Por Gustavo Marangoni - Paradojas del
destino. Dos presidentes pertenecientes
a coaliciones enfrentadas comparten un decisivo vínculo en común: ambos encontraron su programa económico
de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Mauricio Macri, apremiado por la corrida cambiaria que se inició
en abril de 2018, acudió de modo desesperado al organismo para lograr "en
cinco minutos" el préstamo generoso que lo sacara de apuros y le
permitiera competir con alguna posibilidad por su reelección. Obtuvo la
asistencia financiera pero no alcanzó su objetivo político. La dura estrategia
monetaria de emisión cero que le impuso la entonces Directora Gerente Christine
Lagarde solo lo habilitó para concluir su mandato sin colapso.
Ahora otra mujer, Kristalina
Georgieva, le otorga a Alberto Fernández otro programa para
refinanciar la deuda junto a un implícito combo de ajuste y ninguna cajita
feliz, para decepción de "los chicos de La Cámpora".
Acuerdo
con el FMI: repetición y disimulo en el Congreso
Jorge Luis Borges, en su
cuento "El sur", sostenía que "a la realidad le gustan las
simetrías y los leves anacronismos". La política local se repite en imitar
a la ficción y sus protagonistas terminan adoptando guiones ajenos,
asemejándose entre sí. Para el actual mandatario, los costos de la clonación
son mayores porque a la principal accionista de la coalición frentetodista no
le gusta nada volver al Fondo. No se imaginaba eso cuando escuchaba el slogan
de campaña 2019 de "volver mejores".
De
allí que en la Asamblea Legislativa el principal propósito de Alberto haya sido
disimular dentro lo posible las evidentes grietas internas, buscando a toda
costa evitar que el eje de los comentarios sean los gestos de su vice y las
ausencias oficialistas de relieve, desde el ex presidente del bloque de
diputados Máximo Kirchner, hasta la de muchos gobernadores y otros referentes
de importancia.
A
falta de estrategias más estilizadas, apeló a la vieja y conocida consigna de
que "no hay mejor defensa que un
buen ataque" y aplicó fuego a discreción sobre la administración de
Cambiemos y la de su antecesor en el cargo. Los provocados aceptaron gustosos
la invitación y se levantaron de las bancas teatralizando su oposición de
halcones y confirmando aquello de que para bailar un tango se necesitan dos.
En
el hemiciclo quedaron presentes, entre ofendidos con aviso de un lado y
ofendidos in situ por el otro, los que presumiblemente permitan que el proyecto
de acuerdo pueda pasar la prueba de la cámara baja: peronistas y radicales de la vieja escuela y algunos
aliados más. Igual no será sencillo. Sergio Massa deberá volcar
todo su esfuerzo en asistir al nuevo titular del bloque, Germán Martínez, en el desafío con el que debe
debutar.
La
jugada de Carrió para facilitar el acuerdo con el Fondo
Quien intentó simplificar los
trámites para todos, proponiendo facultar al Poder Ejecutivo a aprobar el acuerdo
sin pasar por el Congreso, fue Lilita Carrió. La jugada fue audaz, quizás
demasiado para que los involucrados la acepten. Posiblemente, desde su refugio
en Exaltación de la Cruz, la referente máxima de la Coalición Cívica haya advertido que el
proceso por el cual deberán transitar las coaliciones tenga consecuencias
traumáticas para el sistema político y potencialidad para generar rupturas en
sendas agrupaciones. ¿O acaso alguien está en condiciones de garantizar que las
contradicciones internas a uno y otro lado de la grieta podrán resistir a los
avatares del 2022?
Convendría
detenerse al menos en la contemplación de este escenario, mucho más con la
inestabilidad que presenta el marco global como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania.
A
las muchas incertidumbres locales hay que sumarle ahora lo que suceda con
los precios de exportaciones e importaciones cuya volatilidad
extrema no estaba en los planes de nadie hasta pocas semanas atrás. Si el alza
de los combustibles que compramos superara el aumento de los granos que
vendemos, muchas de las cuentas realizadas hasta aquí por el equipo de Martín
Guzmán quedarían desactualizadas antes de la misma entrada en vigencia de los
compromisos asumidos con el FMI. Y entonces la
presión sobre la inflación y el dólar complicaría los
planes en curso, ya de por sí frágiles.
Precisamente
esa intrínseca debilidad caracterizará los tiempos por venir, exigiendo del
Gobierno y la oposición mayor sintonía fina en la administración de los
conflictos. Por su propio bien. Y el de todos nosotros.
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