Por Juan Strasnoy
Peyre
- Además del esquema de tarifas-subsidios y el cronograma de
desembolsos, una de las variables que se terminó de definir en los últimos días
de negociación con el Fondo Monetario Internacional fue la evolución del tipo de
cambio oficial. Como ya habían adelantado distintos
funcionarios del equipo económico, el nuevo programa no contempla un salto
devaluatorio. La pauta planteada en el Memorándum de Políticas Económicas y
Financieras es mantener estable el nivel de competitividad de la economía en el
nivel de fines de 2021. La formulación final a la que se arribó permite
anticipar, además, que el dólar podrá moverse
por detrás de la tasa de inflación local, más allá de que el ritmo de
depreciación se acelere gradualmente.
El
acuerdo con el FMI para
refinanciar los u$s45.000 millones de deuda que contrajo Mauricio Macri define
la hoja de ruta de toda la política económica para los próximos años. Y sujeta
al país a una serie de auditorías trimestrales sobre el cumplimiento de las
metas fiscal, monetaria y de acumulación de reservas, y sobre la consecución de
un conjunto más amplio objetivos no cuantitativos. Además, plantea que
cualquier medida adicional que se adopte deberá tomarse en consulta con el
organismo.
Mientras
se inicia su tratamiento parlamentario (atravesado por grandes debates tanto
con la oposición como intraoficialismo) y se aguarda su aprobación por parte
del directorio ejecutivo del Fondo, el equipo económico espera que el acuerdo
traiga un alivio a las tensiones financieras y cambiarias. En ese tren, junto
al aire que dará por cuatro años y medio al calendario de pagos al organismo,
los funcionarios señalan como prioritario el objetivo de acumulación de
reservas: u$s5.800 millones en 2022, u$s4.000 millones en 2023 y u$s5.200
millones en 2024. Para la meta de este año, como adelantó Ámbito, contarán los
cerca de u$s4.500 millones que llegarán junto con el primer desembolso a modo
de reintegro de los DEG utilizados para pagar los primeros tres vencimientos de
capital del stand by de 2018.
Para
el Gobierno, la recuperación de reservas es clave en la búsqueda de reducir la
brecha cambiaria, dar sostenibilidad al crecimiento a mediano plazo y comenzar
a desacelerar la inflación. Para el Fondo, lo es para vislumbrar un regreso del
país a los mercados internacionales de crédito que permita garantizar el repago
de la deuda con el propio organismo y con los bonistas.
Sendero para el dólar
Así,
el acuerdo plantea la continuidad de los controles de cambios y una gradual
flexibilización a medida que las condiciones mejoren. También restringe la
posibilidad del BCRA de intervenir en el mercado de los dólares financieros,
algo que ya había dejado de hacer después de las elecciones legislativas. Con
el mismo criterio, se terminó de definir la evolución del dólar: “Para ayudar a
alcanzar las metas de acumulación de reservas en el marco del programa, la tasa
de ajuste del tipo de cambio oficial mantendrá el tipo de cambio real efectivo
en 2022, en general, invariable con respecto a los niveles de 2021, a fin de
preservar la competitividad”, señala el memorándum.
Esto
implica que, como adelantó este diario, el sendero del dólar oficial estará
vinculado a la inflación. Aunque esa ligazón no será automática. El parámetro
respecto del cual se procurará mantenerlo estable es el tipo de cambio real
multilateral (TCRM) de fines de diciembre de 2021, un punto en el cual el
Gobierno y el staff del Fondo coincidieron en que había un nivel de
competitividad adecuado para las exportaciones argentinas. Es incluso superior
al nivel de 2016, después de la primera devaluación efectuada por Cambiemos al
levantar el cepo.
Esta
fórmula termina de oficializar que este año no se sostendrá la política de
ancla cambiaria que mantuvo el BCRA en 2021 para intentar contener la dinámica
de precios. Así, continuará la paulatina aceleración del ritmo de depreciación
administrado (crawling peg), que se inició en diciembre: ya lo llevó del 1,2%
mensual de noviembre al 2,3% de febrero. Pero al mismo tiempo la pauta acordada
permitirá que, no sólo no haya un salto devaluatorio, sino que el dólar
mayorista pueda correr algo por debajo del índice de precios al consumidor
(IPC) local.
Es
que el TCRM mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía
argentina con respecto al de los de los principales 12 socios comerciales del
país. Por eso, mientras la escalada de precios dentro del país presiona hacia
un alza mayor del tipo de cambio para sostener la competitividad, la inflación
internacional ayuda a morigerar la necesidad de corrección nominal. Lo mismo
pasa con la apreciación de otras monedas, como el real brasileño, que en lo que
va de 2022 ayudó (junto a otros factores) a que el índice de TCRM pasara de
102,5 el 31 de diciembre a 103,5 el 3 de marzo (último dato oficial
disponible). También podría mejorar la competitividad una mejora en los
términos de intercambio como consecuencia de la suba de los commodities
agrícolas por la guerra en Ucrania.
“Lo
que esperamos y veníamos anticipando es que, de a poquito, el crawling del tipo
de cambio oficial vaya viajando con la inflación local menos la inflación del
resto del mundo. Eso permitirá mantener el tipo de cambio por debajo de la
inflación argentina para evitar agregarle más combustible a una inercia
inflacionaria de por sí complicada. Y, en este aspecto, ayuda un poco la mayor
inflación en el mundo. Si la inflación local se acomoda en 3,5% mensual y hay
una inflación del resto del mundo de 0,5% aproximadamente, puede haber un
crawling en la zona del 3% mensual sin que se aprecie el TCRM”, planteó
Federico Furiase, director de Anker Latinoamérica.
Al
respecto, fuentes oficiales le explicaron a Ámbito que la pauta plantea que la
evaluación de la competitividad se hará “en general” y como tendencia. Así, en
caso de haber meses de inflación más alta, como los actuales, no se saldrá a
recuperarlo con un movimiento grande del tipo de cambio nominal de forma
inmediata, sino que se evaluará en un lapso más amplio.
En
ese marco, Furiase indicó como potencial riesgo para este esquema una eventual
aceleración del IPC a un nivel persistentemente superior al 4% mensual por una
inercia complicada, la presión de los commodities, el aumento de tarifas y la
propia aceleración en el margen del crawling. “Eso implicaría subir un nuevo
escalón la tasa y acelerar el crawling, y podría complicar la nominalidad en
una economía indexada y la sostenibilidad de los pasivos remunerados”,
advirtió.
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