El
Ministerio de Economía concluyó con el trazo grueso del memorando de entendimiento
y concluía en estas horas con los últimos retoques (Maximiliano Luna)
Por
Mariano Boettner - El wording del acuerdo técnico con el Fondo
Monetario Internacional era lo que separaba, en las últimas horas del martes
feriado, al Gobierno nacional y el organismo de un memorando de entendimiento
completo. No es una cuestión menor en un programa financiero del tamaño y
relevancia como el que se negoció durante los últimos meses de qué manera
está expresado el contenido del “contrato”, qué palabras se usan en detrimento
de otras y la traducción inglés-español, que si no es puntilloso puede dejar
espacio a ambigüedades. Fue un día de versiones e idas y vueltas.
Este
martes durante la Asamblea Legislativa el presidente Alberto
Fernández se refirió, por un lado, al primer entendimiento cerrado con el FMI el 28 de
enero, que anticipó los lineamientos centrales de política económica que
estarían incluidos en el Extended Fund Facility (EFF) que está
a la firma. Por otro, reconoció que aún faltaban cuestiones de
“formalización” del programa y dijo que esperaba concluirlos “a la
brevedad”.
A
pesar de que los trazos gruesos del programa ya habían sido acordados con un
llamado de madrugada entre el ministro de Economía Martín Guzmán y la
directora adjunta del Departamento del Hemisferio Occidental Julie Kozack,
en el Poder Ejecutivo evitaban hablar de acuerdo cerrado por completo. “Solo
vamos a considerarlo cerrado cuando sea enviado al Congreso”, mencionaron.
En
algunos despachos oficiales sobrevuelan dos certezas: la primera es que el
visto bueno del staff técnico del FMI implica, por lógica, un respaldo
informal del directorio del organismo, que es el máximo órgano de decisión y
que deberá discutirlo entre sus accionistas luego del paso por el Congreso
argentino.
En
segundo lugar, que el ala política del Frente de Todos tendrá menos tiempo
del que se preveía en una hoja de ruta preliminar que habían trazado, para
llevar el acuerdo técnico al parlamento, hacerlo pasar por las comisiones de
ambas cámaras, asegurarse de tener las voluntades suficientes para aprobarlo y,
todo eso, en medio de una tensión hacia el interior de la coalición
oficialista. En un escenario ideal imaginaban una ventana de tiempo de un mes
para concluir ese proceso y enviar el programa al directorio en
Washington. El margen ahora será menor: en 20 días vencen USD 2.809
millones con el organismo y el Gobierno no tiene los dólares para afrontarlo.
En
20 días vencen USD 2.809 millones con el organismo y el Gobierno no tiene los
dólares para afrontarlo. Es aún una incógnita qué postura tomará durante el
debate de la ley propiamiente dicha el sector más identificado
con Cristina Kirchner en la Cámara de Diputados. Máximo
Kirchner dejó de ser el jefe de la bancada luego de cuestionar en duros
términos los alcances del primer entendimiento de fines de enero. ¿Pondrá
en peligro ese antecedente el tratamiento dentro del propio oficialismo? ¿Qué
postura tomará la oposición luego de que una parte sustancial del bloque vacie
el recinto durante el discurso de Alberto Fernández?
Una
fuente oficial ironizaba en los últimos días que, contra algún pronóstico, el
directorio del Fondo Monetario Internacional -donde pesan las opiniones de las
principales potencias económicas y en donde es imposible conseguir el visto
bueno general sin tener el respaldo de los Estados Unidos- terminó por ser
un foro más “amigable” para tener la luz verde del acuerdo, en comparación con
el propio Congreso y la coalición de Gobierno.
El
tramo de la negociación política doméstica del acuerdo comenzará a recorrerse
en los próximos días. Fuentes oficiales aseguraban que la redacción consensuada
del acuerdo tomaría todo el martes para terminarse. Por lo tanto, el
miércoles o jueves ya estaría en condiciones de ser enviado al Congreso para su
debate. También habría, como sucede en este tipo de ocasiones, un comunicado
del Fondo Monetario Internacional confirmando el acuerdo a nivel de staff.
La
última discusión del trazo grueso del programa nuevo con el FMI fueron las
tarifas y los subsidios. Fue, además, la cuestión que trabó la posibilidad de
firmar incluso antes el memorandum de entendimiento. El organismo presionó para
que los servicios públicos aumenten más que el 20% que había anunciado en su
momento el Gobierno.
Tras
la negociación, de varios días, se habría llegado a un consenso por el
cual el decil con ingresos más altos pagará de manera plena el valor de la
tarifa, mientras que al resto de los usuarios -sin contar al sector de la
población que tenga tarifa social- verá sus boletas aumentar en un ritmo
levemente menor al del índice de salarios general de la economía, que incluye a
empleados privados registrados, públicos y trabajadores informales.
Fuentes
oficiales aseveraban que el resultado de la negociación sobre ese aspecto
particular del programa con el Fondo, que fue el más árido de toda la discusión
por la letra chica, termina así con una “victoria” del oficialismo. La lógica
es que no se terminó por imponer la opción que sostenía el staff técnico,
es decir, que las tarifas aumenten en un ritmo superior al de la inflación
esperada.
La
célebre letra chica del acuerdo co el FMI incluirá una serie de preceptos que
incluirán ciertas declaraciones de principios del equipo económico, respecto a
cómo se llegó en términos de política económica a la actualidad, el impacto de
la pandemia, la recuperación posterior, las medidas que tomó el Gobierno
durante la etapa más crítica de crisis sanitaria y la reestructuración de la
deuda privada como hitos.
Luego,
desplegará una defensa de por qué el acuerdo sería virtuoso para la economía de
los próximos años, con referencias al alivio de pago de deuda que
implicará esta refinanciación, la necesidad de converger hacia un equilibrio
fiscal -en este punto el equipo económico argumenta que no es un objetivo
trazado solo por presión del FMI sino que forma parte de una idea de gestión
“originaria”-, reducción de la inflación y acumulación de reservas.
Llegará,
a continuación, el segmento del acuerdo que trazará las líneas de cal de
la política económica de los próximos dos años y medio. La nueva cancha en la
que deberá jugar el Gobierno incluirá una reducción año a año del déficit
primario, un abrupto corte de la asistencia monetaria del Banco Central al
Tesoro y metas de acumulación anual de reservas, que debería sumar unas USD
15.000 milllones en términos netos hasta el fin de 2024.
Esos
tres elementos tendrá carácter de condicional. Esto es, si el Gobierno no
cumple con los objetivos explicitados en el programa, no tendrá acceso a los
desembolos trimestrales desde Washington para cubrir cada vencimiento del Stand
By. Vale aclarar que el nuevo crédito se utilizará íntegramente para abonar el
anterior. Es decir, el FMI prestará dinero a la Argentina para que pueda
cubrir el calendario de pagos al que se había comprometido en 2018.
Esto
sucede porque el Fondo, por estatuto, no reestructura sus deudas con quitas
-como puede suceder en una negociación con acreedores privados- sino que las
refinancia. Este EFF que firmarán el Poder Ejecutivo y el FMI en las próximas
horas será entonces un vehículo para que el Estado argentino gane tiempo y
acumule reservas para poder pagar desde 2026 su deuda.
El
programa con el Fondo, además, incluirá otro tipo de compromisos por parte de
la Casa Rosada, hacia adelante. En ese sentido, parte de la negociación entre
los funcionarios del equipo económico y el staff incluyó distintas
“evaluaciones” que deberá hacer el Ejecutivo en aspectos como la política
previsional, la administración tributaria, gestión de la deuda pública, la
implementación efectiva de la segmentación tarifaria, una mejora en los
procesos de selección de proyectos de inversión pública, una “optimización” de
la política monetaria a través una mejora en los instrumentos de esterilización
y la política de encajes bancarios, entre otras cuestiones.
|