Por
Pablo Fernández Blanco - Un inesperado problema con la fabricación de billetes
de $1000 se desató en los últimos meses. El país consume cada vez más papel,
tintas e hilo de seguridad, un insumo importado crítico muy demandado en el
mundo y que está en falta. Según especialistas, podría haber dificultades para
abastecer los cajeros automáticos en junio, con el pago del aguinaldo. fuentes
oficiales, en cambio, lo descartan.
la
trama detrás de ese contratiempo tiene varios factores: la emisión desenfrenada
para afrontar el déficit del Estado y la pérdida de valor del peso.
Un
inesperado problema con la fabricación de billetes de $1000 se desató en los
últimos meses. La trama detrás de ese contratiempo está compuesta por algunos
de los sobresaltos frecuentes de la Argentina: un desacuerdo entre el
presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner, la emisión
desenfrenada de moneda para afrontar el rojo del Estado y la consistente
pérdida de valor del peso, según reconstruyó la nacion a partir de documentos
oficiales y consultas a diversos actores al tanto de la situación.
A
lo anterior se suma un contexto mundial particular: por la mayor impresión de
moneda en Europa y en Estados Unidos, las proveedoras de insumos para hacer
billetes atraviesan un cuello de botella.
Según
diversos especialistas, la provisión de un insumo clave para la fabricación de
billetes podría traer dificultades para abastecer los cajeros automáticos en
junio, con el pago del aguinaldo. Fuentes oficiales, en cambio, lo descartan.
Sostienen que el país tiene stocks y plazos de entrega firmes.
Los
apuros para la fabricación del papel de $1000 comenzaron por el lado menos
pensado. En enero de 2016, el presidente del Banco Central, Federico
Sturzenegger, lanzó una nueva familia de billetes –la de los animales– que
incluía moneda de denominación superior. El del hornero se convirtió en el de
mayor poder cancelatorio.
El
Banco Central decidió darle a su papel más importante elementos de protección a
la altura de las mejores monedas del mundo. Así fue como llegó al billete
argentino el hilo de seguridad que lo recorre. Es una banda “aventanillada” que
lo recorre de manera vertical. Se trata de una versión similar a la que usa la
Reserva Federal de Estados Unidos (FED) en el billete de US$100.
El
hilo de seguridad del hornero se llama Rapid, una marca registrada conocida en
todo el mundo. Su fabricante es Crane Currency, una empresa sueca con plantas
en ese país y en Estados Unidos. Cuesta US$112,80 el kilómetro.
Los
intereses de la Argentina y de la empresa fabricante del hilo chocaron a medida
que la inflación masticó el poder cancelatorio de los billetes. Cuando salió a
la calle, el papel de $1000 equivalía a unos US$16, pero ahora está por debajo
de los US$5. Entre diciembre de 2016 y febrero de este año, la inflación del
país fue del 533%.
Pese
a la pérdida de poder de fuego del peso, el Banco Central manrios tuvo las
medidas de seguridad originales. Así, empezó a requerir cada vez más papel,
tintas y kilómetros del hilo de seguridad en un contexto en el que también
aumentó la demanda de billetes en el mundo debido a la pandemia.
Hoy
la Argentina tiene problemas para hacerse del hilo de seguridad que llevan los
billetes de $1000, según se traduce en diversos documentos de la Casa de
Moneda, la imprenta del Estado que hace billetes por orden del Banco Central,
que revisó la nacion.
Negocios millonarios
Las
dificultades comenzaron a hacerse muy visibles a fines del año pasado. La Casa
de Moneda lanzó dos licitaciones para comprar el papel con el que se fabrica el
hornero el 1º de diciembre. En total, se estima que se necesitan 1200 millones
de billetes de $1000 para cubrir las necesidades de este año.
La
imprenta del Estado pidió que se le entregara el papel para la fabricación de
billetes (debe venir con el hilo incluido) el 21 de enero de este año. En la
práctica, el lapso para cumplir con la licitación era similar a lo que demoraba
importar el producto por barco. Para cumplir con la urgencia argentina, debía
trasladarse por avión, algo que volvía el trabajo mucho más costoso.
La
gran polémica de la licitación, sin embargo, pasó por la provisión de hilo. Los
pliegos de la Casa de Moneda no precisaban el tiempo de entrega de ese elemento
de seguridad. La fabricante Crane, que no había recibido avisos previos por parte
de la Argentina, les cotizó a todos los proveedores un tiempo de entrega
superior a los siete meses. En otros términos: por falta del hilo, era
imposible cumplir con las condiciones establecidas por Casa de Moneda.
La
discusión quedó documentada. La circular número uno de Casa de Moneda del 24 de
noviembre pasado reconoce que rechazó “en su totalidad” el cronograma dispuesto
por Crane. Y le reclamó que informe en 24 horas el plazo de entrega “superador”
para todos los productores de papel que la consulten.
La
pelea escaló. Una compañía le pidió a la imprenta del Estado que anulara la
licitación o cambiara las fechas de manera urgente de acuerdo con los plazos de
provisión del hilo. Pero Casa de Moneda rechazó de plano el pedido, según
figura en la circular dos que firmó la gerente de compras, Andrea Lapadula. Su
argumento es, otra vez, el apremio: “Dadas las circunstancias de urgente
necesidad de contar con el papel para cumplir con las obligaciones
contractuales”, sostiene en su respuesta, la empresa pública no puede dar una
prórroga.
Una
de las circulares aporta información que los especialistas consideran
reveladora. La empresa sueca le envió a la imprenta pública el cronograma de
entrega de hilo que tenía previsto. A partir de este mes comenzaba a liberarse
algo del cupo, pero entre noviembre y febrero pasados la única que tenía
órdenes firmes de compra era la brasileña Fedrigoni, otra proveedora de papel
de la Argentina.En otros términos: uno de los oferentes ya tenía pedidos para
el hilo de seguridad del billete de $1000. Es la empresa que ganó ambas
licitaciones, con un presupuesto total de US$6.754.913,62
Sus
competidores suponen que esa firma estaba advertida sobre el pedido que haría
la Casa de Moneda o usó hilo correspondiente a otros contratos con la imprenta
del Estado. En ese caso, se priorizaría una producción en detrimento de otra.
Eso pondría de manifiesto que habrá escasez de papel moneda para imprimir
billetes del hornero según la planificación del Estado argentino, porque las
cantidades pendientes de entrega no se van a despachar como se suponía.
Esta
última observación ganó terreno por algunos movimientos de la Casa de Moneda.
Sus emisafueron en febrero pasado a The Banknote & Currency Conference, una
conferencia de banqueros y fabricantes de billetes que se hizo en Washington.
Iniciaron negociaciones y emergió el principio de un plan de contingencia para
producir billetes de $500. El Banco Central no le dio el visto bueno a esa
propuesta, al menos hasta ahora.
Al límite
La
conducción de Miguel Pesce en el Banco Central está acostumbrada a sortear
situaciones límite con respecto al suministro de billetes, hasta ahora sin
grandes sobresaltos. En parte, se trata de una incomodidad derivada de la
política.
Una
de las primeras decisiones de la entidad bajo la gestión de Alberto Fernández
fue crear un billete de $5000. La conveniencia era evidente: cada uno de esos
papeles tendría un poder cancelatorio cinco veces superior al de $1000, algo
que llevaría comodidad a las billeteras de las personas, bajaría los costos de
transporte del dinero, mejoraría el abastecimiento de los cajeros automáticos y
le permitiría al Estado imprimir menos
plata.
En
abril de 2020, el directorio del BCRA aprobó la creación del nuevo billete. Al
día siguiente, envió instrucciones a la Casa de Moneda para que lo pusiera en
marcha. Tendría en el frente las imágenes de Ramón Carrillo, el primer ministro
de Salud de Juan Perón, acompañado por Cecilia Grierson, la primera médica
argentina. En el reverso estaba la figura del Instituto Malbrán.
Se
hicieron varias muestras y hubo un cronograma de entregas de 200.000 millares
de billetes, pero el Banco Central canceló el plan, presuntamente por una orden
de la Casa Rosada. En el pasado, la vicepresidenta Cristina Kirchner fue reacia
a aumentar la denominación de los billetes porque consideraba que ponían en
evidencia la inflación y aumentaban la expectativa de aumentos de precios en el
futuro.
Para
sortear esa dificultad, la Casa de Moneda debió importar billetes desde Brasil
y España. De manera que llegó a pagar en euros por dinero argentino cada vez
más devaluado.
Diversas
fuentes consultadas por la nacion –del sector privado, del público y
funcionarios– creen que Pesce tiene aún una carta en la mano para evitar un
problema en los cajeros. Se trata de la proliferación de los medios
electrónicos de pago. Por caso, un informe reciente de Global Payments Reports
pronostica que en tres años el efectivo dejará ser el principal medio
cancelatorio para los argentinos.ß
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