Por Florencia
Barragan - El Gobierno y las empresas buscan que la tecnología 4.0 llegue
a la industria,
para ampliar la competitividad y la productividad, y que eso lleve a un salto
exportador. Con financiamiento del Ministerio de Desarrollo
Productivo, la Unión Industrial Argentina (UIA) lanzó un programa gratuito de
transformación digital para pymes, llamado Ruta X. Se trata de llevar adentro
de las plantas la inteligencia artificial, el uso de big data y otras tantas
tecnologías que resuelvan problemas. Ámbito dialogó con Sergio Drucaroff, uno
de los especialistas en desarrollo productivo de la UIA, acerca de cuáles son
las dificultades para avanzar en la transformación digital, la “falta” de
coordinación con el sector científico y las “tensiones” con los sindicatos.
Periodista: ¿La industria 4.0 podría
aumentar la competitividad de la industria y que se vuelva mucho más
exportadora?
Sergio
Drucaroff: Totalmente.
Estas tecnologías trabajan puertas adentro de la planta. Lo vemos en sectores
difusores de conocimiento en la cadena de valor, como la automotriz. Para que
exporte, tiene que tener en su planta la tecnología, pero también a lo largo de
su red de proveedores. Ver qué está pasando entre la empresa proveedora y la
terminal es un proyecto 4.0, como si fuera un teletrabajo integrado, pero entre
compañías. Procesos más complejos con industria 4.0 significan más
competitividad y debería impactar en la exportación.
P.: ¿En qué punto estamos hoy?
S.D.: En 2018, la UIA, junto al
BID y CIPPEC, publicó un estudio sobre 300 empresas para ver cómo estaba la
agenda 4.0. Arrojó que había una pirámide concentrada en pocas empresas, menos
del 10%, que tenían algún área de la gestión, ya sea en producción, comercial o
logística, con alguna tecnología 4.0. Había una franja de la mitad de las
entrevistadas que estaba entre la industria 2 y 3.0. El restante, todavía muy
incipiente. Hoy debería estar mejor, pero no está medido. La buena noticia es
que cuando le preguntás a las empresas si están interesadas en hacer un
proyecto de transformación digital, más del 80% te dice que si. Esta agenda
levanta mucho interés, pero todavía hay desafíos: ¿dónde están los expertos?,
¿cómo conseguir buenos proveedores tecnológicos? Acompaña que hubo una
recomposición en el último año de algunos márgenes y del nivel de actividad.
P.: ¿Las empresas consideran que es un
buen momento para invertir?
S.D.: La verdad, sí. Pero también
tenemos un sesgo porque el que viene al centro de industria es porque quiere
hacer algo. Las empresas que tienen la típica inversión de sostén permanente
están mutando a hacer una inversión más de fondo, se empiezan a animar porque,
por ejemplo, invertir en una licencia de software en la nube que te resuelva la
conexión entre producción y comercialización no es caro y resuelve muchos
problemas.
P.: Decía que había mucho interés por
invertir en transformación digital. ¿Cuál es la dificultad más grande para que
avance?
S.D.: Primero, hay que entender
cómo la tecnología te resuelve un problema. Por ejemplo, una empresa que tiene
accidentes laborales hoy podría contar con una tecnología con video analytics,
para ver si los operarios están con el casco y el chaleco puesto en los lugares
inseguros. Es muy probable que no sepan que existe esta tecnología, y no es
algo caro de implementar. Las cámaras ya las tienen, sólo tienen que ponerle un
software que detecte la vestimenta. Por eso no es tanto un tema de
financiamiento, sino de conocimiento de las tecnologías. De entender qué será
lo que me aplica a mí y de tener adentro de la organización un líder que me
explique y que lidere la transformación. Las personas son las que hacen los
cambios. Si no, las organizaciones funcionan como el cerebro, tienden a hacer
lo que menos esfuerzo les demanda y eficientizar, entonces les cuesta estar
pensando en cómo cambiar las cosas.
P.: ¿El Estado debería tener algún rol
en el camino hacia la innovación privada?
S.D.: Ninguna de las dos partes
puede hacer esto sola. La UIA tiene penetración en el tejido empresarial, pero
a la vez necesita cosas que no existen todavía. La universidad pública no te da
un profesional formado para asistir a las empresas en tecnología; tiene que
haber acciones del Estado que ayuden a que estos perfiles existan. Creo que las
políticas que estimulen el cambio tecnológico no deberían permanecer inmutables
por décadas, sino generar un efecto demostración. Que rompan el hielo del
desconocimiento. Le mostrás a los primeros adoptantes, las redes empresariales
lo difunden y, así, ir reduciendo el incentivo. No debería seguir siendo
gratis, en tal caso con financiamiento de una parte, en lo más disruptivo.
P.: ¿Cómo ve la relación del sector
productivo con la academia y la ciencia?
S.D.: Es clave, pero falta
coordinación y conocimiento mutuo entre que está haciendo la academia y las
empresas. La academia descubre cosas que no tenía idea que le servían a las
empresas; pasó con Raquel Chan y Bioceres. Igual, existe un trabajo de la
Agencia I D i del Ministerio de Ciencia. Pero si querés transformar la realidad
industrial, necesitás tener el mapa de quiénes son los científicos que trabajan
en tecnologías disruptivas, y que así se pueda poner adelante a las empresas
para que los financien.
P.: Tanto el Ministerio de Desarrollo Productivo
como el sector privado muestran interés en esta agenda. ¿Esto genera tensión
con los sindicatos?
S.D.: La interacción con
sindicatos siempre fue buena, pero por supuesto que la tecnología genera
tensiones. No podemos hacer que no pasa nada. Las charlas tienen que ver con
cómo refuncionalizar al operario que hacía algo que reemplazó una tecnología
para que se le cree un nuevo empleo. Lo primero que se reemplaza es el trabajo
de menor valor agregado. Hay máquinas que no van más; si sólo sabes manejar
esa, hay que trabajar en esa transición. Es un tema que se discute en el mundo.
En Argentina hay un período en donde falta una primera transformación:
necesitamos crear más empleo, hay oportunidad, no es que estamos al tope. Hay
que formar más gente para que ingrese al mercado laboral. En esa agenda hay una
transición donde la primera parte es generarlo. Y para eso tenés que tener
competitividad, estar preparado para competir, poder exportar y ser productivo.
El alineamiento en esto con los sindicatos es muy fuerte; esa es la ventaja de
estar mal. No hay nadie cómodo en esta situación del empleo, por más que haya
habido una leve recuperación.
P.: ¿Por qué deciden avanzar en un
programa de innovación financiado por la Sepyme?
S.D.: No hay que ser parte de la
UIA para anotarse. Y es gratuito por el apoyo financiero del Gobierno. En 2017
hubo una conferencia industrial sobre industria 4.0 y fue clave el diálogo en
aquel momento del presidente de la UIA, Miguel Acevedo, con Sergio Kaufman, de
Accenture, de que sería bueno tener un espacio tecnológico para las pymes.
Cuando nace el centro iba a ser un desafío, al ser tan pocas las empresas que
adoptaban 4.0, todos iban a decir que era un centro para que lo usen las
grandes. Ruta X es la respuesta para democratizar el acceso a estas
tecnologías. Sabemos que a las pymes les falta un paso más, no tienen una
gerencia de i d o los recursos de una multinacional; por eso articulamos con la
política pública y armamos una plataforma. Necesitamos que haya centros en todo
el país para que, de acá a 3 años, pueda ser una fuente de transferencia
genuina que es la que se da en las uniones industriales de los países
desarrollados.
P.: ¿Qué piensa de las startups
tecnológicas de argentinos que se transforman en unicornios, pero que no se
encuentran en Argentina?
S.D.: Es un tema, pero no
es algo de Argentina estrictamente. Chile tuvo una iniciativa que le pagaba a
emprendedores para que armen su startup allá. Fue polémico y después la gran
mayoría no se quedaba ahí. Es cómo funciona el mundo: las compañías se radican
en los esquemas financieros y fiscales más flexibles. Tal vez haya que pensar
en una nueva definición, que es tener una compañía con figura legal en otro
país, pero que tiene su centro de innovación y generación de trabajo acá. Hay
que pensar las startups como multinacionales de entrada. La prohibición de irse
es imposible. Argentina tiene la posibilidad de seguir generando startups que
van de acá a Latinoamérica. Pero competís con otros que quieren hacer lo mismo
que vos y ponen incentivos. Pero, por otro lado, seguimos teniendo una ventaja,
que no es muy positiva, que es que para esos perfiles los salarios todavía son
competitivos. Y el talento que podés tener acá es comparativamente mejor al que
podes tener afuera.
|