0 %, en 2027.
Son cifras que
surgen de asumir un crecimiento del PIB superior a los años previos y una
política fiscal que pasa del déficit al superávit, como el gobierno le prometió
al FMI que hará el gobierno que lo suceda. Promesa que, dice el Ieral, “asume
una ruptura con la década de la estanflación”.
Gita Gopinath,
consejera económica y directora del Departamento de Investigación del Fondo Monetario
Internacional (FMI)
El FMI también
incluye un escenario menos optimista, en el que la deuda pública llega a 92,2%
del PIB en 2027 y la deuda externa a 132,4 % en 2030. Esas proyecciones
“extrapolan lo sucedido en el país en los últimos 10 años, con un PIB que se ha
achicado a un ritmo de 0,2 % anual y un déficit fiscal primario promedio de
3,6% del PIB”, dice el informe. En otras palabras, para cumplir con el
Fondo, la Argentina debe incumplir con su historia reciente.
La variable más
sensible
A diferencia de la
“actualización” del FMI, al Ieral la preocupa más la deuda en pesos, que
considera “la variable más sensible” del acuerdo. “En 2021 la necesidad de
financiamiento en este flanco alcanzó a 8,5 % del PIB, en bonos que, en su
mayoría, vencen año a año. Dado el déficit fiscal proyectado, más la carga de
intereses, para 2024 se estima que los compromisos a refinanciar en el mercado
local se habrán duplicado, hasta llegar a un 16,0 % del PIB”, precisa al
respecto. “Obviamente –subraya- una deuda en pesos de tal volumen, que
necesita ser refinanciada cada 12 meses, es y seguirá siendo uno de los principales
condicionantes de la política económica, que deberá tener muy en cuenta esta
peculiaridad al elegir los instrumentos para encarar un eventual programa de
estabilización”.
No es para
menos. La deuda en pesos ajustable por inflación (CER), según la más
reciente actualización del ministerio de Economía, pasó del equivalente a USD
15.960 millones en noviembre de 2019 a USD 49.744 millones a fin de febrero,
esto es, 212% más en dólares en 27 meses. Todo esto dentro de una “deuda
bruta total” que en el mismo período pasó de USD 313.299 millones a USD 366.561
millones; un aumento de USD 53.262 millones, 20% superior al crédito del FMI.
El ministro Martín Guzmán llama a eso “financiamiento neto positivo” y
“profundización del mercado doméstico de capitales”, pero a un inversor con
cierta memoria le recuerda el plan Bonex, licuaciones, reperfilamientos y
alquimias de ese estilo.
El Fondo repensó
su posición sobre flujos de capital y deuda a raíz del caso argentino pero
también porque desde el inicio de la pandemia muchos países, para apoyar la
recuperación, aumentaron su deuda externa. Aumento que –dice– “en algunos casos
no estuvo compensado con activos en moneda extranjera ni coberturas”. Esto,
advierten Gopinath & Cía “genera nuevas vulnerabilidades en el caso de una
pérdida repentina de interés en la deuda de los mercados emergentes que podría
desembocar en graves dificultades financieras en algunos mercados”.
Como es usual en
sus escritos, el Fondo alterna cal y arena. De un lado, admite que los países
“deben gozar de mayor flexibilidad para adoptar medidas” de dos tipos, gestión
de flujo de capitales (léase, cepo y sus variantes) y “macroprudenciales”. Pero
el “principio básico”, recuerda, es que “los flujos de capitales son
beneficiosos por las considerables ventajas que aportan a los países
receptores, aunque también pueden acarrear problemas macroeconómicos y riesgos
para la estabilidad financiera”.
Por eso, concluye,
“las medidas de gestión de capitales pueden mitigar los riesgos vinculados a la
deuda externa, pero no deben emplearse de manera que provoquen distorsiones
excesivas y tampoco deben ser un reemplazo de políticas macroeconómicas y
estructurales necesarias, ni usarse para mantener monedas excesivamente
débiles”.
A la luz de su
“actualización”, el Fondo bien podría decirle a la Argentina el lema de la
gestión porteña de Rodríguez Larreta: “todo estás vos”. |