Domingo 13 - Por Pablo Wende - La caída
del dólar fue el movimiento más relevante que se produjo en el mercado
financiero en paralelo con la aprobación del acuerdo con el FMI. El
Gobierno puede dar por cumplido el objetivo de cortísimo plazo que se había
impuesto al evitar un default con el Fondo: evitar una estampida cambiaria que
hubiera tenido no arreglar, tal como se vislumbró hacia fines de enero pasado.
El escenario que hay por delante, sin embargo, luce mucho más complejo tanto
desde el plano económico como político.
Alberto
Fernández ya había manifestado hace poco más de un mes que sin el acuerdo
con el Fondo hubiera tenido que decretar un feriado cambiario para evitar un
gran salto cambiario. Un concepto parecido dejó esta semana el ministro de
Economía, Martín Guzmán, a la hora de justificar en el Congreso la
necesidad de que se apruebe el acuerdo.
Al
final se trató de una aprobación a medias, pero suficiente como para que sea
aceptada por el directorio del organismo en los próximos días. Diputados
autorizó al Gobierno a endeudarse con el FMI por USD 45.000 millones, pero por
pedido de la oposición no se trató la carta de intención. Así quedó totalmente
desvirtuada la idea original de Guzmán, que era conseguir un amplio respaldo
del arco político para la negociación.
El
arreglo ayudó a descomprimir el frente cambiario. El dólar Bolsa cayó el
viernes a $187, mientras que la brecha cambiaria se redujo desde el 100%
hace un mes a sólo 80%. Y podría seguir en descenso (aunque mucho más lento) en
las próximas semanas. El Banco Central conseguirá recomponer al menos
parcialmente sus reservas en esta primera mitad de año. El FMI efectuará
en las próximas dos semanas un desembolso de casi USD 10.000 millones en
Derechos Especiales de Giro. De ese monto tendrá que pagar USD 2.800 millones
por el famoso vencimiento del 22 de marzo, lo que le permitirá consolidar su
stock de reservas netas, que habían caído a cero en los últimos meses. También
ingresarán los dólares de la cosecha gruesa por las exportaciones del complejo
sojero.
Pero
no hay que confiarse demasiado. El Central había comprado casi USD 7.000
millones en el primer semestre de 2021, pero luego en el segundo semestre
terminó perdiendo todo lo que había sumado en el arranque del año.
El
peligro es que suceda lo mismo en 2022. Las importaciones aumentarán
exponencialmente por la invasión de Rusia a Ucrania durante el invierno,
generando un fuerte impacto en la balanza comercial y en las reservas. Según
la consultora Economía & Energía, las compras al exterior de gas
natural licuado, combustibles líquidos y gas boliviano pasarían de USD 3.200
millones el año pasado a USD 7.500 millones, es decir un salto superior al
130%.
La
recuperación de corto plazo de las reservas y el mayor flujo de divisas que
liquidará el sector agroexportador explican sólo parcialmente la estabilidad
cambiaria, que a muchos tomó por sorpresa.
En
realidad, un repaso de lo ocurrido desde que Alberto Fernández es
presidente ayuda a entender mejor estos comportamientos. El 2020 será
tristemente recordado por la pandemia, pero además fue el año en el que el
dólar pegó su mayor salto en décadas: pasó de $70 a $200, eso significa que
subió casi 200%. En cambio, la inflación de ese año fue de “apenas” 36%, en
parte controlada por el frenazo de la actividad económica.
Lo
que ya se vio en 2021 y ocurrirá aún con más fuerza en 2022 es que la inflación
va recuperando el terreno perdido en relación al tipo de cambio. Y lo hace
en forma cada vez más acelerada. Por eso, no es exagerado pensar que el índice
de precios se ubique por lo menos 10 puntos por encima del 48% que el FMI y el
equipo económico estimaron como techo para este año.
El
famoso “traspaso” del dólar a precios se dio más lento el año pasado pero está
sucediendo de manera mucho más rápida en lo que va de 2022 y todo indica
que seguirá el mismo recorrido a lo largo del año.
Más
allá de la evolución cambiaria, el acuerdo despertó bajas expectativas entre
los inversores. Prueba de ello es que el riesgo país continúa bordeando los
1.900 puntos básicos y que las acciones prácticamente no repuntaron. Por
supuesto que el contexto internacional tampoco ayuda. Los inversores salen de
inversiones riesgosas, y los mercados emergentes lo son, para refugiarse en
activos más seguros como el oro y los bonos del Tesoro americanos, como también
acciones del sector energéticas o mineras.
El
contenido acuerdo no pasó el filtro de los principales analistas locales y
mucho menos de los bancos de inversión en Wall Street. En general hubo
duras apreciaciones sobre el mismo. Aún antes de que estalle la guerra, ya se
veía como altamente improbable cumplir con la meta de reducción del déficit
primario del 3% al 2,5% este año. Pero más interesante aún es el ajuste
adicional al que se comprometió el Gobierno para el año electoral. En 2022 ese
rojo debería caer a 1,9%. Sin embargo, no hay indicios claros sobre cómo se
logrará ese objetivo.
El
economista Agustín Monteverde calculó, por ejemplo, que con el ajuste de
tarifas que se viene y tal como fue comprometido con el Gobierno, los subsidios
no van a bajar sino que incluso subirán este año. Exactamente al revés de
lo comprometido con el Fondo, ya que se calculó un ahorro de 0,6% del PBI por
este concepto para este año. “Para que ello ocurra todas las tarifas de energía
deberían subir 140%”, explicó.
La
mayoría de las consultoras económicas y bancos opinan de la misma forma. Por lo
tanto, es prácticamente imposible que se cumpla con la reducción del rojo fiscal
y, por ende, tampoco sucederá el freno a la emisión comprometido. Salvo que el
Gobierno tenga un as en la manga, nada indica que se cumplirá con las metas
comprometidas.
El
acuerdo queda así totalmente vacío de contenido, ya que tampoco contiene reformas
estructurales o futuras medidas que incentiven inversiones.
La
economía del 2022 estará marcada por una inflación galopante, que muy
posiblemente supere el 51% del año pasado. Febrero habría terminado arriba del
4% (el Indec divulga el dato oficial el martes) y marzo vendría todavía más
picante. La suba de la energía y de los precios internacionales de los
commodities también agregará varios puntos a la inflación del año. La
contracara será la debilidad de la economía, con salarios que tendrán una mejora
en dólares, pero que difícilmente mantengan su poder adquisitivo.
El
presidente Alberto Fernández, dialoga con su par ruso, Vladimir Putin, en el
Kremlin, en febrero pasado
La
mirada de los inversores está puesta mucho más en los futuros acontecimientos políticos
que en la economía, que no pasará de mediocre. La votación en el Congreso
dejó una fuerte grieta en el oficialismo. La mayoría de los votos en contra del
acuerdo con el FMI fueron del propio Frente de Todos. Desde la Cámpora y la
propia Cristina Kirchner se ocuparon de repudiar explícitamente el
arreglo con el FMI. La vicepresidenta fue más allá y responsabilizó al
organismo de la creciente pobreza en la Argentina, sin asumir culpas propias.
En
este punto se disparan todas las dudas por lo que viene. ¿Cómo seguirá
gobernando el Presidente sin el apoyo del kirchnerismo duro, que fue
responsable de su candidatura? ¿Qué rol tendrá de ahora en más Cristina?
¿Alberto tiene planes de intentar su reelección? ¿Cómo se tomarán de ahora en
más las decisiones de política económica?
Algunas
declaraciones difundidas ayer muestran que no será fácil la convivencia en lo
que resta hasta diciembre de 2023. Andrés “Cuervo” Larroque, funcionario
bonaerense e histórico de La Cámpora, salió a criticar duramente el “silencio”
del Gobierno por la agresión sufrida por la vicepresidenta en su
despacho. La diputada ultra K Fernanda Vallejo fue todavía más allá: “Qué
proyecto despreciable el de la derecha argentina en todas sus variantes. ¿Cómo
no se iban a abrazar al FMI?”. Si bien fue un mensaje dirigido al gobierno
porteño, también resultó un tiro por elevación al propio Presidente.
Mientras
tanto, el Gobierno sigue demostrando su errática estrategia internacional,
luego de la polémica visita de Alberto Fernández a Vladimir Putin,
semanas antes de la invasión rusa a Ucrania. El Presidente le hizo un
verdadero desplante a los jeques de los poderosos jeques de los países árabes,
bajándose a último momento de la gira a Emiratos Árabes (incluyendo Abu Dhabi y
Dubai).
Finalmente
la misión fue encabezada por el canciller Santiago Cafiero. Varios
encuentros fueron cancelados por los árabes por la ausencia del Presidente.
Incluso se suspendió la segunda parte de la gira, que estaba programada a
Arabia Saudita el 16 y 17 de marzo. Dentro de la comitiva argentina, donde
participan además cinco gobernadores, no ocultaron su malestar con el embajador
argentino en ese país, Guillermo Nielsen, por la suspensión a último
momento. La desorientación y falta de preparación en los detalles de la gira
quedó de manifiesto cuando uno de los gobernadores le regaló un vino a uno de
los jeques. El consumo de alcohol está expresamente prohibido en esas
latitudes.
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