Por
Mariano Boettner - Superado el capítulo de la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario, el
Gobierno apunta ahora a relanzar la gestión económica con planes a mediano y
largo plazo, más alejados de la coyuntura siempre exigente. Para eso, se planteará
un ambicioso esquema de metas “sociales”, que busca complementar a los
objetivos macro que acordó con el FMI para el déficit, la emisión monetaria y
las reservas. Para eso, buscará un horizonte que considera viable de reducción
de pobreza, generación de puestos de trabajo en el sector privado
y creación de empresas.
Funcionará,
según comentan en despachos oficiales, como una suerte de anexo al programa
económico a dos años y medio consensuado con el organismo financiero
internacional. Según plantean en el equipo económico, ese acuerdo sentará
algunas bases para variables macroeconómicas que el sector privado -y también
el público- considera decisivas para los próximos años.
A
ese marco de políticas, de todas formas, le faltaba algún correlato en la
economía real y de perspectiva para los indicadores sociales. Si bien en
2021 la desocupación y la pobreza registraron un retroceso, el propio Gobierno
admite que falta mucho terreno por recorrer para consolidar ese proceso.
Para
eso, en los últimos días el Poder Ejecutivo apuntaló lo que llamó el Plan Argentina Productiva
2030, un programa de mediano y largo plazo sobre políticas
productivas, con misiones “industrializantes”, con perspectiva de desarrollo en
todas las provincias y en sectores que, consideran, tendrán potencial en los
próximos años. El plan es promovido por el ministro de Desarrollo Productivo Matías
Kulfas.
Plan 2030: de qué se trata
El
Gobierno busca un marco de políticas industriales que compense a los objetivos
ya acordados con el FMI. En este caso, tienen que ver directamente con la
economía real y la generación de puestos de trabajo. Según anticipó Desarrollo
Productivo, el corazón de ese programa a largo plazo serán diez “misiones
productivas” que procurarán “abordar y resolver los problemas económicos,
tecnológicos, sociales y ambientales”. Esas diez misiones tienen ya perfiles
definidos. En resumen:
1)
Desarrollar la economía verde. Esto es: “Lograr una transición hacia una economía de menor impacto ambiental,
que incida favorablemente sobre la economía y el empleo, es decir, que sea
justa y sostenible en términos sociales, ambientales y económicos”, definió el
Gobierno. Los sectores a impulsar son metalmecánica, hidrógeno y reciclaje
de desperdicios.
2)
Bienes y servicios ligados a la salud, “a partir de la sustitución de
importaciones y la promoción de exportaciones como del desarrollo de sectores
nuevos”. Incluirá un plan para rubros como la Industria farmacéutica,
ensayos clínicos, equipamiento médico, cannabis medicinal y telemedicina.
3)
La “movilidad del futuro”. Esto implica un empuje a la industria
automotriz, incluyendo autopartes, bicicletas y buses eléctricos y el
desarrollo de proveedores industriales, como equipos de GNC, baterías de litio,
entre otros.
4)
Equipar a las fuerzas armadas y de seguridad con mayor tecnología. Los
sectores involucrados serán la industria naval, con la fabricación de
buques para el patrullaje marítimo); aeroespacial (drones y aeronáutica);
ciberseguridad y la de indumentaria y calzado, para esas actividades.
5)
Adaptación de la producción de alimentos “a los desafíos del siglo XXI”, entre
los que Desarrollo Productivo identificó: “los nuevos patrones de consumo y
desafíos ambientales del siglo XXI a través del impulso de
la biotecnología, el agro 4.0, los bioinsumos, la infraestructura de riego
y la alimentación saludable”.
6)
Digitalizar empresas y hogares “para aumentar las capacidades tecnológicas
del país”. Tendrá un doble abordaje esta sexta misión: desde la demanda de
digitalización, a través de gran parte de la industria y los servicios. Y desde
la oferta, con más economía del conocimiento (software, satelital, servicios
audiovisuales, servicios profesionales, industrias de base tecnológica, entre
otros).
El
acuerdo con el FMI no incluye metas sociales, pero el Gobierno activó un plan
productivo con objetivos cuantitativos de pobreza y desempleo
7)
Minería. Para alejar fantasmas de “extractivismo”, el Poder Ejecutivo
buscará una “mejora persistente de las prácticas productivas y ambientales, la
transparencia y la participación de comunidades locales”. Enfocará el plan
industrial minero hacia la metalífera y no metalífera y el litio. La
minería es, argumentan en despachos oficiales, el principal sector que aún en
este contexto, dinamiza inversiones.
8)
La industria más tradicional. El Gobierno apuntará a “modernizar y crear empleos de calidad en los sectores industriales
tradicionales”. Se listan rubros como el textil, indumentaria,
cuero, calzado y marroquinería, materiales para la construcción, madera y
muebles, caucho y plástico y juguetes, donde detectó “importantes núcleos
de informalidad laboral” que explica los altos niveles de pobreza en todas las
capas etáreas.
9)
“Encadenamientos productivos”, en el sector primario para “incentivar la
agregación de valor y el desarrollo de proveedores industriales y
tecnológicos”. Incluirá a actividades como el agro, silvicultura, pesca,
hidrocarburos y minería, metalmecánica, siderurgia, petroquímica, celulosa y
papel y la industia naval ligada a la pesca.
10)
Duplicar las exportaciones “para hacer sostenibles las mejoras sociales y
económicas”. El cálculo oficial habla de pasar de exportar bienes y
servicios por USD 87.000 millones en 2021 a USD 174.000 millones en 2030.
Metas sociales y ¿diálogo
con la oposición?
El
Plan Productivo a 2030 tendrá,-aseguran en los despachos oficiales ligados a su
puesta en marcha-, instancias de discusión participativa, jornadas en todo el
país para su debate, posiblemente proyectos de ley específicos para elevar al
Congreso y además, metas cuantitativas. No solo sobre los desarrollos
industriales de cada caso, sino también un sistema de “metas sociales”.
Es
uno de los aspectos que no está contemplado en el acuerdo con el FMI. La pobreza
ocupa un lugar muy lateral en el programa de políticas
económicas acordado con el organismo. La hoja de ruta, a diferencia de otras
metas cuantificables como el déficit, la acumulación de reservas o la emisión
monetaria, no tiene en su letra chica ningún objetivo cuantificable
respecto a los indicadores sociales.
La
pobreza se redujo hasta 37,3% desde el 42% de 2020 y el Gobierno quiere sacar a
1 millón de personas de esa condición por año (EFE)
La
única ocasión en que la pobreza tiene algún abordaje en el acuerdo es en el
segmento del gasto estatal, en el que especifica cuáles serán las
prioridades para el sector público. En ese sentido, asegura que el Gobierno
continuará “afianzando nuestros mecanismos de asistencia social para atender de
manera óptima a las personas más necesitadas, y nos concentraremos en
combatir la pobreza infantil y reorientar las ayudas para fomentar la inclusión
en el mercado laboral, sobre todo para las mujeres y los trabajadores con
calificaciones bajas o insuficientes”.
Premisa básica
Al
tratarse de un plan que llevaría, de alcanzar su duración prevista, dos
mandatos presidenciales y medio, la pregunta se impone: ¿Tiene el Gobierno en
este contexto un respaldo suficiente para avanzar con un programa a largo
plazo? ¿No necesitaría un acuerdo con la oposición? Desde un despacho
con incidencia directa sobre la política económica responden: “Le tenemos
más fe a los actores del sector privado que a ciertas fuerzas opositoras”,
disparan.
La
lógica del Poder Ejecutivo es que los debates de alcance mayor podrían verse
teñidos de la discusión más coyuntural en caso de llevar este tipo de planes
productivos a la arena política. “Si vamos a proponer un plan industrial a diez
años nos van a correr con que es más urgente la inflación”, consideraba en los
últimos días un funcionario.
“El plan involucra a actores productivos
-cámaras empresarias y empresas-, sindicatos y asociaciones de trabajadores, de
la investigación aplicada, de la sociedad civil, de las provincias y de los
municipios”, destacaron desde Desarrollo Productivo. Ante una consulta
de Infobae, descartan entonces sumar a la oposición a esos intercambios,
que comenzarán en las próximas semanas.
Las
metas sociales a las que apunta el Gobierno con la puesta en marcha de
este programa incluyen la pobreza, la desigualdad, el desempleo, una
formalización de los puestos de trabajo y una mayor equidad de género en el
mercado laboral.
Respecto
a la pobreza, el Poder Ejecutivo celebró con prudencia el último dato, que
marcó un retroceso de 3,3 puntos porcentuales desde el 40,6% a 37,3% que marcó
el segundo semestre del año. Implica, según estimaciones oficiales, 1 millón
menos de personas bajo la línea de pobreza. Esa es precisamente la meta
puntual que se plantearon. El plan a 2030 implicaría, aseguran, sacar a 9
millones de personas de la pobreza, a razón de 1 millón por año.
Aparece
en la iniciativa una correlación entre esa métrica y la de generación de puestos
de trabajo. La perspectiva incluye la creación de 220.000 empleos
registrados en el sector privado por año. Además, el 70% de esos nuevos
trabajos deberán formalizarse fuera del Área Metropolitana de Buenos Aires, y
al menos la mitad deberá ser dirigido a mujeres. Ligado a las metas anteriores,
el Poder Ejecutivo se puso como objetivo habilitar la creación de 100.000
empresas formales hasta 2030, a razón de 12 mil por año.
Como
objetivo cuantificable de reducción de la desigualdad, el Gobierno prevé recortarla
“a los menores niveles en 50 años”. El criterio será la evaluación
del coeficiente de Gini, que publica el Indec con periodicidad
trimestral, desde de 0.43 actual hasta a 0.38 -cuanto más cerca de cero es
el indicador, la sociedad es más igualitaria por ingreso-.
Se
trata de un plan ambicioso y hay, reconocen, antecedentes poco
auspiciosos. Cerca del ministro Kulfas admiten que no es el primer
programa de este tipo que un gobierno busca poner en marcha -incluso algunos
durante gestiones kirchneristas pasadas, como el Plan Estratégico Productivo
de Felisa Miceli o el Plan Estratégico Industrial 2020 de Débora
Giorgi- pero que esos intentos pasados fueron menos concretos y no tuvieron una
estructura definida.
En
un marco de un oficialismo quebrado con discusiones internas públicas y sobre
la esencia de la política económica, un plan de estas características también
podría verse objetado desde dentro del Frente de Todos. Aunque para uno de los
funcionarios involucrados en la planificación de este programa a 2030, se trata
de un riesgo menor: “Hubo algún debate sobre si hay que privilegiar la
exportación o el mercado interno, pero es una dicotomía falsa, a grandes rasgos
no va a haber diferencias internas”.
Alguna
distancia ya tomó, por ejemplo, el titular de CTEP y dirigente social Juan
Grabois. “Está buenísimo que haya un plan, pero blanquea que se van a crear 2
millones de puestos de trabajo en el sector privado. Eso apenas empata el
crecimiento vegetativo de la población. la cantidad de personas sin empleo
formal va a seguir siendo la misma. ¿Cómo resolvemos ese problema?”, cuestionó.
A
través de Twitter, el director del CEP XXI y coordinador del Plan Argentina
Productiva 2030 Daniel Schteingart le respondió: “Desde hace una
década estamos estancados en torno a los 6 millones de trabajadores asalariados
registrados. El objetivo es pasar a más de 8 millones para 2030. Esa meta
supone una suba relativa del 32% en 9 años, muy por encima del crecimiento
vegetativo previsto (8%). Así, se aspira a pasar de 13,5 asalariados y
asalariadas formales en el sector privado cada 100 habitantes a 16,6. El pico
previo había sido 15,5 (en 2011)”, dijo.
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