Por
Lorenzo Sigaut Gravina - Justo antes de la invasión militar rusa a Ucrania
publiqué para este medio una columna titulada "Un acuerdo perfectible, pero necesario". Pese a que
cuando escribí la nota no contaba aún con
la letra chica del acuerdo con el FMI (Memorándum Económico y Financiero y Memorándum de
Entendimiento Técnico) que se conoció a principios de marzo, las principales
ventajas y desventajas del programa económico que señalaba siguen vigentes,
aunque con matices pues los detalles siempre cuentan.
Lo que sí cambió radicalmente
fue el contexto económico mundial en el que se va a desenvolver el programa
acordado con el Fondo. La invasión militar rusa a Ucrania, imprevista incluso
para muchos
especialistas en asuntos internacionales, y el involucramiento de las potencias
de Occidente en el conflicto declarándole
a Rusia "la guerra Económica", modificó dramáticamente el
panorama global.
Cuando
parecía que la pandemia terminaba y el mundo finalmente volvía a la
"normalidad", se produce un golpe inédito sobre el sistema económico
y financiero vigente. Rusia y Ucrania tienen una elevada participación en la
oferta internacional de energía (petróleo y gas) y de granos (trigo y maíz) y
quedaron parcial o totalmente desconectados del sistema económico global hasta
nuevo aviso.
La
guerra y su impacto en la economía global
Hay algunos rasgos similares
al shock petrolero de principios de los 70´s que generó un escenario
de estanflación mundial, pero la
historia nunca se repite. Actualmente la matriz energética global está más diversificada y el
mundo mucho más interconectado -léase globalizado- tanto en las cadenas
productivas como en el entramado financiero. Además, la guerra económica a
Rusia implicó sanciones inéditas: ¿Qué impacto tendrá la expulsión por parte de
la Unión Europa de siete importantes bancos rusos del sistema de mensajería
Swift que sustenta las transacciones mundiales?
"Cambió
radicalmente el contexto económico mundial en el que se va a desenvolver el
programa acordado con el Fondo"
Aunque
fuera experto en economía internacional sería muy difícil precisar la magnitud
del tembladeral que está generando la invasión rusa a Ucrania, pues además de
ser inédito ni siquiera sabemos a ciencia cierta cuanto puede durar y si el
enfrentamiento no puede arrastrar a la guerra a otros países (esperemos que
no).
Lo que sí sabemos es que el
mundo está sufriendo una mayor presión inflacionaria -los commodities energéticos y alimenticios
pegaron un salto- potenciado la suba de precios que el año pasado fue de las
más altas en décadas. Asimismo, la actividad mundial tiende a frenarse (podría
generarse una recesión, especialmente en Europa) y la tensión financiera genera
mayor aversión al riesgo (depreciación monedas emergentes y menor
acceso/encarecimiento del crédito).
Cómo
afectará el conflicto a la Argentina
El impacto sobre nuestro país
es claramente negativo. Pese a que los precios de exportación de nuestros commodities
agrícolas han mejorado, no necesariamente alcancen para cubrir el deterioro del
déficit energético.
Aunque
la Argentina es un país gasífero tanto por recursos existentes en nuestro suelo
como por la elevada dependencia -más de la mitad- de nuestra matriz energética,
somos importadores netos (principalmente en invierno). Dado que la
producción local no va a crecer, pues las cuencas convencionales están en
declive desde hace años y Vaca Muerta estaría llegando a su tope de producción
por limitantes de transporte, este año no contaremos con mayor oferta local.
Para
peor, la declinante producción en Bolivia junto a un contrato de importación
con Brasil más atractivo, hace que los envíos por gasoducto (muchos más
económico que el gas licuado) a nuestro país declinen al menos 20% este año.
Por lo que sólo para sostener los mismos volúmenes de importación de gas que en
2021 habría que comprar 70-71 buques de GNL (gas natural licuado) frente a los
56 contratados el año pasado.
El problema es que,
justamente, el GNL es el commodity que más ha subido de precio (supera
u$s40 el M BTU, quintuplicando el promedio de 2021). Por ende, si no se raciona
el gas a las empresas en invierno -lo cual es recesivo-, las importaciones de gas al
menos se cuadruplicarían por combinación de dichos efectos (ver gráfico a
continuación).
Es
cierto somos exportadores netos de petróleo -que subió en torno al 50%-, pero
el precio de combustibles alternativos al gas -como diesel y fuel oil- que
importamos para generación térmica de electricidad se han, al menos, duplicado.
El cumplimiento del acuerdo
con el FMI, comprometido por la guerra
La
fenomenal suba internacional de los precios de la energía no sólo
insume divisas comprometiendo la meta de
acumulación de Reservas Internacionales pactada con el FMI, sino
que prácticamente duplica el costo en pesos de la provisión de
electricidad y gas respecto de 2021. Por topes acotados a la suba de la mayoría de los clientes
residenciales, las tarifas energéticas treparían entre 60% y 65%, por
lo que los subsidios energéticos más que se duplicarían. Esto significa que
lejos de caer 0,6% del PBI en 2022 como figura en acuerdo con el FMI, estas
treparían al menos 0,5% del PBI, complicando significativamente la meta de
reducción del déficit primario a 2,5% del PBI.
Más
importante aún, la suba de los precios internacionales de la energía y los
alimentos también atiza la elevada inflación local, pegando especialmente en el
entramado productivo (es un insumo básico) y en las familias de menores
ingresos (destinan una mayor proporción de su gasto a alimentarse).
"Pese
a que los precios de exportación de nuestros commodities agrícolas han
mejorado, no necesariamente alcancen para cubrir el deterioro del déficit
energético"
Lo
anterior no sólo da por tierra el rango de inflación anual que esperaba el
programa oficial para 2022 (38%-48%),
sino que puede generar recesión por caída del salario real (si los
sueldos trepan menos de 60% no compensarían la suba de precios de este año) y
una mayor necesidad de gasto social (por caso, un refuerzo a la AUH).
Por
último, la incertidumbre financiera internacional morigera la
"mejora" del clima local producto de evitar el default con el FMI.
Pese a que se descuenta la aprobación del acuerdo -ya tienen media sanción en
Diputados y está el guiño del Board-, el riesgo país está en 1.800 puntos
básicos (p.b.), muy por encima de los 1.100 p.b. alcanzados tras la
reestructuración de la deuda en moneda dura con privados.
Ahuyentada por la guerra, el
hada de la confianza faltó nuevamente a la cita de un programa con el FMI. Es que mientras la
política se contorsiona para aprobar en el Congreso el acuerdo con el Fondo
necesario para evitar el default, el programa económico que se ha venido
negociando con el FMI hace más de 2 años ha quedado gravemente herido por la
invasión rusa a Ucrania.
(*) Por Lorenzo Sigaut Gravina, Director de Análisis
Macroeconómico de Equilibra. |