Sábado 26 - Por Joaquín Mugica Díaz - Las negociaciones entre
el gobierno de Alberto Fernández y el Fondo Monetario Internacional
(FMI) están empantanadas. Quedaron muy cerca de cerrarse, luego de que el
Presidente anunciara la existencia de un entendimiento con el organismo, pero
la discusión sigue viva por la elección del camino para llegar al déficit
negociado.
Esa
traba en el ida y vuelta entre Buenos Aires y Washington demoró la llegada
de la “letra chica” del acuerdo al Congreso, donde los legisladores del
oficialismo y la oposición esperan el documento para poder terminar de diseñar
su postura parlamentaria.
Existe
una diferencia clave entre unos y otros. El peronismo del interior, que
respalda a Fernández, y Juntos por el Cambio, tienen la voluntad
política de acompañar el documento final del acuerdo, más allá de los
detalles de la letra chica. La Cámpora, el kirchnerismo y el cristinismo hacen
crecer las dudas sobre su decisión, especulan y marcan diferencias con el rumbo
de la Casa Rosada.
La
demora provocó un nuevo escenario político en el que el 22 de marzo se
convirtió en una señal de alerta para el Gobierno. En esa fecha se vence
una nueva cuota que la Argentina le debe pagar al Fondo por un total
de 2.800.000 millones de dólares. Ese dinero no está en el Banco
Central. El Gobierno no tiene disponibilidad. Si no logra refinanciar la deuda,
entrará en una demora del pago.
Al
Gobierno le preocupa llegar a la fecha de pago del FMI con el acuerdo aprobado
en el Congreso
En
términos técnicos, no podría considerarse un default si Argentina no cumple con
la cuota del FMI, ya que esa terminología solo se utiliza para la deuda con
privados. En este caso, se comenzarían a demorar los desembolsos, pero esa
demora impide un refinanciamiento. Todo lo que no se paga, se acumula y el
pago no tiene posibilidades de reestructurarse.
Más
allá de los tecnicismos, lo que puede generar un cambio brusco es el impacto
político de la demora y el golpe exacto que dé en la macroeconomía. Si esa
demora se concretara, Martín Guzmán quedaría en la cuerda floja por no haber
podido evitar la hecatombe y cerrar un acuerdo a tiempo.
Actualmente
todos los sectores del Frente de Todos cuestionan por lo bajo al ministro de
Economía. Antes era solo el kirchnerismo y La Cámpora, ahora también surgen
críticas del albertismo y el peronismo federal. Sin embargo, el titular del
Palacio de Hacienda sigue teniendo la banca de Alberto Fernández.
Diferente
es la situación con Cristina Kirchner, con quien lo une una relación oscilante
que, en la actualidad, está cuasi congelada. La Vicepresidenta analiza los
vaivenes con el FMI junto al gobernador bonaerense, Axel Kicillof, su
dirigente de máxima confianza en materia económica.
Axel
Kicillof es quién ayuda a Cristina Kirchner a analizar las negociaciones con el
FMI
El
ex ministro de Economía no es un nexo entre ella y Guzmán, sino quien le pasa
en limpio en qué estado de situación está la negociación con el Fondo. Kicillof
tiene buen trato con el actual ministro de Economía y defendió el acuerdo en
público. Es una mirada institucional. Necesita que haya acuerdo para poder
gobernar. Si fuera un legislador raso, probablemente lo cuestionaría con
dureza.
Guzmán
no se pregunta si deberá pagar un costo político alto en el caso de no poder
lograr que el acuerdo salga del Congreso a tiempo. No está preocupado por
su posicionamiento político o por su estabilidad dentro del esquema del
Gobierno. Está abocado a resolver lo que cree prioritario en la negociación con
el FMI.
Mente
fría. No titubea e intenta no marearse ante tantas operaciones internas de
desgaste. Sabe, aunque lo disimula bien, que están esperando su caída. Aún
así, no se inmuta. Parece abstraído del microclima de la política doméstica.
Del fuego cruzado que tanto ha dañado al gobierno de Fernández.
Si
Argentina incumple el pago también existe la posibilidad de que el dólar de un
salto y la devaluación empiece a ser el tema del verano, que el riesgo país
suba, que los bonos caigan, que los organismos de crédito nieguen los préstamos
y que la macroeconomía sufra una fuerte presión. Un desajuste de las variables.
Alberto
Fernández pretende enviar el acuerdo con el FMI al Congreso en los primeros
días de marzo
En
ese contexto, el estado de la negociación con el Fondo profundizó las
diferencias entre el Gobierno y el kirchnerismo duro. Los motivos por los
que unos creen que era el mejor acuerdo posible y otros aseguran que la
negociación es terrorífica y que no están dispuestos a afrontar el ajuste que,
tarde o temprano, habrá que hacer para cumplir con los objetivos fijados por el
Fondo.
En
la Casa Rosada fueron corriendo la fecha de envío del acuerdo al Congreso. El
lunes pasado dejaron entrever que podrían mandarlo el viernes que pasó, el
último miércoles dijeron que se postergaría para después del 1 de marzo, y en
las últimas horas abrieron la posibilidad de que se envíe después del fin de
semana.
Lo
cierto es que la demora impacta en la cadena de pasos que debe transitar el
programa económico acordado con el FMI hasta ser respaldado en las dos cámaras
del Congreso. Primero debe llegar en forma completa a los legisladores, después
la oposición puede pedir un tiempo para leerlo en profundidad y debatirlo. Un
paso posterior podría ser volver a llamar a Guzmán al Parlamento y, luego,
ponerle fecha al tratamiento.
Los
días pasan y el 22 de marzo empieza a quedar cada día más cerca. La sirenas de
alerta empezaron a sonar en el interior del peronismo.
Martín
Guzmán es apuntado desde diferentes sectores del oficialismo por las demoras en
la finalización del acuerdo con el Fondo
En
paralelo, en el Gobierno sigue vigente la duda sobre el accionar de La Cámpora
en el momento en que se vote el acuerdo y el impacto posterior que podría
causar en la convivencia de la coalición. Hay un clima de unidad por
necesidad que parece no romperse. Todos saben que por separado no tienen
poder de fuego.
Pero
si La Cámpora no apoya el acuerdo, una nueva interna podría estallar dentro del
gobierno nacional. Ese momento es el que están esperando todos en el
oficialismo para saber cómo queda la estructura de la coalición y cuál es la
reacción de Alberto Fernández. En definitiva, cómo sigue su gestión en los
complejos meses que le quedan a la segunda etapa del gobierno.
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