Por
Diana Mondino - El acuerdo de Argentina con el FMI muestra que la prioridad es
el gasto público y que la forma de financiarlo es con más impuestos
Celebro
la posibilidad de que Argentina tenga un acuerdo. Celebro que tengamos pautas
ahora conocidas por todos que indican el estrecho camino por el cual se puede
transitar. Celebro que se tome conciencia del gran problema de mantener un
déficit constantemente.
Celebro
que en el acuerdo con el FMI quede -indirectamente- explícito el principal
impacto en la economía argentina. El acuerdo muestra que la
prioridad es el gasto público y que la forma de financiarlo es con más
impuestos, dando poca relevancia al impacto sobre el sector privado y, por lo
tanto, sobre la capacidad de crecimiento de la economía. Creo que ese es un
elemento que debiera generarnos gran preocupación.
Tenemos
por primera vez un esbozo de las políticas que se seguirán en los próximos años
y se definen claramente varios elementos que el próximo Gobierno recibirá
como legado. A su vez los objetivos y prioridades del próximo Gobierno pueden
ser diferentes, algo que será definido por la sociedad a través de la votación
de 2023. En pocas palabras, las políticas previstas actualmente pueden ser
un ancla o -crucemos los dedos- un salvavidas.
El
acuerdo compromete una reducción gradual del déficit, lo que implica que el
nivel de endeudamiento necesariamente aumentará. El propio FMI prestará
los fondos con los cuales les pagaremos, lo que implica un endeudamiento
adicional de algo menos a US$ 10.000 millones.
También
se menciona financiación de otros organismos multilaterales y de acceso al
mercado doméstico. Esto implicará que el sector privado tendrá poco
acceso a crédito. Si pensamos que el sector financiero representa algo menos
del 15% del PIB y el sector público deberá recurrir a aproximadamente entre 3%
y 5% o más de financiación adicional por año, entonces podemos
prever una menor financiación para el sector privado. Asimismo, se espera un
aumento en la tasa de interés con lo cual el escaso crédito será más caro. Es
difícil esperar un crecimiento de la economía si las empresas no tienen
financiación.
Para
reducir el déficit se identifica una combinación de medidas. Por un lado se
espera disminuir los subsidios a la energía, pero por otro se habla de aumento
real en el nivel de gasto. Para que esa combinación simultánea de menores y
mayores gastos termine redundando en una reducción del déficit, se menciona un
aumento o variación en la carga tributaria. Dependiendo cómo se ordene la
misma, puede tener efectos muy negativos sobre el sector privado, que necesita
no sólo una reducción de la carga impositiva sino una simplificación de la
misma.
La
progresividad en los impuestos a través de las tasas parece que estará
acompañada de modificaciones en valuaciones fiscales sólo para algunos
activos. Esa mayor carga impositiva podría reducir el valor de activos
argentinos aún más que lo que ya se manifiesta a través del mercado de
capitales. Sin capital no hay crecimiento. Sin ahorro no hay
inversión.
Si
mejora la inversión pública y los criterios de transparencia, como también se
indica, estaríamos ante una gran posibilidad de potenciar el crecimiento
argentino. Todos los gobiernos debieran perseguir esos objetivos.
La
deuda con el FMI es un caballito de batalla político, pero el verdadero
problema es el déficit. El sector privado es quien recibe
fundamentalmente el peso del ajuste. La reducción de subsidios energéticos, con
lo que creo que muchos concordamos, no se lograría por mayor producción y
eficiencia o modificaciones en la estructura tarifaria sino por trasladar el
costo al sector privado.
El
FMI representa aproximadamente el 12% de la deuda total de más de US$ 340.000
millones. Ahora aumentará en US$ 9.400 millones con el propio FMI más lo
que sea necesario para solventar el déficit.
El
resto de la deuda tiene distintas características, ya sea en divisas o en
pesos, ajustable por tipo de cambio o tasa de interés. Esto también limita las
opciones de política. Si se devaluara para acelerar el ingreso de divisas y
detener el drenaje por importaciones entonces la deuda sería más cara de pagar,
tanto externa como interna dollar–linked, más un efecto negativo sobre la
inflación. Si se aumenta la tasa de interés se encarece la deuda y
se le complica la vida al sector privado. En resumen, el BCRA tiene
extremadamente acotadas sus opciones. El acuerdo es un alivio formal. Queda
claro que el sector privado tendrá que esperar.
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