Por
Mariano Boettner - Mientras el Gobierno espera que en estas horas los
supermercados retrotraigan precios a niveles del 10 de marzo y en medio de
un clima de tensión con la industria alimenticia, el Fondo Monetario
Internacional (FMI) reclamó que en el diálogo con el sector privado el
Poder Ejecutivo evite tomar medidas que calificó como “coercitivas”, entre las
que nombró un esquema de control de precios más duro que los actuales.
La
Secretaría de Comercio Interior blanqueó la semana pasada una situación de
tirantez entre las compañías líderes de consumo masivo y el Gobierno por
incrementos de precios en las últimas semanas que los
funcionarios consideraron “injustificables” a pesar del aumento de
costos por el salto en los valores de commodities como alimentos y
energía.
De
hecho, el Poder Ejecutivo esperaba por estas horas que los supermercados
concreten el llamado a anular una serie de aumentos de precios de 580
productos que Comercio Interior aseguró haber detectado en las últimas
semanas, y que esos bienes retrotraigan sus precios al nivel que tenían el 10
de marzo pasado. La denuncia fue pública por parte de Roberto
Feletti incluso con nombres de empresas y superficies comerciales,
porcentaje de aumentos y niveles de cumplimiento de abastecimiento.
Algunas
compañías del sector alimenticio decidieron corresponder a esa controversia y
en algunos casos eligieron faltar a las reuniones convocadas por Comercio
Interior, en las que el Gobierno esperaba alguna explicación sobre qué
incremento en la estructura de costos explicaba las subas en el precio final
para el consumidor.
Es
una disputa que promete más capítulos: en los próximos días debería iniciar el
diálogo entre el Poder Ejecutivo y las mismas empresas nombradas en público por
Feletti para negociar cómo será la nueva etapa de Precios Cuidados desde
el 7 de abril. Esa fecha también funcionará como referencia para establecer los
valores de la nueva canasta de 60 productos para supermercados de barrio y
almacenes.
El
FMI anticipa un impacto fuerte en la inflación pero reclama que no haya
congelamiento de precios.
El
Gobierno por el momento solo utilizó la posibilidad de medidas más duras
-como congelamientos, un esquema de Precios Máximos por resolución como el
que rigió al comienzo de la pandemia, o la Ley de Abastecimiento- como una
advertencia en caso de que las negociaciones no lleguen a buen puerto.
Controles de precio: cuál
es la postura del FMI
En
medio de la tensión creciente con la industria de alimentos y los
supermercados, el Fondo Monetario planteó su perspectiva sobre uno de los
abordajes que el Gobierno buscará hacer de la inflación según el programa
económico consensuado con el organismo: el de anclar expectativas.
Forma
parte de un diagnóstico oficial -compartido por el staff en el reporte
publicado post aprobación en el directorio el viernes pasado- de que la inflación
tiene múltiples causas y, como tal, un tratamiento desde varias
aristas. Las centrales, para el FMI, son la política monetaria, cambiaria
y fiscal, mientras que también incluyó a la coordinación de expectativas como
otro elemento, aunque lateral.
Según
el informe del staff, “las políticas monetarias y cambiarias serán
fundamentales para garantizar la estabilidad macroeconómica y hacer frente a la
alta inflación. Si bien la estabilidad depende de tener un plan de
financiamiento y consolidación fiscal creíble y bien ejecutado, las políticas
monetarias y cambiarias bajo el régimen de crawling peg deberán
desempeñar un papel más activo para respaldar la acumulación de reservas
internacionales y una reducción gradual de la inflación”, sostiene el FMI.
“Sin
embargo, surgirán desafíos importantes de una posición inicial de reservas
bajas, inflación alta y no anclada, desajustes de precios relativos, brechas
considerables en el tipo de cambio y aumento de los precios mundiales de las
materias primas”, continuó el equipo técnico del Fondo Monetario.
Ilan
Goldfajn, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI
“Dadas
las grandes incertidumbres y los riesgos, se requerirá una rápida
recalibración de las políticas monetaria y cambiaria para proteger las reservas
y contener los efectos secundarios del shock de los precios de las materias
primas”, aseguró por otra parte el staff.
Es
en ese momento en que el Fondo habla de la coordinación de precios. “Es
importante destacar que también será esencial una fuerte coordinación con las
políticas fiscales, con políticas voluntarias de ingresos que desempeñen un
papel de apoyo en el contexto de una alta inercia inflacionaria”.
De
todas formas, planta bandera sobre cuáles deberían ser los límites de esa
aproximación. “Deben evitarse los enfoques coercitivos (controles de precios
involuntarios, prohibiciones de exportación, impuestos/cuotas de exportación
más altos), ya que la protección a los hogares de la crisis de los precios de
los alimentos y la energía se lograría mejor a través de los programas de
protección social bien focalizados existentes”, mencionan los técnicos del
organismo.
En
una nota al pie, además, el FMI considera que si bien “las experiencias en
general han sido mixtas, las políticas de ingresos podrían complementar los
esfuerzos de desinflación si están bien diseñadas y acompañadas de un plan
macroeconómico creíble”, alertó.
El impacto de la guerra en
la inflación
Para
el FMI y el Gobierno, la inflación este año debería ubicarse en un rango
de entre 38 y 48 por ciento anual, apenas por debajo del 51% que marcó el 2021.
Pero ya transcurridos tres meses del 2022, esa pauta estimada parace quedar muy
atrás. El IPC de marzo, se espera, será mayor que el 4,7% que marcó febrero.
El
programa con el Fondo Monetario admite que la situación mundial por la guerra
en Ucrania, que incluyó saltos en los precios de alimentos y
energía, obligará a “recalibrar” los números del programa económico, un
trabajo que tendrá lugar a mediados de mayo, según anticipó el propio organismo.
Los
riesgos, según el FMI, son “excepcionalmente altos”. “Las crecientes tensiones
geopolíticas, relacionadas con la guerra en Ucrania, probablemente tendrán
serias implicaciones para la economía argentina y el diseño del programa,
dado su impacto en la energía, subsidios e inflación”, dice el Staff
Report.
“Si
bien los precios mundiales más altos de la energía impulsarán las importaciones
de energía y la factura de los subsidios, es probable que los precios más altos
de las materias primas agrícolas (soja, trigo y maíz) amortigüen parcialmente
los efectos negativos en los saldos externos y fiscales. Sin embargo, se
espera que el impacto sobre la inflación sea sustancial debido a los altos
traspasos”, consideró el equipo técnico del Fondo.
El
Fondo Monetario cree que la guerra en Ucrania incidirá "de forma
sustancial" en la inflación argentina.
El
FMI evitó hacer una proyección concreta de cuántos puntos porcentuales más de
inflación implicaría el nuevo escenario global para la pauta de 48% como techo
estipulada en el programa. De todas formas, mencionó: “Es probable que los
precios más altos de las materias primas se sumen a las fuertes presiones
inflacionarias subyacentes, dado que los alimentos y la energía representan más
del 30% de la canasta de consumo promedio. Las expectativas de inflación
no ancladas sugieren que el traspaso de los precios mundiales de las materias
primas a los precios internos será alto y probablemente superior al de sus
pares latinoamericanos”.
Además
alertó sobre el impacto en los indicadores sociales. “En ausencia de una mayor
asistencia específica, el impacto de este shock en los pobres será
especialmente grande, dada la alta proporción de alimentos en su canasta de
consumo general”, anticipó.
Inflación: qué cree el FMI
que necesita la Argentina
En
un tramo particular del informe que el staff publicó luego de que el board diera
el último respaldo necesario al programa para que inicie formalmente, se
analizó la dinámica inflacionaria argentina, por qué es tan persistente y qué
necesitaría una economía con este ritmo de suba de precios para lograr un
sendero sostenido de desinflación.
Como
primera conclusión, el FMI consideró que “la inflación en Argentina
está estrechamente ligada a la evolución del tipo de cambio oficial y de
los salarios”. “El tipo de cambio sirve como ancla nominal de facto. Una
depreciación del peso (al tipo de cambio oficial) impacta en la inflación a
través de los precios de importación, así como efectos de segunda ronda y el
impacto en las expectativas de inflación”, continuó.
“La
alta inflación persistente también alimenta las expectativas de inflación, lo
que refleja en parte un sistema de fijación de salarios con un alto nivel
de indexación hacia atrás que contribuye a la inercia de la inflación”,
consideró en otro tramo.
“Los precios regulados pueden afectar la
inflación tanto directamente como a través de efectos secundarios y se han
utilizado como una herramienta para reprimir la inflación. El financiamiento
del déficit fiscal por parte del Banco Central tiende a afectar la inflación
con un retraso, incluso si se esteriliza la inyección de liquidez, ya que las
preocupaciones por los balances del Banco Central debilitan la demanda de
dinero”, explicaron los técnicos del Fondo.
En
ese sentido, “en un contexto de controles de capital, la brecha entre el dólar
oficial y el paralelo afecta principalmente las expectativas de inflación,
incluso a través de efectos colaterales en el balance externo”, mencionó el
FMI. “Por lo tanto, reducir la brecha cambiaria a través de políticas
macroeconómicas prudentes es fundamental para apoyar el proceso de desinflación y
volver a anclar las expectativas de inflación”, fue otra de las conclusiones
del staff.
A
continuación, el equipo técnico del Fondo Monetario seleccionó una serie de
trabajos académicos que analizan los procesos de desinflación desde un ritmo
como el que tiene la economía argentina, superior al 50% anual. En uno de esos
estudios entre 130 casos, la inflación bajó de entre 50 y 55% anual a un
rango de entre 10 y 15% en un período de dos años pero con una fuerte
apreciación de su moneda.
Gobierno
y el FMI rediscutirán pautas del programa a mediados de mayo. REUTERS/Agustin
Marcarian
Otro
trabajo citado explicó que entre los casos estudiados “la política monetaria
por sí sola no tuvo éxito sin anclas fiscales creíbles, las estabilizaciones
basadas en el tipo de cambio fueron menos costosas para el PBI; y abordar la
escasez de dólares ex ante y los pasivos contingentes fiscales sin grandes
inyecciones de liquidez fueron condiciones previas clave para el éxito”.
Un
último paper citado por el Fondo habla de los casos de Chile e Israel. Respecto
al país trasandino, ese estudio “encontró que además de políticas
macroeconómicas sólidas, las reformas de apertura que impulsaron la
productividad y las exportaciones redujeron los costos de producción de la
desinflación”.
Y
sobre el ejemplo de Israel -donde la inflación se redujo de más del 400% anual
a alrededor del 20% en tres años- consideró que “las políticas de ingresos
podrían ayudar a respaldar la eficacia de políticas monetarias y fiscales
estrictas”.
Como
conclusiones, el FMI asegura que “la evidencia sugiere la necesidad de un ancla
fiscal sólida que reduzca de manera creíble la dependencia del financiamiento
monetario, así como mayores esfuerzos para mantener las tasas de política
monetaria en territorio positivo”.
“Los
esfuerzos para impulsar las exportaciones y la productividad están
justificados, ya que los casos exitosos de desinflación del pasado incluyeron
reformas destinadas a abrir la economía al comercio y la inversión. Mientras
tanto, las políticas de ingresos pueden, en algunos casos, apoyar la
desinflación si van acompañadas de un fuerte respaldo político y social y
políticas macroeconómicas adecuadas”, completó.
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