Por Julián
Guarino - El Gobierno llegó a un acuerdo con el FMI. Los
detalles, que se siguen discutiendo, involucran también un proceso árido en
términos varios. Uno de ellos, no menor, es que todo debe ser traducido, no
sólo al inglés y castellano, sino también a una lengua que permita su
comprensión en términos de lo que eso implica. Menuda tarea.
Algo
de lo que vendrá quedó registrado para la posteridad en el discurso ofrecido
por el presidente Alberto Fernández para inaugurar
las sesiones ordinarias del Congreso. Allí, Fernández logró ensamblar, por
primera vez, un derrotero que comprendió pasado, presente y, en su mirada, lo
que podría ser el futuro cercano de la economía argentina. El mandatario
ofreció un exhaustivo análisis de la herencia recibida -sobre todo en materia
de endeudamiento- que tendió a volverse menos preciso en la descripción del
presente y, naturaleza obliga, algo más borroso en materia del futuro, un
ejercicio de predicciones que resulta siempre aventurado tratándose de la
economía local.
En
el marco de la negociación con el FMI cuyo saldo parcial podría anunciarse en
las próximas horas en modo “acuerdo”, Fernández reiteró la
fórmula anunciada del sendero de déficit fiscal descendente a fuerza de mayores
y mejores ingresos del Estado, con el adicional de un gasto real que en
los sectores estratégicos y sensibles podría crecer en términos reales.
La
cuestión tarifaria también tamizó sus impurezas al anunciar que las tarifas de luz
y gas podrían aumentar por encima del 20% anunciado, porque ostentarán un
factor de ajuste atado al 80% de la variación de los salarios.
Pero
por sobre todas las cosas, el mandatario trazó en su discurso la expectativa de
dos dinámicas que el Gobierno ha implementado y que parecieran ser las
responsables del balizamiento del sendero de la actividad. La Casa Rosada
confirmó ayer que busca apuntalar el sector externo como motor de crecimiento
(en detrimento del consumo), confiado en que de allí vendrán las garantías
colaterales, los dólares, que servirán para apaciguar, al menos en parte, las
exigencias no escritas ni explicitadas del FMI en un futuro cercano.
Paquetes
de proyectos de ley que buscarán ser sancionados en el Congreso y que
permitirían, en opinión del Gobierno, potenciar sectores estratégicos como los
hidrocarburos, la minería y los agronegocios, entre otros. Dotados de una
ventaja comparativa notable, estos sectores serán empujados por el Gobierno con
estímulo fiscal, es decir, una parte de la sociedad terminará subsidiando una
rápida expansión de estos rubros que, en principio, permita solventar el repago
del préstamo. La segunda dinámica es, por ahora, menos visible. Dicho de otro
modo, el Gobierno buscará apaciguar la escalada de la inflación pero, sobre
todo, bajar el gasto, con los pocos recursos que le dejará el FMI.
Ese
mantra señala que la inflación bajaría por obra y gracia de un menor déficit
fiscal y un fuerte recorte en la emisión monetaria. La promesa ayer explicitada
es que la Casa Rosada se compromete a no utilizar ni el atraso cambiario y
tarifario, ni una tasa de interés real negativa, como una herramienta para
impulsar la actividad económica sin alimentar la inflación. En rigor, si bien
ayer el presidente señaló que la inflación “… es también la principal
preocupación y el principal desafío del Gobierno”, nada se dijo sobre los
métodos que se utilizarán para bajarla, si se descuenta la cuestión fiscal. “La
Argentina necesita ordenar su política monetaria y fiscal. El mayor problema
que tenemos, la inflación, es multicausal. Y es nuestra responsabilidad atender
todas sus causas. Seguiremos la senda de ordenar las cuentas públicas sin
condicionar nuestras políticas de justicia social”, dijo el Presidente.
En
rigor, y en términos interanuales, marzo podría terminar con un incremento
interanual del 63% en la evolución de los precios. A la vez, la contrapartida
de esto será un aumento progresivo de la tasa de interés (ya en marcha) que
podría traer problemas a futuro (más emisión para pagar las mayores tasas de
las letras del BCRA) sumado al enorme aumento del precio de la energía. En
síntesis: el Gobierno confirmó que, en el marco del acuerdo con el Fondo,
deberá sacrificar crecimiento económico y desistir de utilizar las herramientas
que venía usando para desacelerar la inflación, con la finalidad de suscribir
un plan económico cuyo corazón será la expansión del sector externo a fuerza de
exportación, la administración exhaustiva de los dólares de las reservas del
BCRA y el sostenimiento de la obra pública.
Nada
se dijo sobre la “puesta a punto” de la agregación de demanda o consumo como
motor del crecimiento y su rol clave en materia de mejorar las condiciones para
la reproducción material de los sectores medios y bajos. Sí, en cambio, se
señaló que no habrá una reforma previsional ni laboral y que la edad
jubilatoria no será alterada. A última hora de ayer, una alta fuente del
Gobierno confirmaba que se estaba cerca del anuncio con el FMI. Los detalles,
en parte son los que se conocen. Los otros, llegarán al Congreso
en breve.
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