Domingo 6 - Por Sebastián Catalano - La llamada “Exposición de
motivos” del Acuerdo de Facilidades Extendidas (Extended Fund Facility)
es el documento más extenso de todos los del nuevo programa de reestructuración
de deuda que finalmente cerró esta semana el Gobierno con el FMI luego de mucha
tensión y demoras.
Se
trata de un “exhaustivo detalle” que traduce a un lenguaje político y
económico, pero muy local y no técnico, los dos documentos que son la columna
vertebral del nuevo programa, el “Memorándum de Políticas Económicas y Financieras”
y el “Memorándum Técnico de Entendimiento”. Tiene mucho de arenga y relato,
también. La “Exposición de motivos” no estuvo incluida en los documentos que se
giraron y publicó el Fondo en Washington. Está dirigido a los legisladores y,
más que nada, a la posteridad, ya que quedará dentro de la ley (si se aprueba).
Es
un extenso “ah, pero Macri…”, dirían en la oposición. Un “no olvidar nunca lo
que nos dejaron”, podrían argumentar en Casa Rosada. El extenso texto es
similar a otros con los que las actuales autoridades acompañaron documentos
importantes, como el acuerdo con los acreedores privados y los papers que
anexaron a la evaluación ex post que hizo el FMI del préstamo
fallido de 2018. Allí, además, se puede leer algunos lineamientos de lo que
vendrá en materia económica: después de todo, el programa es el plan económico,
según confirmaron en la Carta de Intención que como prólogo del acuerdo el
ministro de Economía, Martín Guzmán, y Miguel Pesce, presidente del
BCRA, le enviaron al FMI el viernes.
El comienzo de la carta que
los funcionarios del Gobierno le enviaron a Georgieva
A
modo de arenga, el Gobierno no perdió la oportunidad de fustigar a Cambiemos y
su relación con el organismo. “Para tener dimensión de lo que significó este
acuerdo, en el año 2020, en el marco de la pandemia que sufría toda la
humanidad, el FMI asistió a más de 80 países realizando desembolsos netos por
aproximadamente USD 50.000 millones en todo el mundo. El esfuerzo del
organismo para todos estos países en el contexto de una de las peores crisis de
la historia reciente de la humanidad, fue equivalente al programa sin
precedentes acordado con la República Argentina en 2018″, resumió la
“Exposición de motivos”. Si ese será el centro del debate legislativo que
vendrá, quedará por dilucidar qué hara la oposición, si aceptará los dardos o
si se indignará por el ataque, como cuando se debatió el fallido Presupuesto
2022, o días atrás cuando abandonaron el recinto de la Asamblea Legislativa en
el momento en el que Alberto Fernández pidió continuar con la
querella contra Macri.
Como
se adelantó, el programa tendrá como eje una “estrategia plurianual” para
alcanzar un déficit primario del 2,5% del PIB en 2022 y de 1,9% en 2023; que
bajaría a 0,9% en 2024. ¿Cómo lo harán? Hay muchas dudas al respecto.
Como
novedades, el Gobierno detalló que habrá un revalúo inmobiliario que impactará
en el impuesto a los Bienes Personales y que se cambiará otra vez la forma de
actualización del impuesto a los combustibles fósiles. En total, según el
cálculo oficial, ambas tendrán un impacto del orden del 1% del PBI. Además, la
idea es reducir en 0,6% del PIB los subsidios energéticos, algo de lo que se
habló largo y tendido estos días. El resultado serán aumentos bastantes más
altos de los que exigieron la vicepresidente Cristina Kirchner y el
Instituto Patria. “Durante este año y el 2023, no se contemplan revisiones
tarifarias adicionales para aquellos usuarios residenciales con subsidios, si
se implementa exitosamente el esquema de segmentación”, promete la letra chica.
El condicionante suma dudas dado el atraso del mentado esquema.
Con
respecto a la altísima inflación de 2021, se dijo que respondió a fenómenos
tanto externos como internos. “Los cambios en los patrones de consumo de las
familias, los problemas logísticos y de cuello de botella en las cadenas de
valor globales y el incremento de los precios internacionales de los
principales commodities, generaron tensiones en la evolución de los precios
alrededor del mundo”. Al menos en ese texto, no hubo mayores detalles de los
llamados “fenómenos internos”.
Economía
promete, muy de a poco, desarmar los controles al dólar y habla de un término
muy técnico: la macroprudencialidad. “Superada la emergencia, en la medida
que las circunstancias lo permitan, se convergerá hacia un esquema de
regulaciones macroprudenciales que permita e incentive los flujos de inversión
de largo plazo, a la vez que limite los flujos de capitales especulativos de
corto plazo”, dice el texto.
Ahora
la puja será legislativa y contrarreloj: el 22 de marzo vencerá una cuota de
unos USD 2.800 millones y no hay dólares para pagarla. ¿Pasará el proyecto por
Diputados y Senadores a tiempo para luego ser aprobado por el board del
organismo? ¿Qué postura tomarán Cristina y Máximo
Kirchner en una discusión en la que cada palabra e incluso cada gesto
serán medidos al detalle? Si no se llega, habrá default… o arreas (atrasos),
como los define el propio Fondo. El organismo tiene un proceso largo, de hasta
6 meses, para declarar formalmente a un país en incumplimiento. “Es verdad que
hay margen y no todo es lineal, pero si no pagás, un minuto después del
vencimiento estás en default”, reconoció una calificada fuente oficial. Qué
puede pasar con los bonos locales, el riesgo país y el dólar, por mencionar
algunas variables, si se entra en ese cono de retraso es otro interrogante.
Dos batallas
Siempre
calmo y con gesto adusto, el ministro de Economía Martín
Guzmán celebró el acuerdo. Fueron meses de una ardua, tensa y desgastante
negociación de su equipo y otros allegados a la letra gruesa y fina del
convenio. En las últimas semanas el balance diario de horas de sueño,
seguramente arrojó déficit en Hacienda.
A
pesar del esfuerzo y el logro, en medio de una puja a la que aún le faltan
varios rounds –el primero de ellos mañana, cuando vaya a la comisión de
Diputados a defender el acuerdo–, quedaron tachados con rojo dos objetivos
que Guzmán había marcado como prioritarios.
Martín
Guzmán y Julie Kozack, del FMI, en una reunión en Roma, el año pasado
A
mediados de 2021, el ministro volvió de la reunión del G20 de Italia, y de
encontrarse con el FMI, subido a dos “caballitos de batalla”: la reducción de
sobrecargos de los préstamos del FMI –por los que el Gobierno dice que paga
extras de hasta USD 1.000 millones por año– y la inclusión en el nuevo programa
de una cláusula para “saltar” a un nuevo esquema si el FMI lo creaba por fuera
de las alternativas de un Standby o un EFF. Batallas globales con
claro impacto local.
Allí,
en Venecia, Kristalina Georgieva habló de la posibilidad de sumar a
su menú corto un fideicomiso “verde” de resiliencia, un plan de largo plazo con
tasas especiales y atado a la crisis que generó la pandemia. “Un programa
más moderno”, sintetizaron cerca de Guzmán al que de todas maneras Argentina no
iba a poder llegar dada la premura de firmar un programa en pocos meses.
Así,
se volvieron lineamientos centrales para Guzmán poder revisar lo que se paga
por sobrecargos e incluir una adenda, una cláusula especial, que habilitara un
acople al nuevo tipo de préstamo desde uno ya firmado. Eso tenía que quedar
plasmado en el programa a firmarse. Pero no hubo aún acuerdo por los
sobrecargos, el board del FMI “patea” el tema cada vez que se
menciona en una reunión ni adenda “verde”. Seguramente el
Fondo endureció su posición y el ministro cambió sus prioridades por otras
urgencias más atadas a las internas del propio Gobierno, como los subsidios y
las tarifas.
En
la citada Carta de Intención al Fondo que firmaron Guzmán y Pesce hay una
suerte de pedido de favor especial, casi un ruego, sobre la alternativa
“verde”. “Finalmente, le solicitamos que confirme que, si en cualquier momento
durante la duración del acuerdo extendido, el Fondo creara una nueva facilidad
con mejores términos financieros y para la cual Argentina fuera elegible”, el
país “tendría la oportunidad de hacer uso del nuevo servicio”, destacó la
misiva antes de despedirse con formal “yours sincerely”.
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